Por Aníbal Leserre

Un nuevo número de Lacaniana sale a la luz. El lector encontrará a simple vista algunos cambios con respecto a los números anteriores, pero también una continuidad. Esta vez, bajo el nombre de "La disciplina psicoanalítica", mostrando efectos del mantenimiento de los principios que fundan y fundamentan una clínica que responde. Continuidad de la actualidad del legado de Freud, vigencia de la enseñanza de Lacan, pero que no es simple repetición al vacío gracias a la Orientación lacaniana, que ubica el concepto de Escuela como central en la política del psicoanálisis y hace del deseo del analista el instrumento apropiado para hacer existir el psicoanálisis en lo contemporáneo.

En este número la vigencia del tema de cómo relatar los casos encuentra, en el trabajo de Éric Laurent una orientación precisa y transmite que la exigencia del bien-decir es uno de los nombres de la lógica de la experiencia analítica. Un bien-decir que se encuentra en los testimonios de tres AE (Analista de la Escuela) mostrando que la serie es posible, y en donde cada uno sustenta la demostración de su propio caso. También, los casos clínicos presentados testimonian de una orientación del tratamiento de lo real, de un problema de goce para cada sujeto. Respuestas frente al pasaje al acto, a la relación del sujeto al Otro y su modificación, en instituciones, frente a ataques de pánico, sobre el momento de concluir el análisis de un niño, a las identificaciones, a las urgencias subjetivas, etc. A su vez, la temática del suicidio –de suma actualidad– encuentra en estas páginas la interrogación necesaria en contra del prejuicio del no saber. Por último, en polémicas respuestas a los intentos de denigrar el psicoanálisis, sostenemos que no se trata de una defensa desde el ‘somos mejores’, sino de orientación.