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Acerca del tratamiento psicoanalítico de la repetición

Por Jorge Bekerman

Introducción
El objetivo del presente trabajo es el problema de cómo concebir una curación psicoanalítica de la repetición, habida cuenta que la repetición es una propiedad de la articulación de la cadena significante como tal y que, desde este punto de vista, es estrictamente impensable un estado del sujeto desujetado de la repetición. Este planteo exige, en primer lugar, cernir estrechamente el concepto de repetición. En segundo lugar, impone definir cómo operaría el psicoanálisis afectando la repetición. Ambas vertientes del tema serán consideradas desde la perspectiva con que la enseñanza de Lacan -abordada básicamente a través de su escrito "El Seminario sobre la Carta Robada" y del Seminario XI -permite enfocar el texto que puede señalarse como el que, a grandes rasgos, inicia estas cuestiones en Freud: Recordar, repetir y reelaborar. Este trabajo puede ser considerado la continuación de otro [1] cuyo planteo se resume en el apartado II del presente.

I
Desde Recordar, repetir y reelaborar [2] la repetición en la transferencia es considerada en la teorización freudiana como un punto privilegiado de aplicación de la operación analítica. En efecto, a punto de partida de las ideas propuestas en el "Epílogo" del "caso Dora" [3], y anticipando las reformulaciones metapsicológicas y clínicas de Más allá del principio del placer [4], encontramos en Recordar... el enunciado según el cual lo sustancial y especifico de la cura psicoanalítica debe concebirse en referencia no tanto a un trabajo interpretativo sobre lo que el paciente suministra a la sesión en términos de ocurrencias y recuerdos vehiculizados por la asociación libre, sino a lo que aporta como repetición en el seno de la relación misma con el médico tratante.

Esta idea parece muy simple, pero esta lejos de serlo. Por el contrario, es necesario puntualizar que concierne —en primer lugar- al concepto de repetición y dicho concepto se ubica entre los más complejos y peor entendidos de la metapsicología freudiana. Recordemos que es alrededor del concepto de compulsión de repetición -a partir de 1920- que Freud construye el nuevo dualismo pulsional e introduce la "pulsión de muerte". Es sabido que la hipótesis de la "pulsión de muerte" ha sido tenazmente resistida por la gran mayoría de los autores psicoanalíticos, que sin embargo no han puesto objeciones a la repetición. Por eso, dicha resistencia ilustra hasta qué punto ha sido mal comprendida la compulsión de repetición. Efectivamente, una consideración rigurosa demuestra por lo menos dos cosas: en primer lugar, que compulsión de repetición y pulsión de muerte son en Freud conceptos prácticamente equivalentes, tomar uno y rechazar otro significa no haber entendido de verdad ninguno de los dos. Por otro lado que, siguiendo a Lacan, estos conceptos no podrían concebirse como un añadido, aunque fuese para coronarlo, al edificio doctrinal. Es su descubrimiento original lo que Freud reafirma en él: a saber, la concepción de la memoria que implica su "inconsciente"[5].

Además, encontramos enseguida otra dificultad mayor en el acceso al tema. Es la que se desprende de la confusión del concepto de repetición con el de transferencia. Aquí la tradición analítica se apoya en el fundador, puesto que tal confusión no es prohibida por el texto freudiano mismo. Fue, también, Lacan quien se hizo cargo de avanzar en este campo. Es así como a partir del Seminario XI la discriminación —así como la articulación- entre transferencia y repetición quedan explícitamente establecidas, a partir de lo cual es posible orientarse mejor tanto en Lacan (antes y después de dicho Seminario) como en el mismo Freud. Procuraremos entonces despejar este punto.

II
Dice Lacan en el mencionado Seminario XI: Uno oye decir, por ejemplo, cosa de todos los días, que la transferencia es una repetición. No digo que sea falso, y que no haya repetición en la transferencia. No digo que Freud no se haya acercado a la repetición a propósito de la experiencia de la transferencia. Digo que el concepto de repetición nada tiene que ver con el de transferencia " ([6], subrayado mío).

