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Curso 12 de noviembre de 2008 |
Y bien, comenzaré por darles mi título. Es una expresión que me sirve de apoyo y de guía, y que es completamente dulce, en tanto que mi discurso quizá no lo es, este es el titulo, Cosas de finura: finura en singular, cosas en plural – en psicoanálisis. Soñé el año pasado con quedarme en el puerto este año. Y sin embargo estoy aquí embarcado, con ustedes, para una nueva de nuestras aventuras en el mar, siempre recomenzadas y yo entregado a resoplar en el remo. Pero hay aquí una elección forzada. Si es necesario que reme con fuerza, es porque el movimiento del mundo, si puedo decirlo, lo exige en tanto que este movimiento arrastra al psicoanálisis tras sus pasos. La cuestión que se plantea es saber si hay que consentir, y la respuesta es Sí, si el psicoanálisis es un fenómeno de civilización y nada más que eso, No si hay un hilo de la práctica analítica que merece subsistir como tal. Si yo me niego a consentir que el psicoanálisis sea arrastrado tras los pasos del movimiento del mundo, es en nombre de este hilo, que no está sino supuesto, que es objeto de una apuesta, pero que es una cuestión de deseo. Al menos Lacan creando su Escuela creía que un tal hilo existía. Debería por lo tanto remar tanto más firmemente cuanto que hago ir a mi barco a contra corriente, y al punto que por primera vea, me parece necesario proceder por un retorno a Lacan. Nunca hasta el presente he empleado esta expresión y si lo hago hoy es persuadido de que nos hemos alejado de él. Por ejemplo, nos alejamos de él, cuando nos encaprichamos, cuando nos embriagamos con el efecto curativo del psicoanálisis. Mientras que el efecto curativo en psicoanálisis nunca está sino subordinado, derivado, obtenido por un sesgo. Al menos en psicoanálisis uno no se focaliza en el efecto curativo y es por ello que abandonamos el término de cura por el de experiencia analítica. Las cosas sin embargo llegaron al punto en que recordar la vieja máxima según la cual la cura viene por añadidura, parece una novedad. Sin duda el mundo juzga al psicoanálisis en función de sus resultados terapéuticos. Esta no es una razón para que el psicoanálisis haga suyo este criterio. Estamos forzados a formular, si puedo decirlo, una doctrina de la doble verdad, forzados a distinguir lo que es verdad para el mundo y lo que es verdad para el psicoanálisis; lo que es verdad para el mundo, que el psicoanálisis vale como terapéutica, no es verdad para el psicoanálisis, que es que vale como deseo, como medio de emergencia de un deseo inédito y cuya estructura es aún ampliamente desconocida. Entonces, se alega y tengo que ver con ello, se alega una nueva clínica psicoanalítica, que se desprendería de la muy última enseñanza de Lacan y que superaría a la antigua. Sería, se dice a veces, la clínica borromea en su oposición con la clínica estructural, la que distingue neurosis y psicosis, y para ser completa, neurosis, psicosis y perversión. No puedo desconocer que tengo que ver con esto, y que eso se cocinó así. Entonces, esto me da a la vez el deber y quizá la autoridad de decir, primeramente, que en esta materia, la oposición de la antigua y de la nueva requiere alguna dialéctica, pues la clínica, llamada antigua está conservada en la nueva. Y luego, ¿qué dice, esta nueva, o esta segunda clínica? Mucho más que la primera, invalida, ridiculiza la idea de cura, relativiza el efecto terapéutico. Y yo lo demuestro. Primeramente, esta segunda clínica destruye en sus bases la referencia a la normalidad, a la salud mental, tomando como principio esta fórmula, que vino una sola vez bajo la pluma de Lacan y en un texto accesorio, pero fórmula que comenté el año pasado. Todo el mundo está loco, es decir delirante. Habría que estar ciego y sordo para no percibir que esto es destruir toda posibilidad de hacer emerger una noción de la normalidad – está hecha para que no se llegue allí. Del mismo modo que se definía antiguamente la verdad por la l’adaequatio rei et intellectus – la adecuación de la cosa y de la mente, o del entendimiento -, aquí esta fórmula de la que hago un principio, que todo el mundo está loco, y hago un principio de ella después de haber trabajado el año pasado la paradoja que comporta, este principio plantea como radical la inadecuación de lo real y de lo mental, y comporta que de lo real no se pueda decir más que lo falso, no se pueda más que mentir. En segundo lugar, la segunda clínica amplia el concepto del síntoma, heredado de Freud, este síntoma es susceptible de levantarse, según la expresión consagrada, ella amplía el concepto freudiano del síntoma hasta incluir allí, de manera esencial, esos restos sintomáticos, de los cuales habla Freud al final del análisis y que lo conducen precisamente a pensar que el análisis no tiene fin, en razón de lo que subsiste del síntoma. Y bien, la segunda clínica psicoanalítica es precisamente aquella que reconfigura el concepto del síntoma sobre el modelo de estos restos. Y es de este modo que lo que Lacan llamó el sinthoma, con la ortografía antigua que restituyó – s.i.n.t.h.o.m.a. -, el sinthoma es propiamente el nombre de lo incurable. Cundo hablamos de síntoma entendemos por ello, en psicoanálisis, un elemento que puede disolverse, o pasible de desaparecer, de levantarse, en tanto que sinthoma designa este elemento en tanto que no puede desaparecer, que es constante. Dicho de otro modo, la llamada nueva clínica psicoanalítica es una teoría de lo incurable, Entonces !qué ironía ! el hacer soportar a esta teoría de lo incurable una práctica completamente orientada hacia la terapia y de hacer de esta terapia un slogan. Mientras que, al mismo tiempo, Lacan podía plantear este