Volúmenes de las Jornadas | ||||||||||||||||
El psicoanalista y sus síntomas | ||||||||||||||||
El Síntoma Cualquiera o El Síntoma Del Analista | ||||||||||||||||
Por Samuel Basz Los síntomas de los analistas, considerados como una modalización sintomal, como suplencia, son los que le conciernen a su condición de sujeto. En cuanto a su envoltura formal, eso sí, tanto la inhibición como la angustia y los síntomas particulares de los analistas "en tanto tales" dependen de las exigencias del acto analítico en el dispositivo mismo y de su posición en relación al Otro en la vida asociativa de la ciudad analítica. Estas formas sintomales de los analistas son privativas del carácter que Miller llama "incasillable" del psicoanálisis, incasillable en ninguno de los discursos precedentes, ni en el del amo, ni en el de la histérica, ni en el del discurso universitario.' La "soledad" del psicoanálisis, que resulta de su condición incasillable, influye tanto en la necesidad de los analistas de agruparse como en la facilitación para constituir una "posición"; posición en la que cada uno, reivindicando sus derechos al saber hacer, puede abroquelarse en su propia práctica; donde todos, emparejados por el derecho al goce de los textos de los padres muertos del psicoanálisis, pueden ausentarse del Otro por poco que éste encarne una autoridad en el saber: verdadera xenopatía epistémica. Pero los síntomas de los analistas, desde la perspectiva de su envoltura formal, no permiten construir una tipología propia, no se los puede clasificar en familias de síntomas, no se puede decir que hay "tipos" de síntomas de los analistas por fuera de la clínica que conocemos, que es -por otra parte - "una clínica de antes del discurso analítico".[2] Sin embargo, tiene toda su importancia dilucidarlos, y conviene hacer jugar su incidencia en la clínica como modos de ordenamiento de las repeticiones que se justifican por la exploración, por parte del sujeto analista, del Otro goce. Y esto tanto en las contingencias de su práctica como en su relación con el saber. Cuando el psicoanálisis despliega su propia lógica respecto de los síntomas, se pasa de una clínica de lo descriptivo a una clínica de lo demostrativo. Si los casos freudianos, aún antes de los historiales, inauguran una transformación de la diagnosis es porque son demostrativos de la radicalidad del inconsciente. Así, los síntomas de los analistas son también demostrativos, pero demostrativos del estatuto epistemológico del psicoanálisis. Los síntomas de los analistas, sin embargo, no son demostrativos de la especificidad del estatuto del síntoma en la economía subjetiva del analista en tanto tal. I) Del síntoma cualquiera Es muy difícil pensar que Lacan no fuera sensible a las resonancias del significante "cualquiera" (quelconque); es decir que cuando él ubica en la "Proposición del '67", en la fórmula de la transferencia, al significante q (significante cualquiera), tiene en cuenta que el cualquiera no es solamente el no importa cuál, lo indiferente. Quelconque viene del latín qualisqunque (de cualquier clase que, cualquiera, como quiera, quien quiera) y de qualislibet (cualquiera). Giorgio Agamben,[3] al hacer un análisis de la enumeración escolástica de los trascendentales (quodlibet ens est unum, verum, bonum seu perfectum -cualquier ente es uno, verdadero, bueno o perfecto-), dice que "el término que condiciona el significado de todos los demás es el adjetivo quodlibet. La traducción habitual en el sentido de "no importa cuál", "indiferentemente", es desde luego correcta, pero formalmente expresa justo lo contrario del latín: quodlibet ens no es el "ser no importa cual", sino "el ser tal que, sea cual fuere, importa"; este término contiene por otra parte un reenvío a la voluntad (libet): "el ser cualquiera está en relación con el deseo". El sujeto que está en cuestión en el análisis no toma la singularidad en su indiferencia respecto a una propiedad común (a un concepto, por ejemplo: ser neurótico, perverso, psicótico), sino que toma su singularidad en su ser de goce. Con ello la singularidad se libera del falso dilema que obliga a elegir entre la particularidad del síntoma y la inteligibilidad del universal. Pues en el psicoanálisis, en tanto se trata de lo textual como enunciación, lo que se escucha es lectura de un texto que no es ni el universal ni el individual en cuanto comprendido en una serie, sino la singularidad del síntoma cualquiera sea, como modo de gozar de su inconsciente. En esta singularidad cualquiera, el ser como ser de goce está recobrado fuera de su tener esta o aquella propiedad que identifique su pertenencia a este o aquel conjunto (los neuróticos, los psicóticos, los perversos); el ser retomado en el síntoma no lo es respecto de otra clase (tal o cual de los discursos), ni lo es respecto de la ausencia genérica de toda pertenencia (fuera de discurso), sino que el ser retomado en el síntoma lo es respecto de su ser cualquiera como ser del lenguaje. II) Demostrable y transmisible Los síntomas de los analistas no admiten la certeza, que es la que "puede transmitirse por que se demuestra". Los síntomas de los analistas, pantomimas de la falla en que consiste el psicoanálisis como saber, tienen el valor de la doxa, de la opinión. Comentando la "Introducción a la edición alemana de los Escritos", Miller afirma que "la práctica se satisface perfectamente, en todo su abanico, con la opinión verdadera: se satisface con la opinión, y si ella es verdadera, ¡¡es aún mejor!!". Pero es en este mismo texto que Lacan reclama la necesidad de certeza, "en efecto, Lacan no se satisface del hecho de que se puedan clasificar los síntomas, que se puedan reconocer familias de síntomas, especies de síntomas, que pueden tener un valor predictivo: según se los clasifique de un lado o del otro, se prevé una tal evolución. Es una definición del saber; el saber como previsión". Pero Miller se pregunta ¿Porqué no satisfacerse con la justa tipología de los síntomas y porqué hacer un llamamiento a la exigencia de certeza?