Con el apoyo de esta cita parece fundado proponer la articulación entre transferencia y repetición a partir de deslindar, por un lado, lo que se presenta en el plano de la experiencia, por el otro, la consideración conceptual (o, en términos freudianos, metapsicológica). Si nos ayudamos con unos pocos recursos de formalización, podemos dibujar transferencia y repetición como conjuntos, con diagramas de Venn. La figura 1 representa la consideración metapsicológica, la figura 2 la consideración desde la perspectiva de la experiencia. De acuerdo a la cita de Lacan, en la figura 1 (en lo conceptual) transferencia y repetición deben tomarse en su disyunción; en la figura 2 (en la experiencia) interesa el área de conjunción (a rayas).

Acerca del tratamiento psicoanalítico de la repetición

Si además nos valemos de instrumentos de formulación propios de la enseñanza de Lacan utilizados según un procedimiento que él mismo recomienda (*), y los aplicamos a responder a la pregunta de cuál es en cada caso el carozo conceptual -o el axioma de especificación- respectivamente de los conjuntos transferencia y repetición (figura l), vemos enseguida que el algoritmo de la transferencia es el materna lacaniano que corresponde escribir como formalización de la transferencia. La escritura de dos palotes verticales como formalización de la repetición remite a la falsa "Introducción" a "El Seminario sobre la Carta Robada" [7] y a las primeras clases del Seminario IX (La identificación). La Tabla de la figura 1 resume algunas oposiciones conceptuales entre transferencia y repetición ordenadas según una perspectiva apoyada en la formalización (1). Por su parte, el sector cuadriculado de la figura 2 representa la intersección entre transferencia y repetición, el modo en que se presentan las cosas en la clínica. Encontramos allí la repetición en la transferencia, e lagieren freudiano (**), sobre el que volcaremos de aquí en más nuestros esfuerzos.

III
¿Qué es la repetición? "El analizado no refiere acordarse de haber sido desafiante e incrédulo frente a la autoridad de los padres, en cambio, se comporta de esa manera frente al médico" (2, pág. 152). La repetición como un comportamiento, por ejemplo, ser desafiante e incrédulo en el plano de los hechos; así de simple parece el planteo freudiano. Pero miremos más de cerca: ¿es de verdad tan simple el estatuto de lo que aparece de hecho? Para demostrar fehacientemente que no, debemos tomar un rodeo. En Sobre la dinámica de la transferencia ([8], pág. 105) Freud concluye puntualizando que "domeñar los fenómenos de la transferencia depara al psicoanalista las mayores dificultades ... pues, en definitiva, nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie". Con la ayuda de esta expresión, tan abundantemente citada, nos damos cuenta de un punto capital: lo que se presenta en acto no remite a alguna otra cosa, más allá de ella misma, a la que representaría. No es effigie, vale decir no es representación, o imagen, o retrato, o sombra, o espectro, o fantasma [9]. Tampoco es la otra forma posíble de representación: presencia simbólica, articulada como tal a su propia absentia. Lo que se presenta en acto (en tanto, queda claro, no se representa, o mejor todavía, no se re-presenta) aparece entonces como algo cuya dimensión esencial no es ni imaginaria ni simbólica sino real. Vemos en consecuencia que es consistente encontrarnos aquí con el vocablo "ser", pero debemos dejar en suspenso la función del " desafío" y la " incredulidad ", puesto que hay que descartar que estén como atributos en la medida que éstos articulan el ser en su dimensión de falta, y aquí estamos en la vertiente opuesta. Es en verdad un "ser..." que se presenta pesadamente opaco y denso, algo así como una "manera de ser" muy difícil de definir al principio en cada caso, un "eso" en rigor mudo: es lo que es, esta ahí. A veces, en la clínica, casi podemos tocarlo con la mano y sólo en un tiempo segundo se nos hace posible decir algo al respecto.

Ahora bien, subrayemos una vez más que este agieren no es representación, como tal remitiendo a lo representado, ubicable este último en otro espacio o en otro tiempo. Claro que entonces tampoco remite a un pasado.

