El reverso del amor y una solución a la angustia [*] | ||||||||||||||||||
Mauricio Tarrab | ||||||||||||||||||
1. En Belo Horizonte nos ocupó el tema del amor y aquí se trata de la Angustia; esas serán las dos referencias para esta vez. Cuando en Buenos Aires ya había decidido qué iba a presentar aquí y allá, no me resultaba evidente si me sería posible hacer valer una conexión que me resultara satisfactoria entre ambas cuestiones. Me tranquilizó constatar que con solo hojear el Seminario de la Angustia, el amor se encuentra mencionado a cada rato. De hecho uno de sus capítulos ha sido titulado por J.A.Miller "Aforismos sobre el amor". Fue sin embago un pequeño epígrafe del Semianrio XI el que me ofreció la guia para resolver mi dilema. Es lo que voy a presentar hoy bajo el título El reverso del amor y una solución a la angustia. El breve epígrafe al que me refiero, introduce el último capítulo del seminario XI y es muy conocido. Tiene forma de poema y me indicó el modo de enlazar esta vez ambos temas. Te amo 2. En el sueño se sabe que el analista duerme… su sillón está vacío. Constato que estoy solo. Me levanto, me acerco a su biblioteca y saco un libro de poemas, de Paul Eluard. Fin del sueño. Al despertarme recuerdo un verso de aquel poeta : El amor está en el mundo para el olvido del mundo. Hoy lo parafraseo a los fines de este testimonio diciendo :el amor está en el mundo para el olvido de lo real. O, dicho de otro modo: el amor está en el mundo para tratar la inexistencia del Otro. En el primer caso destaco su función de velo, en el segundo su función de anudamiento. Un viejo y bello tango que comienza hablando del amor, describe un trayecto que bien puede ser el trayecto de un análisis llevado hasta el final. Primero hay que saber sufrir, Para concluir el análisis, luego de la construcción y el atravesamiento del fantasma, aún fue necesario recorrer un trayecto que permitiera ubicar el nucleo pulsional que se enmascara en la escena fantasmática y que fundamentaba los lazos amorosos y sexuales, así como la transferencia misma. Ese recorrido no fue sin la certeza de la angustia. Si bien la angustia me había acompañado antes y durante el análisis, para ese momento cercano al final había sido razonablemente conjurada. Su brutal entrada en escena, que siguió al atravesamiento del fantasma, fue completamente inesperada. Habiendo ya caído identificaciones fundamentales, la búsqueda de una certeza que me hiciera salir había ocupado las últimas vueltas del análisis. El analista había sabido hacerme saber que respecto del final estábamos ambos en la misma posición paradojal, a la espera de lo imprevisto. He mencionado extensamente en mi primer testimonio [4] las coordenadas de la construcción del fantasma; solo las recordaré muy brevemente para situar el contexto de la emergencia de la angustia. El oportuno e imprevisto encuentro con el título de un libro que contenía una palabra en francés (souffle) cuya traducción (soplo) desconocía, me golpea y trae un recuerdo que precipita la construcción del fantasma. Es el recuerdo de un episodio de la vida de mi Padre, quien en su temprana infancia estuvo a punto de morir por una enfermedad pulmonar y que para recuperar el uso de sus pulmones debía inflar con su soplido la cámara de una pelota de fútbol. Ser el soplo que le faltaba al Padre. La fórmula identifica el ser del sujeto y define el objeto. Este soplo muestra como la lógica del Nombre del Padre retomó un primer soplo con el que la lengua materna había traumatizado al niño y que era una huella escrita en el cuerpo. Alentar al Otro, soplar en el agujero del Otro era la matriz del fantasma que podía entonces construirse de un golpe. Como lo dije en Roma, la construcción del fantasma es un deslumbramiento, pero no es suficiente. Al menos no lo fue para mi. Fue necesario afrontar todavía un contragolpe de angustia y un recrudecimiento impactante de los síntomas, ya sin la cobertura del fantasma. El análisis tendría que hacerme reconocer todavía que detrás de su máscara el fantasma encubre el circuito pulsional, que se satisfacía de una manera desconocida aún. Es un momento crucial y paradojico del análisis, que solo mencioné en mi primer testimonio, y