límite. Imposible tarapeutizar el psiquismo, y que, si hay que calificar la acción del analista en esta dimensión de psiquismo, o de mental, si hay que calificar su acción, es con otras coordenadas que las de la terapéutica. La noción de esta imposibilidad se desprende lógicamente del hecho que es impensable reparar el defecto profundo del psiquismo, reducir la inadecuación radical – aunque lo admitimos sin duda, pero no hago valer aquí sino una relación lógica. Sin embargo, hoy está en camino de enraizarse en el psicoanálisis una rutina del uso, como se expresaba Lacan, haciendo del efecto terapéutico el alfa y el omega de la disciplina, e incluso su justificación. Es esto lo que me impidió quedarme en el puerto, es esto lo que me obliga a relanzar nuestro barco, porque dar este centralismo a la acción terapéutica no es más que ceder a lo que el mundo reclama de ahora en mas del psicoanálisis, para sus fines propios, para sus fines de utilidad, para sus fines de gobernar. Es ceder, es abrir las puertas de la ciudadela psicoanalítica, y dejar este prejuicio extenderse en ella. El prejuicio terapéutico es el caballo de Troya, por el cual penetra, en lo que yo llamaba la ciudadela analítica, la Escuela analítica, el Campo freudiano, el discurso que prevalece en el mundo. Creemos salir del entre nosotros, como decimos, cuando en verdad hacemos entrar el afuera – no salimos, hacemos entrar. Y el caballo de Troya es la figura mítica del regalo envenenado. La inversión que Lacan aportó en el psicoanálisis consistió por el contrario en constituir el psicoanálisis puro, aquel que se llamaba antiguamente el psicoanálisis didáctico, aquel que hace del analizante un analista, incluso en potencia, constituir el psicoanálisis puro como la forma perfecta del psicoanálisis, su forma acabada. Por el contrario, forma restringida, forma reducida, que el psicoanálisis a secas, aquel que interfiere la preocupación terapéutica, con lo que Lacan llama, en la página 231 de los Escritos, los cortocircuitos y los temperamentos que motiva la preocupación terapéutica. La preocupación terapéutica conduce a retener la potencia que se desprende del procedimiento analítico mismo, conduce a interrogarse sobre, si puedo decirlo, la dosis de verdad que un sujeto puede soportar en un momento dado, la dosis de verdad que puede asimilar – esto es siempre válido – pero también la dosis de verdad que es para él soportable sin una incomodidad excesiva o sin que lo que lo sostiene en el mundo se derrumbe, no amenace con derrumbarse. Por lo tanto, cuando la preocupación terapéutica domina, suspendemos lo que tiene de radical la operación analítica y esto conduce a impases, no dar la interpretación que en ese momento sería demasiado dura para escuchar o conduciría al sujeto a huir de lo que le sería allí revelado, o incluso a domesticar el filo de las cosas para que permanezca enmarcado en el procedimiento. Por lo tanto, no muy rápido, no muy fuerte, cuestión, yo lo decía, de dosificación. Y son estos frenos, estos límites lo que se suponen levantarse cuando uno se compromete en la dimensión de lo que llamábamos antiguamente didáctico, donde la preocupación terapéutica está apartada y donde la dinámica propia del análisis puede entonces darse a pleno. Por lo tanto, la inversión de Lacan consistió en hacer del psicoanálisis puro no un agregado, un suplemento del psicoanálisis a secas en su preocupación terapéutica, sino por el contrario considerar que la esencia del psicoanálisis, su verdad, era el psicoanálisis puro, y que su forma aplicada era una reducción. En su « Acta de Fundación » de la Escuela freudiana de París en 1964, si Lacan hace su lugar al psicoanálisis aplicado, es a título de la medicina; en la Sección que intitula de psicoanálisis aplicado admite no analistas si son médicos, y si pueden sin embargo contribuir al avance de la reflexión psicoanalítica. Entonces, invertir la inversión lacaniana, dar la primacía al psicoanálisis aplicado a la terapéutica, es simplemente regresar más acá de Lacan, y solo esto justificaría la expresión que he empleado, por primera vez, de un retorno a Lacan. Hablaba hace un momento del regalo envenenado. Y bien, quisiera este año, con este Curso, hacerles el regalo de un antídoto.(risas) Es un regalo. Segun Freud un verdadero regalo es un objeto del cual uno no se separa sino con dificultad, porque uno quisiera guardárselo. El verdadero regalo es aquel que va a marcarlos cuando lo hayan dado. Y eso se reconoce, es verdad, cuando se les hace un regalo cuyo donador no querría para sí mismo (risas) y cuando verdaderamente se les hace un regalo que sentimos que él se lo quedaría con gusto, por otra parte en esa ocasión les dicen: "He comprado lo mismo para mí" (risas). Pero en fin este antídoto del que hablaba podemos compartirlo Sí. No impide que yo haya sentido eso también, que después de todo, estando todos afectados, de todos modos podría serme placentero el guardar el antídoto para mí solo (risas). Lacan evoca esto al comienzo de su "Acerca de la causalidad psíquica » en los Escritos página 151. Confiesa esto: Yo me abandoné después de Fontenelle – bueno, dejemos a Fontenelle que vivió más de un siglo, que fue el presidente de la Academia de ciencias en el siglo XVIII, el autor de L’Entretien sur la pluralité des mondes -, Yo me abandoné después de Fontenelle, dice Lacan, a este fantasma de tener la mano llena de verdades para mejor cerrarla sobre ellas. Puedo también confesar que he tenido este fantasma. Lo he tenido porque mi pregunta era - ¿seré escuchado? ¿puedo serlo aún? Cuando mis ojos vieron toda una Escuela y sus alrededores, varias Escuelas, quizá todas las Escuelas del Campo freudiano, poseídas, desde hace ahora tres años, me