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Trauma

La serie, lo serio

El Trauma, el psicoanalista y su acto

Malas compañías[1]
Nicolás Bailo

En la clase del 12 de febrero de 1974 de su Semanario 21, Lacan decía lo siguiente:

“(…) el saber inconsciente es cojo –no sólo es cojo sino que constituye claro obstáculo para que la relación sexual se establezca- en esos casos enfrentamos la necesidad de pasar por el discurso analítico, o sea que se tiene necesidad de decir verdadero, y sobre todo un poco de sospechar qué malas compañías tiene ese decir verdadero.[2]

Tropezar con este párrafo, generó varias preguntas que me acompañaron a lo largo de la experiencia del cartel: ¿Cómo se relaciona el saber inconsciente con el trauma? ¿Cómo concibe Lacan lo verdadero a esta altura de su enseñanza? y finalmente, ¿Cuáles son las malas compañías del decir verdadero?

El modo en que se lee el trauma en la clínica orientó el trabajo de cartel y permitió delinear sus incidencias en la posición del analista frente a lo traumático. En Causa y Consentimiento[3], Miller despeja el viraje que sufre la enseñanza de Lacan a partir del sintagma de la No relación sexual. Pasamos de pensar el trauma de manera diacrónica, como un evento histórico en la vida del sujeto al modo de un estigma, a precisar que aquello que traumatiza al ser hablante es su imposibilidad de inscribir en lo real, la relación entre los sexos.

A la altura de Los no incautos yerran, seminario bisagra hacia su última enseñanza, Lacan precisa que "todos inventamos un truco para llenar el agujero –trou-en lo Real. Allí donde no hay relación sexual, eso produce “traumatismo”-troumatisme-. Uno inventa”[4]

Eso que se inventa es el decir verdadero, el saber inconsciente que se construye en transferencia. De este modo, en la experiencia de un análisis es necesario adentrarse en los laberintos que el decir verdadero nos propone, para dar lugar a la dimensión de lo “contingente para que a veces y por error eso cese de no escribirse (…)”[5] . Es justo en este punto donde aparece la advertencia de Lacan respecto a las malas compañías; el analista debería cuidarse de no caer en la seducción adormecedora del sentido, teniendo en claro que entre la verdad y lo real se encuentra la imposibilidad.

A partir de este recorrido, es posible ubicar una paradoja que anuda el trauma y la clínica en la última enseñanza: será necesario que el analista consienta a perderse en el laberinto del decir verdadero, contando como brújula con la política del sínthoma, una apuesta por sostener con su presencia el truco que cada parlêtre inventa para volver a llenar el agujero.

Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre

NOTAS

  1. Cartel: “Leer el trauma”. Cartelizantes: Florencia Menseguez, Ana Bianco, Morena Fernández, Nicolás Bailo. Más Uno: Débora Nitzcaner.
  2. Lacan, J., Seminario 21 Los no incautos yerran, p. 90, inédito.
  3. Miller, J.-A., Causa y consentimiento, Bs. As.: Paidós, 2019.
  4. Lacan, J., op. cit., p. 102
  5. Ibidem, p. 87