del que voy a hablar ahora. Sorpresivamente estaba muy angustiado. La construcción del fantasma implicó de hecho el atravesamiento del plano de la identificación , que conlleva la evidencia de que el Otro no requería de mi aliento para existir, y eso cuestiona el ser mismo del sujeto.Es por el agujero que abre esa brusca desidentificación que la angustia como signo de lo real se desborda. El "soy eso" que aseguraba el fantasma quedaba conmovido, con la lógica caida de aquella posición del sujeto que sostenía su ser de gocesentido. La angustia como signo da cuenta de que "la inexistencia del Otro no es antinómica sino que es correlativa de lo real" [5]. Ese real emerge sin velo, aún sin el velo del objeto, cuando el Otro se ha vuelto un agujero. Es lo que afecta al sujeto en su cuerpo como angustia. Entre el deslumbramiento de la construcción y la irrupción desencadenada de la angustia se había producido brutalmente una separación que me confrontaba a la evidencia de que en el lugar del Otro había un agujero. Detrás de la pantalla iluminada del fantasma se abría entonces un desfiladero entre dos abismos: entre la desidentificación -consecuencia del atravesamiento del "soy eso"- y la evidencia de la inexistencia del Otro. En su curso El Otro que no existe, J.A.Miller pregunta "¿Recuerdan uds al Gato de Chesire de Lewis Caroll?. Es ese gato que desaparece y del que queda solo su sonrisa". Y agrega "Es lo que queda cuando el Otro desaparece". Luego de tantas vueltas el análisis me había dejado frente a eso que queda cuando hasta la sonrisa del gato de Chesire también se desvanece. Ahí, surgió entonces la certeza indiscutible de la angustia, que era ya una primera respuesta. Es lo que me hizo entender porqué Lacan, en su seminario RSI, define a la angustia como una "nominación de lo real". La angustia es el afecto que responde a lo innombrable. La segunda respuesta fue más previsible: de pronto volvía a sentirme un huérfano. El edificio del sentido parecía volverse a construir. Rápidamente. Como consecuencia,la increencia en todo lo hecho hasta allí en el análisis, y el surgimiento de un esceptisismo feroz frente a lo obtenido en términos de un saber que se revelaba inutil, me atormentaban y eran un cruel contraste respecto del relámpago de saber, tan luminoso y al parecer tan efímero. Me preguntaba si eso debía ser así… Es decir me preguntaba si a todos les pasaba lo mismo frente a ese punto. Se me presentaba de hecho la tensión entre lo universal y lo singular de la experiencia. La tensión entre "las cosas deben ser así" que sería la regla supuesta -si existiera- del atravesamiento del fantasma y el "así es para mi" de la experiencia singular [6]. Fuera como fuera, se mostraba descarnadamente la paradoja de pasar de la certidumbre que da la construcción del fantasma, a la certeza de la angustia. El retorno de la orfandad era pues una respuesta "identificatoria" "lógica", "histórica", al agujero que me tragaba. Habría otras respuestas imprescindibles, algunas precarias, otras más eficaces.Respuestas viejas y nuevas, del sujeto, de lo real y del cuerpo. Cuando estaba a punto de salir…lo único que quería era volver a entrar!! Cuestiones ineludibles hacían que debiera esperar aún algunos meses para encontrarme con el analista, en Bruselas. Con una corta frase en el correo electrónico el analista me alienta : "Bruselas está cerca" , dice, para mi desaliento. El temido derrumbe del Otro había caido sobre el sujeto que se extenuaba aferrándose a lo que podía. Como era el tiempo del primer Comité de Acción al que pertenecía, me comprometí en un esfuerzo descomunal por alentar ese navío que por sus propias razones se sacudía, tan desorientado como yo , y que amenazaba con naufragar. Escribí en el término de dos meses ocho textos para ser publicados, trabajé día y noche hasta la extenuación. Pero, no hay que confundirse, no se trataba de las consecuencias de un deseo decidido. Era la manera desesperada de asegurar una identificación y un lazo. Era, para decirlo como lo hace Lacan en el Seminario de la Angustia, un intento de "capturar al Otro en la red del deseo". En ese tembladeral mi partenaire fue quien se mantuvo firme y me sostuvo. Esa fue mi temporada en el infierno. 