parece retroactivamente, poseídas por un frenesí de psicoanálisis aplicado e invirtiendo viendo quien lo hacía mejor que los otros, los preceptos de Lacan, que sin embargo yo había machacado a toda una generación, y toda esta generación los había machacado también a su vez. ¡Extraordinario fenómeno de psicología de las masas! de las masas psicoanalíticas. En toda la extensión del Campo freudiano, pluri continental, ya no hay una ciudad que no quiera tener también su establecimiento de psicoanálisis aplicado (risas), es una cuestión de standing. ¿Y para qué enseñar? Si hay algo que está bien hecho para demostrar cuán vana es la pedagogía, es esta historia. No he podido no recordad la profecía de Lacan, formulada por él en un momento de pesimismo amargo, en el momento en que su Escuela mostraba su mala voluntad para adoptar lo que él proponía, el procedimiento llamado del pase para verificar el fin del análisis. En ese momento, Lacan, ¿cómo decirlo? un poco deprimido, había profetizado que el psicoanálisis rendiría las armas ante la civilización y sus impases. Yo no veía eso. Yo no veía esto así. En todo caso, allí donde he tenido que hacer algo, lo he hecho con la idea, que guardaríamos las armas, que no las rendiríamos. Incluso con los besos del vencedor, como en la Rendición de Breda de Velásquez. ¡Jamás! Y bien, por una vía que no imaginaba, he visto esto realizándose. En el presente. He visto esta rendición realizándose, por esta inversión que yo decía hace un momento, por el prejuicio terapéutico, por la reducción del psicoanálisis al ejercicio profesional del psicoanalistas confundidos con los psi y los trabajadores sociales, presentados como orientados, todos, por la enseñanza de Lacan y, al mismo tiempo, todos, animados por la preocupación del bienestar de sus contemporáneos, de la salud mental de sus conciudadanos. Puesto que todo esto, por supuesto ocurre en nombre de la Ciudad; La ciudad que ya no hay. La Ciudad no existe desde hace mucho, la vida social no se organiza más en Ciudades como en el tiempo de los Griegos, como en el Medio Evo o como en el Renacimiento. Podemos decir la sociedad. Es en nombre de la sociedad, de su potencia, de los deberes que tenemos hacia ella, que maravillosamente, la orientación de la enseñanza de Lacan coincidiría, convergería, y nos serviría a nosotros de trampolín para recibir reconocimiento y, como se dice, sub-ven-ciones. Somos aplaudidos. Recibidos con los brazos abiertos, luego de algunos momentos de desconfianza, por las autoridades que presiden lo que Lacan llama con su rudo lenguaje, el discurso del amo. Era necesario haber visto esto. Entonces, despierten (risas), porque está alrededor de ustedes y ustedes están adentro. No tengo la idea que basta que yo diga esto par que desaparezca. En absoluto. Pero en fin, tengo la idea de que al menos si no puedo impedirlo, puedo al menos impedir que se diga que proviene de Lacan (JAM enojado). Lacan no decía; partenaire del discurso del amo (con un tono cortante), decía; es el envés del psicoanálisis. Pero esto no detiene a nadie (con un tono disgustado). Es necesario que constate que esto no detuvo a nadie, antes que yo gritara, salvo el respeto que se me tiene..Lacan lo dice muy bien en la página 721 de los Escritos: Ningún pudor prevalece contra un efecto del nivel de la profesión. Es una frase que podría parecer opaca, si no se jugara en el presente. Ningún pudor, todo el mundo está en eso, sin ninguna disimulo, nadie tiene vergüenza de tocar los timbres, de seguir los programas gubernamentales de salud mental y de poner al trabajo a la gente que se forma en el análisis en función de requisitos formulados por el ministerio de salud. Ningún pudor, es un fenómeno del nivel de la profesión. Este efecto, dice Lacan, es – dice esto en 1971 creo, en fin hace mucho tiempo -, es el de enrolarse el practicante en los servicios donde la psicologización - es lo que podía decir en la época para el fenómeno -, donde la psicologización es una vía fuerte, propicia para esta suerte de exigencia bien especificada en lo social:¿ cómo rehusar hablar el lenguaje de aquello de lo que se es soporte? Entonces, esto se dice alegremente estos tiempos en una fórmula que - creo -, que me toman prestada: hablar la lengua del Otro. Hay que hablar la lengua del Otro. Y bien ! esto hace ver más bien porqué Lacan había forjado, para los psicoanalistas una lengua especial, una lengua cifrada, no la lengua del Otro sino la lengua del uno, y que aislaba a los psicoanalistas. ¡Sí! perfectamente (JAM levanta la voz), los psicoanalistas necesitan estar aislados, necesitan estar aislados del discurso del amo que prevalece en el exterior de su Escuela, Necesitan estar formados en una lengua especial. Y a parte. Necesitan un enclave. Lo que Lacan llamó una Escuela, es un enclave (con un tono guerrero), esto tiene leyes propias, distintas del resto de la sociedad –evidentemente, para subsistir, nos acomodamos a una ley de las asociaciones (con un tono más calmo), que es lo suficientemente liberal para permitirnos continuar nuestros pequeños asuntos en el interior. Lacan por otra parte refiere el nombre de Escuela a las escuelas antiguas, a esas comunidades filosóficas de la Antigüedad reunidas en torno de un saber y en general de un fundador, donde los primeros miembros se ligaron a este fundador, se formaron con él. Es lo que se dice de Epicuro. Primero entusiasmó a su propia familia antes de aglomerar a algunos en torno de él. Finalmente distinguimos cuatro grandes hombres como fundadores de la secta epicúrea. Se decía de manera consagrada: Epicuro y los otros. Esto designaba a los cuatro. ¡Una secta! Perfectamente. Una secta. Y esas escuelas antiguas eran concebidas, Lacan lo