[4] Ahora bien, si tiene interés ubicar el síntoma cualquiera es porque él sí es susceptible de certeza, apunta al saber demostrable y transmisible más allá del pathos, más allá de la retórica. El síntoma cualquiera es el resultado del análisis, por eso es el síntoma del analista propiamente dicho, y es en tanto tal que se puede escribir en materna. Decir el síntoma del analista es tan fuerte como decir el deseo del analista. III) De su estatuto ético Por su parte los síntomas en bruto no tienen un estatuto ético, su estatuto óntico se impone, no hace falta como en el caso de las formaciones del inconsciente que el analista sancione su estatuto propio. Los síntomas en transferencia tienen un estatuto mixto: participan del estatuto del inconsciente por un lado e imponen su presencia por medio del núcleo de goce que los habita. El Σq. como síntoma del analista es resultado del tratamiento de los síntomas particulares bajo transferencia, y su posibilidad de transmisión y demostración está vinculada a la certeza como resultado exhaustivo de una operación lógica de purificación del núcleo de goce que define al Σq. como síntoma singular. IV) Síntoma y creencia Lacan vincula certeza y real pero es para distinguir "dos reales": hay un real para la ciencia y hay un otro real para el psicoanálisis, que es lo real del inconsciente. "Lacan definía lo real propio de la ciencia como lo real del número, arraigándose en el lenguaje, y un otro real, aparejado a otro tipo de certeza, de la demostración y de la transmisión."[5] "La demostración. En efecto se accede a lo real por lo imposible. En la ciencia es la lógica lo que lo pone en evidencia. Y bien, en el psicoanálisis también se accede a lo real por lo imposible, pero por un imposible muy singular, que se demuestra por la contingencia y no por la necesidad. "Lo real propio del inconsciente, ese real especial, original, lo designa Lacan con la fórmula de la no relación sexual. Lo imposible, demostrado por la contingencia, es lo imposible de la relación sexual demostrado por la contingencia de las relaciones sexuales, de los encuentros, etcétera. Y es este real que es transmitido por la fuga del discurso .”[6] El pasaje de los síntomas particulares del analizante al síntoma cualquiera del analista se obtiene por medio de este proceso lento, sin atravesamientos bruscos, proceso de demostración de lo imposible por la contingencia en el interior del dispositivo analítico. Pero es en el procedimiento del pase en el que es posible demostrar la certeza subjetiva por lo necesario del síntoma cualquiera. Esta posibilidad de certeza, demostrable y eventualmente transmisible, es propia del síntoma cualquiera. Es el síntoma del analista que se diferencia de la angustia en tanto en ella la captación de la certeza es por la vía del afecto, y que se diferencia de las inhibiciones y síntomas particulares en que éstos dan cuenta de la creencia como posición subjetiva pero no de la certeza. Certeza respecto de la cual la apuesta de Lacan es hacerla demostrable y transmisible: ni patética ni retórica. Por eso el pase parece perfilarse como la instancia que permite una relación "menos mediatizada con lo real en juego en la experiencia".[7] Me parece de gran utilidad distinguir el Σq. en tanto síntoma del analista y diferenciarlo también del sínthome. El sinthome es algo dado en la estructura, no es algo que se obtiene necesariamente del análisis. Es ciertamente dentro de una clínica del sinthome, en una clínica del nudo borromeo, que se puede distinguir el Σq. El síntoma del analista en tanto Σq. no se padece, se detenta. La discordancia entre la existencia y la significación, que la creencia intenta velar o al menos reducir, es una discordancia que se cristaliza en el Σq., no es el caso del sinthome. El síntoma del analista así determinado permite entender mejor los alcances de la identificación al síntoma. V) Posición subjetiva Es así que podemos decir creencia en el síntoma particular a la entrada del análisis, identificación al síntoma cualquiera (Σq.) en la perspectiva del fin. El savoir faire en la vida doméstica se obtiene del síntoma particular en su valor de sinthome; el savoir-y-faire se obtiene del Σq., el síntoma del analista, ya que cuando se trata lo singular con lo singular no hay sino savoir-y-faire. El savoir-y-faire no es un saber en el sentido de un saber articulado como creencia, el savoir-y-faire es "simplemente un conocer en el sentido de saber arreglárselas con" -con la certeza- cuando "la cosa permanece salvaje, indominada".[8] Del significante de la transferencia al significante cualquiera (significante q.), tenemos el amor. De los síntomas particulares a la singularidad del síntoma cualquiera, tenemos el deseo del analista. Es la voluntad de reintegrarle al analizante el valor ético de su apuesta por el significante cualquiera. |
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Notas | ||||||||||||||||
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