3. Salgo de allí furioso. Encima de lo que me pasa este hombre no escucha lo que vine a decirle: que a pesar de todo por lo que he pasado,he puesto mi deseo en juego. Sorprendentemente mientras muerdo con bronca el enigma de la interpretación, me desangustio. La interpretación tiene dos aspectos sobre los que me detendré por los efectos disímiles que tuvo. En primer lugar lo que la interpretación dice : ud siempre me dice "es el deseo del Otro, es el deseo del Otro".Pero no reconoce aún detrás de esa máscara su propio deseo. Leyendo el texto preparatorio de esta Jornada, encontré allí una frase en la que se indica con gran precisión adonde apunta una interpretaci[on como esta. Dicen allí: "es necesario hacer un uso de la angustia que vuelva a situar al sujeto en las consecuencias de su deseo". Puedo suponer que mi analista seguramente suscribiría de buen grado esta indicación clínica. La interpretación se ligó entonces a un recuerdo que apareció de manera inseperada en esa coyuntura, pero que me dió la clave de la cuestión. Es el recuerdo de un trágico suceso donde sucesivamente habían muerto primero un padre y luego un hijo. Yo mismo había interpretado ese suceso en la ocasión, como el efecto de un deseo mortífero detrás del amor . Yo había dicho: el padre (lo amaba tanto que) se lo llevó a la tumba. Mi propia interpretación me confrontaba ahora al reverso de la matriz del fantasma. Ser el soplo del Otro sostenía el cuento del amor,el altruismo y el sacrificio por ese Otro y había dado consistencia al ser del sujeto. Pero ahora, una vez atravesado ese marco se hacía evidente que detrás de esa máscara el fantasma encubría el circuito pulsional que se satisfacía reteniendo al Otro, haciendo del Otro un agujero donde soplar. Retener al Otro para alentarlo exige su castración,su falta, aún su sufrimiento. El cuento altruista encontraba entonces su reverso: no es que el otro se derrumba y requiere el aliento, sino que se retiene al Otro para asegurar ese ser de gocesentido que el fantasma aseguraba y en el que se satisfacía la pulsión. Se ve entonces el agujero que se abre cuando ya el Otro no funciona asegurando el egoismo del goce. Y cuando el objeto mismo no cumple ya su función de mediación. Ese egoismo del goce puede ser estragante para quien ocupe el lugar al que es así convocado. Porque te amo, te mutilo… El horror de reconocerse ahí, en ese goce que podía tocar todos los lazos desde el amor al sexual, me separa de eso. Como ya lo dije en mi primer testimonio, la miel del fantasma se vuelve entonces repugnante. Se separa el goce de la significación, eso drena ese goce,lo vacía,deja solo la significación que entonces cae... Por otra parte retener al Otro, al partenaire, a la mujer, había sido la manera de rechazar la heterogeneidad radical del Otro sexo según la lógica del fantasma, lógica que reduce al partenaire al objeto que le conviene y es lo que infiltraba el amor. Atravesado el fantasma el amor deja su función de velo de la falta o de la inexistencia del Otro, para volverse un anudamiento nuevo con esa diferencia incomplarable que hace a la mujer Otra. Pero la interpretación además tuvo el efecto de desangustiarme ya no por lo que dijo, sino porque el analista dijo. El analista dijo y eso rearmó la escena analítica e hizo evidente el modo en que el objeto entraba en juego en la transferencia. Más allá del saber, más allá del amor transferencial, se delineaba ahora la manera en que se anudaban en la transferencia el soplo, la palabra y algo mudo. He mencionado en mi primer testimonio como el esfuerzo por mantener durante las sesiones la continuidad del parloteo en un intento por que no se interrumpiera el circuito de la palabra. Era un esfuerzo agotador y antianalítico, que ponía en acto lo que quedaba mudo al lado de las significaciones. Se jugaba allí lo más real de la transferencia. Agregaré ahora que aunque eso nunca fue analizado y que solo en el Pase mismo pude situar su estatuto. El analista lo había dosificado siempre de una manera precisa: ubicando que en mi enmudecimiento se anunciaba la angustia interrumpía sistemáticamente la sesión cuando yo callaba. El referente se muestra entonces en la