recordaba, como refugios y base de operaciones contra el malestar en la civilización, es decir como enclaves. Un enclave, sin embargo no es extraterritorial. Porque es un enclave hecho para hacer salidas al exterior. Pero la condición para poder hacer salidas al exterior, es que no dejamos entrar el caballo de Troya. Evidentemente entre salir y hacer entrar, la diferencia es radical, pero al mismo tiempo es ínfima. Y si dejamos entrar, y bien tenemos una disolución del lenguaje y de los ideales de la escuela, es lo que observamos todos los días en el presente; una disolución progresiva del lenguaje lacaniano en beneficio de la supuesta lengua del Otro. Lean con esta clave ahora las publicaciones que se producen y verán esto desplegarse a gusto. Hablaba de lo mas saliente, que era el prejuicio terapéutico, podría también hablar del culto del crecimiento, un siempre más, que parece ir de suyo, que hay que crecer y que lo pequeño, lo limitado, está allí completamente en desuso. Entonces, la consecuencia yo diría más manifiesta y para mí la mas lamentable de la infiltración del discurso del amo en la ciudadela del discurso analítico, es el llamado, llamado implícito, la aspiración, a el "al menos uno". Es decir que en definitiva el hecho que el discurso del amo se infiltre en el discurso analítico tiene como resultado, no inmediato, un poco diferido, de hacer surgir Uno que dice no (JAM golpea con el puño), el famoso, Existe x tal que no fi de x, aquel que no marcha en el plan. Y es así que me encontré, yo, aspirado para hacer ese guiñol, mientras que puedo decir y probar que es un papel que precisamente hice todo por abandonar. Más bien hice el papel del al menos uno, el al menos uno menos uno, en dedicarme a trabajos de escritura y sobre todo a abandonar todo cargo administrativo y de dirección. Debo constatar que he sido conducido, hace poco, a re endosar estos viejos hábitos abandonados. Puedo aún preguntarme porqué: ¿por que no dejar ir esto hacia donde va ? ¿Por qué interferir? Es Pascal quien lo dice: Cuando todos van hacia el desborde, nadie parece ir allí. Aquel que se detiene hace notar como son llevados los otros, como un punto fijo. Hubo algo de este efecto, porque lo que digo allí lo dije más amablemente en un congreso reciente, y esto desplazó un poquito las cosas. Un poquito. No detuvo nada en absoluto, esto continúa desbordándose por todos los costados y por todas partes. Pero en fin sentí de todos modos una pequeña vacilación. Y en el fondo me dije: Vamos, tratemos, en este pequeño espacio que me es dejado en este Curso, al menos que sirva para esto, tratemos de cavar un poco ese surco. Pero no es mi idea. Porque no era la idea de Lacan. La idea de Lacan, es manifiesta en el hecho de que el analizante del psicoanálisis perfecto, el analizante consagrado por la prueba del pase como habiendo acabado auténticamente su recorrido analítico o al menos habiéndolo llevado suficientemente lejos para proseguir solo, es decir por el auto análisis, este analizante, lo llamó Analista de la Escuela, y el entendía, en el fondo llamándolo con este nombre, que el Analista de la Escuela, producto de la practica analítica en vigencia en esta Escuela, sería responsable de la escuela, co - responsable de la escuela. Esto no marchó muy bien en la Escuela freudiana de París que era la Escuela de Lacan, fue trabado de mil maneras, y los pocos que habían sido nombrados Analistas de la Escuela son, la mayoría, quizá todos, desconsiderados en el momento de la disolución de la Escuela freudiana en 1980-81. Pero la experiencia fue retomada en la Escuela de la Causa freudiana: el fenómeno presente, a mi parecer, obliga a poner de manifiesto una constatación de fracaso. Ni uno se levantó contra la inversión de la inversión. En fin, ni uno, hubo algunas inquietudes, algunas alertas, dadas por muy poco. Por lo tanto corrijo gustosamente mi diagnóstico. Y lo corrijo tanto más cuanto que de hecho, la Escuela de la Causa freudiana, hay que decirlo, prescinde muy ampliamente de los Analistas de la Escuela. Es decir, los utiliza, en su frescura, para hablar de su propio análisis y de su propio pase, en el impulso de su pase, y consideran que al final de tres años ya perdió frescura. (risas) El título es temporario. No se lo reprocho a nadie porque es muy posible y es incluso muy probable e incluso casi seguro y es así por otra parte (risas) que yo dije que tenía la idea. Dije tener la idea hace mucho tiempo constatando la falla de los precedentes. Por lo tanto propuse que los nuevos, se los tome en su frescura. Pero, en vista del fenómeno presente, me parece que el hecho de que se llame al mayor número ex AE, en definitiva los exime de su responsabilidad, en tanto que los necesitaríamos, no simplemente para narrar su pase, sino para centrar los impases de la civilización, donde la civilización, el movimiento del mundo arrastra al psicoanálisis. Entonces, quizá sería necesario restablecer, en las Escuelas del campo freudiano, una comunidad de los AE, donde los ex AE reencontrarían su título de AE, habría los AE en vigencia, y habría, como lo previó Lacan, los analistas de AE también. El restablecimiento de una tal comunidad, o forjar una tal comunidad, sería quizá la última oportunidad para darle a la idea de Lacan. Podemos soñar que tal comunidad podría jugar el papel de brújula, sin que tengamos necesidad de recurrir al teatro del al menos uno. Esto me parecería algo aliviador y tambien dejaría un porvenir. Esto servirá quizás de nada, pero en fin dejaría una oportunidad, si su misión es velar para que el psicoanálisis aplicado a la terapéutica ceda el paso al psicoanálisis puro. Bueno, me dejo llevar – no demasiado, un poquito -, esto me ayuda a hacer este Curso. Puro y aplicado, es de todos modos una distinción que es problemática, y entiendo, este año, cuestionarla. Comenzaría por inspirarme en un texto que encontré y que me enseñó cosas sobre la distinción puras y aplicadas en las matemáticas. Es una problemática, parece, que no emergió sino tardíamente, la oposición de las matemáticas puras y de las matemáticas aplicadas. Emergió, parece, en la segunda parte del siglo XIX, en el momento en que el centro mundial, el hogar del pensamiento matemático se desplazó de Paris a Berlín, y, en el impulso, a Gottingen con la escuela de Hilbert. Mientras que, en efecto – esto pone en orden cosas que yo sabía por otra parte -, en el siglo XVI, en el siglo XVII o en el siglo XVIII, los matemáticos no hacían esta distinción por lo tanto se ocupaban sin hacer jerarquía, también de cuestiones que se considerarían hoy como fundamentales como cuestiones de artillería, de fortificación, de agrimensura, de astronomía, de cartografía, de navegación, en el siglo XIX de probabilidades, de representaciones. Y en el fondo fue con Hilbert, culminando en su famoso programa de 1902, que tomó la delantera la concepción axiomática y estructural de las matemáticas. Entonces, esto no puede sernos indiferente puesto que esta escuela de Hilbert, que extrajo el concepto axiomático y estructural de las matemáticas, inspiró y fue radicalizado por la escuela bourbakista, por Bourbaki, luego de la segunda guerra mundial, aquí, en París, en Francia, y hay evidentemente una consonancia entre el estructuralismo matemático de Bourbaki y la inspiración levistrausiana que Lacan recibió y que transpuso en psicoanálisis. Un historiador americano habla, a propósito de Bourbaki, de una ola de pureza que recubrió el ejercicio profesional de los matemáticos. Y Jean Dieudonné, uno de los grande boubakistas, calificaba lo que llamaba la elección boubaquica – q.u.i.c.a – es asi como se expresa, deciento: Cuanto más abstracta es una teoría, más elimina lo concreto y lo contingente, y más puede alimentar la intuición. En el fondo, cuando más abstracta, mas, en definitiva, se podrá utilizarla en lo concreto, se podrá llenarla de contenidos empíricos. Entonces, voy a citarles un pasaje de un artículo célebre desde el punto de vista bourbakista, un artículo que se llama "La arquitectura de las matemáticas" y que figura en un volumen aparecido después de la guerra. Es un artículo que he leído – es un dato biográfico-, es un artículo que he leído en el volumen que poseía Lacan, El leyó este articulo. Esto es lo que encontramos allí, verdaderamente vemos que Levi-Strauss es muy cercano. En la concepción axiomática, dice este artículo, la matemática, aparece en suma como un reservorio de formas abstractas, las estructuras matemáticas; y ocurre – sin que sepamos bien porqué – que algunos aspectos de la realidad experimental vienen a moldearse en algunas de estas formas, como por una suerte de preadaptación. En el fondo, este es el nudo de la inspiración estructuralista, y es en esto que los boubakistas se apoyaron para extraer la noción de matemática pura, es decir estructural. Ahora, observamos, en el movimiento propio de las matemáticas, una báscula, que llevó y que lleva en nuestros días, a que las aplicaciones de la matemática tomen más importancia que sus formas puras. – en todo caso mas importancia que antes. Les cito el texto de una epistemóloga que no conozco más que por este texto. Dahan Dalmedico: En Francia – toma como referencia 1987 , en Francia, el coloquio realizado en 1987 sobre las "Matemáticas por venir » es significativo este giro; los matemáticos de todos los horizonte, reunidos defienden a la vez una ambición histórica de su disciplina par comprender el mundo y sus innumerables posibilidades de aplicaciones que los medios nuevos de cálculo han multiplicado. Ellos presentan una semi autocrítica sobre el carácter demasiando formalista y abstracto, separado de las otras ciencias y de la práctica, que pudo tener su enseñanza, en particular después de la reforma de las « matemáticas modernas ». Y la conclusión es esta, que, para nosotros en contacto con lo que yo llamaba el fenómeno presente, está hecho para resonar, y nos muestra que el psicoanálisis es llevado hoy por un movimiento al que los matemáticos no escapan, es decir que esto no es una anécdota: es un movimiento de fondo. Esto me ha parecido impactante. Las representaciones ideológicas de la disciplina por sus actores dejan lugar – dice – a otras representaciones que ellas mismas privilegian otros valores: los lazos con el poder, la capacidad para obtener contratos (risas) o suscitar interacciones, el dinamismo empresario el carácter pragmático y operacional de los resultados. No es aun seguro que todas estas personas considerarán largo tiempo que hacen el mismo oficio. Este es el fenómeno que habita el movimiento de las matemáticas, el moviendo interno de las matemáticas que es alejarse de la prevalecía de las matemáticas puras para valorizar las aplicaciones de las matemáticas y, con estas aplicaciones, las relaciones con el poder, los contratos, las empresas, el carácter pragmático y operaciones de los resultados. Creeríamos que se describe aquí lo que se produce hoy en el Campo freudiano. Y por lo tanto, una vez que pasen los gritos de indignación que he sacrificado – lo que va bien con el papel del al menos uno -, podemos constatar que estamos en contacto con el movimiento del mundo y que el psicoanálisis también sufrió la incidencia de ello. ¿Y en el fondo cómo podría ser de otro modo? Entonces, los psicoanalistas, como los matemáticos, no sacrifican el primum vivere : primero sobrevivir, y el primero sobrevivir implica una adaptación al contexto. Pero – es la otra rama lo que