dialéctica entre la maestría de la palabra y sus tropiezos, el silencio,el soplo y lo mudo , donde lo indecible de la angustia se hacía presente. Es lo que había quedado bruscamente, por así decirlo como una pieza suelta, cuya extracción del Otro le había hecho perder su función de mediación y que recién ahora podría decidir adonde colocar. En todo caso, esa extracción obligaba a hacerse cargo de que ya la causa no estaba en el Otro. En su Introducción a la lectura del Seminario X, J.A.Miller señala que la angustia lacaniana es una angustia productiva y que funciona como un operador que produce el objeto causa. En el final del seminario Lacan afirma que "El momento donde es puesto en juego la función de la angustia es el momento anterior a la sesión del objeto". Hacerse escuchar por el analista había sido un modo de atravesar cada vez, de desprenderse cada vez, en cada sesión, de ese objeto que me enmudecía, mientras invocaba al Otro en el baile de máscaras de la transferencia. Y era también mi maniobra para retenerlo. Más allá del saber y de la transferencia paterna, esa era la última puntada que había que desprender ya que se me hacía entonces evidente que había que separarse de eso que me enmudecía, así como del goce de hacerse escuchar allí. El romance analítico había sido hacerse escuchar, para evitar que en el silencio apareciera el agujero mudo que el objeto como semblante, vela. Se abriría entonces el último tramo del análisis, necesario para que la extracción del objeto y la separación del analista no deviniera en sacrificio,ni en orfandad, ni en angustia. 4. El temprano objeto de la angustia infantil había sido la música. El volumen de la música apresaba el cuerpo. O para decirlo de otro modo : la música de la angustia hacía resonar el cuerpo. Por otra parte Lacan explica en el seminario Los problemas cruciales del psicoanálisis [7] que hay no hay una, sino dos bocas. Está la boca de la demanda oral y además está la boca ligada a lo invocante.Cada una de estas dos bocas indican de una manera diferente el margen entre el cuerpo y el inconsciente. La vecindad entre la voz y la respiracion puede ubicarse, entre otros muchos lugares en el Seminario XVIII a propósito del canto. Allí Lacan describe la necesidad de cierta sinergia entre la colocación de la voz y la respiración que la soporta. Para indicar solo otra referencia daré un ejemplo que me hizo llegar hace poco tiempo una colega, a quien su profesora de violín le decía que para tener ritmo hay que respirar !!. En el seminario XVII [8] Lacan formula un neologismo nombrar los objetos de la tecnología: las "letosas". Juega allí con la cercanía sonora entre letosa y ventosa y dice: "ahí adentro hay viento, el viento de la voz humana". Una colega luego de escuchar mi primer testimonio me acercó una referencia del seminario de la Angustia que yo no conocía. En la pagina 297 Lacan ubica la función mediadora del objeto de un modo que como podrán apreciar me conviene: "[en una flauta] el vacío que está en el corazón del tubo acústico impone su exigencia a lo que puede resonar allí, [es decir],a lo que se llama un soplo, el a en cuestión funciona aquí en una real función de mediación" En esa vecindad es que sitúo el delizamiento del objeto. De una lado el soplo y la palabra soportadas por la respiración que pasa. Del otro lado el enmudecimiento que cierra la boca en el goce pulsional y alrededor de cuyo vacío resuena la voz. Para Lacan la voz no resuena en un vacío espacial. Resuena, dice, en un vacío que es el vacío del Otro en cuanto tal. Leo ese "en cuanto tal" como el agujero de su inexistencia. 5. Superada la conmoción de este momento crucial que he relatado, se inauguró el trayecto final del análisis que va del atravesamiento del fantasma al sinthome. Además, ya se anunciaba lo que luego tuvo su confirmación y que pude trasmitir en el dispositivo: la instalación de un nuevo régimen de goce, ya fuera del régimen del fantasma, donde se anudan de otro modo el amor, el objeto de la pulsión y el real que allí se aisla, así como el Otro y el partenaire. |
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Notas | ||||||||||||||||||
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