constituye la alternativa – digamos, para quedarnos en latín, la advertencia de Juvenal: et propter vitam vivendi perdere causas – y para salvar la vida perder las razones de vivir. Y por lo tanto estamos entre conservar el primum vivere, que es la condición de todo, y al mismo tiempo, para esta sobrevida, no sacrificar la razón de ser del psicoanálisis. Ahora, no me parece excesivo decir que el psicoanálisis puede morir por su complacencia con respecto al discurso del amo. El discurso del amo supone una identificación del sujeto por un significante. amo: Este significante amo, puede tomar el valor de ser la cifra, condición de la evaluación, es también la explicación, y es también la categorización. No se conocerá sujeto más que en tanto estará afectado por una categoría, el niño, el adulto, el viejo, por ejemplo, categorías que reparten a la población, y por lo tanto no es el sujeto al que conoceremos, conoceremos un ejemplar de la categoría. De este modo, el discurso del amo produce un cierto número de categorías y de categorías clínicas. Cuando formulamos. La obesidad es el mal del siglo después de haber formulado La depresión es el mal del siglo – está puesto en juego sucesivamente-, tenemos una clínica del amo en la que estamos evidentemente obligados a alinearnos. Somos llevados a validar estas categorías aportando refuerzos con lo que nosotros, con las reservas o con el saber que nosotros hemos acumulado por otra parte. Hay que decir, este funcionamiento está en vías de darse a pleno. El discurso del amo, especialmente en Europa pero también en los Estados Unidos, es actualmente pródigo en una nueva clínica, una clínica de significantes amo, que nuestros colegas italianos llaman gentilmente monosintomáticos. Para decir que se trata de una clínica organizada por significantes amo. Sobre la base de estos significantes amo se pone al trabajo el saber, S2: En particular se pone al trabajo el saber del psicoanálisis, que está allí en posición de esclavo, inscripto en la estructura del discurso del amo. No son abstracciones, son verdaderamente estructuras significantes, en efecto, donde no tenemos dificultad en encontrar el contenido empírico que se nos presenta todos los días y que se ostenta. El problema, es que hay un elemento en todo caso que queda allí inasimilable, es el factor que tiene virtualmente la posibilidad de desreglar el conjunto, pero se encuentra en el fondo rechazado por este discurso: Mientras que es precisamente este elemento: a, inasimilable, que ocupa el primer puesto en el discurso del analista que funciona con un saber inexplicable: S2, es decir un saber que no puede encontrar su lugar en el funcionamiento del discurso del amo que exige por el contrario la explicitación y la transparencia. Y el sujeto en función en el discurso del analista: $, es un sujeto que no está allí capturado en tanto que portaría rasgos, en tanto que portaría significantes amo. Esos significantes amo: S1, por el contrario, son rechazados y por el solo hecho de comprometerse en la experiencia analítica, podemos decir que el sujeto está virtualmente despojado de ellos: Por lo tanto, no es en tanto que ejemplar de una categoría de la población que se hace un análisis. Y cuando uno va a establecimientos que están orgullosamente bautizados con esos significantes amo: Vengo como SDF, vengo como precario, vengo como niño, vengo como obeso, vengo como etc., ya al admitir eso, estamos en el costado del discurso analítico. Entonces, podemos ciertamente introducir una dialéctica, y decir: primero es necesario que el sujeto admita sus significantes amo para poder desembarazarse de ello – el lenguaje permite aquí todos los giros de prestidigitación. No obstante esas estructuras son la inversa una de otra. Y lo que Lacan llamó el revés del psicoanálisis es el discurso del amo. No se puede servir a dos amos a la vez. No se puede servir al discurso analítico y al discurso del amo al mismo tiempo. Se puede servir al discurso analítico y, en un acercamiento de doble verdad, hacer valer, en el discurso del amo, que no seremos la completa subversión. El problema es que la máscara que llevamos sobre el rostro, termina por incrustarse, y cuando se incrusta, la diferencia se desdibuja. Entonces, es cierto que el peligro de los efectos terapéuticos rápidos es que hacemos funcionar – ¿cómo decirlo de otro modo ? hacemos funciona un significante como significante amo para el sujeto (JAM subraya S1 en el discurso del amo), para permitirle referirse, por lo tanto lo identificamos – lo que hacemos también en el discurso analítico pero con el tiempo para que eso se deshaga -, obtenemos un efecto terapéutico rápido por la elección rápida de un significante amo susceptible de fijar al sujeto. Y obtenemos un cierto ordenamiento de esas cadenas significantes a partir de ese significante amo. Y prestamos atención a no tratar el factor suplementario, el factor pequeño a (JAM apunta el a del discurso del amo) Por lo tanto no podemos obtener efecto terapéutico rápido sin hacer referencia al discurso del amo, aunque más no fuera por el hecho de que allí focalizamos sobre el síntoma que es exactamente la inversa de lo que habitualmente hacemos en un psicoanálisis propiamente dicho. Volveré a esto. Doy aquí lo que será la problemática que querría seguir este año. Diré un palabra ahora sobre el título que he elegido y que anuncié al comenzar, que no es en absoluto atronador como lo que profeso hasta el presente, puesto que he dicho – había un cierto número de retardatarios que sin duda pensaban estar a la hora de mi retraso (risas) -, anuncié Cosas de finura en psicoanálisis. No espero en absoluto hacer esto groseramente. Finura, es la palabra que emplea Freud en un texto que quería comentar un poco, no tendré tiempo de hacerlo hoy, « Die Feinheit… », "La finura de un acto fallido", es un pequeño texto donde deshace, deconstruye un acto fallido consistente en un lapsus calami, y dice la finura. Pero no dije die Feinheit, dije cosas de finura, pensando en Pascal y en su oposición del espíritu de geometría y el espíritu de finura. Lo cito, es el primer pensamiento de Pascal en la edición Brunschvicg y ka 512 ava en la edición Lafuma: Lo que hace, pues, que ciertos espíritus finos no sean geómetras – lo digo enseguida: cito este pasaje porque pone de relieve lo que hay que llamar el desfallecimiento del matema, es Pascal matemático quien como se sabe, lo adivina, es lo que no es satisfecho por la estructura -, : Lo que hace, pues, que ciertos espíritus finos no sean geómetras entonces tomamos aquí geómetras como matemáticos. Lo que hace, pues, que ciertos espíritus finos no sean geómetras es que no ven lo que tienen delante, y que acostumbrados a los principios perfilados y globales de la geometría, y a no razonar sino después de haber visto bien y manejado sus principios, se pierden en las cosas de finura, en que los principios no se dejan manejar de esta suerte. No se ven apenas, se sienten más que se ven; cuesta infinitos trabajos hacerlos sentir a quienes no los sienten por sí mismos; son cosas tan delicadas y numerosas, que es menester un sentido muy delicado y agudo para sentirlas, y juzgar derecha y justamente de acuerdo con este sentimiento, sin que las más de las veces sea posible demostrarlas por orden como en geometría, porque no es así como se poseen los principios de ella, y sería una faena infinita el intentarlo. Es preciso ver súbitamente la cosa en un solo golpe de vista, y no con un razonamiento progresivo, por lo menos en una cierta medida. Y acontece raramente, por esto, que los geómetras sean finos y que los finos sean geómetras, debido a que los geómetras quieren tratar geométricamente estas cosas finas, y resultan ridículos intentando comenzar con definiciones siguiendo por los principios, cosa improcedente en esta suerte de razonamientos. Y bien, es una manera para nosotros de evocar allí donde desfallece el matema Lacan, en el fondo, fue un bourbakista, como todos los estructuralistas, y su enseñanza comenzó, ustedes lo saben, por la primacía de lo simbólico. Es decir, primeramente, por un rechazo de lo real, en el sentido en que la cuestión de lo real no será planteada. Mientras que, en segundo lugar, lo imaginario aparecía como relevado por lo simbólico, en el sentido de la Aufhebung hegeliana, relevado, superado por lo simbólico, y es lo que Lacan llamo, con un término que he subrayado, significantización. Lo que supone que la representación digamos imaginaria, el término imaginario, esté barrado, anulado, incluso mortificado para ser elevado al rango de significante. Y he mostrado que todos los comienzos de la enseñanza de Lacan consisten en significantizar los términos aun imaginarios en los cuales organizábamos la experiencia analítica. Precisamente, si lo real vino en primer plano de la última enseñanza de Lacan, es en tanto que es lo que no puede ser relevado por lo simbólico, lo que no puede conocer esta Aufhebung, esta significantización, y que permanece inasimilable. De donde una ruptura entre simbólico y real, que condujo a Lacan a reintroducir lo imaginario como tercero, como el término que los anuda: Es lo que lo ha conducido, sino a reencontrar, al menos a utilizar, de manera prevalente, el nudo borromeo. En todo caso es lo que yo sostengo este año, que el punto de partida del nudo borromeo, es la ruptura, la fractura, entre simbólico y real, y lo imaginario tiene como función anudarlos. De allí el llamado al nudo borromeo donde, por supuesto, los tres elementos están objetivamente en la misma posición unos con respecto a los otros. Que lo real sea inasimilable hace que siempre sea introducido por un no – n.o.-, es una positividad que no puede ser abordada más que por el negativo, en todo caso en tanto que depende de lo simbólico, es decir en su cara de imposible Es necesario que haya una articulación simbólica para que podamos decir: Algo es imposible. En un mundo donde la articulación significante falla, todo es posible. Podemos hacerlo valer comparando la imagen del mundo mágico del renacimiento con la trasformación que esta imagen sufre cuando el discurso de la ciencia viene a imponer su grilla. Con la ciencia comienza lo imposible, y antes tenemos un mundo por el contrario donde todo es posible, especialmente en el Renacimiento donde el cosmos de la edad media ya se había resquebrajado. Por lo tanto tenemos, en una vertiente, lo real depende de lo simbólico. Pero, en otra, y es lo que Lacan deja percibir -, es la autonomía de lo real. Y su muy última enseñanza está desgarrada entre dos posiciones: la de una autonomía de lo real que trata de animar, y del otro lado, el apresamiento de lo real entre simbólico e imaginario. Esta cuestión abstracta se encarna en el problema que plantea desde entonces el estatuto del psicoanalista: ¿el analista tiene un estatuto a nivel de lo real? Que lo tenga en lo imaginario, es muy claro, que lo tenga en lo simbólico, basta para situarlo su función de receptor y de quien puntúa, pero ¿hay un estatuto del analista en lo real? Lacan, en su última enseñanza, no dudaba en proceder a una degradación sociológica del análisis y a dibujar al mismo tiempo su salvación planteando la pregunta, lo cito – cito un escrito de Lacan, el último de los Otros escritos, la formulación brutal solo es más valiosa por saber que está calibrada exactamente con la pluma en la mano: ¿Hay casos donde otra razón los empuja a ser analista que instalarse, es decir recibir lo que llamamos corrientemente la pasta?(risas) Es mirar de frente que el psicoanálisis, en efecto, es una profesión. Hay un nivel, en el psicoanálisis, que es el nivel de la profesión. Y es a este título que Lacan quiso someter la profesión a la prueba de la verdad. Es lo que llamó el pase. Eso consiste en poner la profesión a la prueba de la verdad sabiendo que la vedad es un espejismo, es decir que no puede sino mentir sobre lo real, que no hay adecuación de la palabra y lo real. Entonces, ¿hay casos donde hay otra razón que los empuja a ser analista que recibir plata? Bien, hay. Yo por ejemplo, yo recibo plata, es verdad, pero he sido el primer sorprendido, porque en el fondo lo que me llevó a ser analista es estrictamente lo que hago ahora, lo que me llevó a ser analista es no ceder. Me volví analista estrictamente determinado por la adversidad, los que conocieron conmigo la época de la disolución de la Escuela freudiana saben lo que quiero decir. No pensé abrazar esta carrera y dedicarme a esta profesión antes de encontrar a aquellos que no querían en absoluto, he! que yo entrara, (risas) Y es por un decir que no como entré allí. Por lo tanto no es sorprendente que finalmente en alguna parte debo tener el jubilo de ser aún hoy el que dice que no. Es un ejemplo. En todo caso hay otra razón además de la de recibir plata que me empujó a ser analista. Y no soy el único, hay otros que tuvieron su manera de deslizarse allí. Y por lo tanto se trata de saber lo que eso debe a lo simbólico, a lo imaginario y a lo real. Por lo tanto, lo que quisiera este año, bajo el título de Cosas de finura en psicoanálisis, es examinar, para decirlo de modo kantiano, el psicoanálisis desde el punto de vista pragmático, es decir lo que el psicoanálisis hizo de sí mismo, o puede hacer de sí mismo, parafraseo aquí a Kant en esta fórmula. Y entiendo examinar esto con la ayuda del agujero que hay entre estructura y contingencia. Hay un agujero entre los conceptos fundamentales del psicoanálisis organizados como estructura, y de los cuales da una idea estos matemas en el pizarrón – he constatado con pesar que continuaban hablando entre nosotros de setting en tanto que Lacan dice discurso, el setting es un concepto barroco que mezcla a la vez datos de estructura y luego datos secundarios como el emplazamiento, el número de entrevistas, etc, no se trata de setting se trata del discurso analítico-, por lo tanto esta es la noción de una estructura, y hay un agujero con lo que es contingente. Lo que es contingente está separado del concepto – forma parte del concepto de la contingencia. Un caso particular, no es un caso de una regla, no es el ejemplar de un universal, no es la ejemplificación de lo general. Y la pragmática es precisamente la disciplina que intenta encontrar la regla a partir de un caso particular, es decir que toma en el fondo el caso particular siempre como una excepción a la regla. A partir de allí, el caso particular es una cosa de finura, que debemos abordar con lo que Pascal llamaba el espíritu de finura y que Kant llamaba, en su lenguaje menos elegante, un juicio que reflexiona. Es allí, es en ese hiato donde se desliza esta práctica mal ubicada que llamamos control, El control es lo que se supone tapona la hiancia entre estructura y contingencia. Y me gustaría que pudiéramos decir sobre el control – palabra de la que a veces se hace un uso abusivo -, me gustaría que pudiera decirse sobre el control cosas mejor estructuradas si puedo decirlo. Y luego, en la misma línea, se plantea la cuestión de la educación del psicoanalista. Prefiero aun decir educacón antes que formación. Esto deja ver mejor lo exorbitante del tema, porque si hay un dominio donde la pedagogía no puede mucho, no puede nada como lo decía hace un momento, es este. Y por lo tanto hay que saber aquí lo que el analista debe a su análisis, lo que el analista debe a su experiencia de pacientes y bajo qué forma, y lo que podría deber a otras disciplinas. Existe también lo que invalida la pedagogía en psicoanálisis, es que el saber se paga, es decir se adquiere a expensas del sujeto. La transmisión según la imagen de los vasos comunicantes no da cuenta de este pago. Pero eso se paga. Y el saber que se puede adquirir en el análisis mismo se paga. He jugado sin duda yo mismo con demasiada ligereza. Pero yo pensaba, que eso debería estar en una muy pequeña superficie, a título experimental – he jugado con un dato sin embargo constante y radical de la experiencia analítica, la gratuidad, he jugado a sustraer el dato del dinero. Y lo que he descrito cmo el fenómeno presente se debe sin duda en amplia medida a la sustracción de este elemento. El dinero no es solo la pasta, como decía Lacan, destinada a proveer a las necesidades del interesado y de su familia, es aún un elemento que tiene la propiedad de matar todas las significaciones y que opera por sí mismo una acción de límite. El siempre más que he señalado hace un momento, está evidentemente articulado, esta vez, no a la adquisición del dinero, sino al abismo que su desaparición arrastra, ese llamado sin límite de una demanda a la cual no sabemos sustraernos. En fin, pragmática. Digo también pragmática porque el saber hacer tiende, en el psicoanálisis a suplantar el saber, la pragmática tiende a suplantar lo epistémico. Hay que reconocer a la vez este movimiento en lo que lo funda y al mismo tiempo ajustarlo. Es lo que querría tratar este año en lo que es en el fondo un ejercicio de anticipación: ¿A dónde va el psicoanálisis? Si seguimos las indicaciones del tiempo presente:; ¿A donde va el psicoanálisis? Y según nosotros ¿A dóndedebe ir? Suponiendo que él pueda. Hasta la semana que viene. (aplausos) |
Traducción: Silvia Baudini |