Pues bien, así las cosas, tenemos ahora un problema que hasta recién no teníamos, que es justificar porqué a dicho agieren se lo llama repetición. Porque, si hemos razonado bien, ese "ser..."que se presenta en acto no remite a un "ser..." original en un tiempo pretérito.

A veces una cuestión enigmática puede iluminarse al relampaguear con otra, no menos oscura. En la clase del 5 de Febrero de 1964 del Seminario XI (6, pág.58), Lacan dice:

"Aprovecho la ocasión para indicarles que, en los textos de Freud, repetición no es reproducción. Nunca hay oscilación en este punto: Wiederholen no es Reproduzieren". En todo caso, para nuestra secuencia argumental resulta otra vez consistente concebir que la repetición como real no puede plantearse como copia de algún original, con la lógica de la representación que la reproducción implica. Muy bien, pero ¿porqué denominarlo repetición? Dejemos formulada la pregunta y avancemos.

IV
Es insistente en Lacan la referencia a Kierkegaard como precursor de Freud en cuanto al problema de la repetición. Por ejemplo, cuando menciona la originalidad del inconsciente en

"no poder satisfacerse sino con volver a encontrar el objeto fundamentalmente perdido". E inmediatamente agrega: "Así se sitúa Freud desde el principio en la oposición, sobre la que nos ha instruido Kierkegaard, referente a la noción de existencia según que se funde en la reminiscencia o en la repetición"(5, pág.46). Tiene mucha miga la operación teórica que efectúa Lacan al sostener que la repetición freudiana se ilumina con la repetición kierkegaardiana. Por ejemplo, desbarata toda ilusión remanente sobre el carácter supuestamente simple y accesible al sentido común del concepto de repetición. Es destacable también que la proximidad en el pensamiento entre Freud y Kierkegaard coincida con el hecho que, en verdad, Freud no cita a Kierkegaard nunca.

"Volver a encontrar el objeto fundamentalmente perdido" es una forma de nombrar la repetición, en la vertiente de aquello a lo que desde el Seminario XI Lacan aplicará la denominación aristotélica Tyché. Pues bien, en esta perspectiva podemos ubicar la cuestión de la repetición en un andarivel que no es más sencillo, pero sí mejor conocido y más aceptado de la metapsicología freudiana. En efecto, el reencuentro con el objeto es repetición. ¿De qué? De un encuentro original que, como tal, nunca existió. 0, lo que es lo mismo, existió como fallido desde la primera vez. Estamos en pleno mito de una "Primera vivencia de Satisfacción" tal como la articuló Freud en el Proyecto... A partir de aquí, todo reencuentro con el objeto es, como repetición, tiempo 2 que no es la reproducción de un tiempo 1, caracterizado —este tiempo 1-por su condición precaria en la existencia. En rigor, tiempo 2 que hace existir al tiempo 1. En palabras de Lacan: "el verdadero original sólo puede ser el segundo, por constituir la repetición" [10] (*** ).

Así, hallar una satisfacción en "ser desafiante e incrédulo" es, en esta perspectiva, un "volver a encontrar el objeto fundamentalmente perdido" que, como repetición, repite no a una situación vivida en la trama edípica -por ejemplo- sino a la mítica primera experiencia de satisfacción. Ni más ni menos que lo que por otra parte Lacan dice con todas las letras, y subrayándolo: "es justamente de lo que no era de donde lo que se repite procede" (5, pág. 44).

Ahora bien, si aceptamos que la satisfacción pulsional tiene una localización como repetición, aceptaremos que ésta pueda ser también la localización de ese exceso de satisfacción pulsional que, como trop de mal, es lo único que para Lacan justifica nuestra praxis. En la línea de nuestro planteo inicial, tenemos ahora aislado el "sobre qué" de la operación analítica que concierne al agieren: sobre el exceso de satisfacción pulsional allí localizado. Debemos todavía definir el ‘cómo’

VI
Si damos por establecido el carácter real de lo que se presenta como repetición tenemos dibujada la vía de la posible intervención psicoanalítica frente a la misma. Notemos que si la repetición es lo que venimos sosteniendo, el instrumento de la intervención analítica no puede ser la interpretación. En efecto, está implícito que la interpretación es una operación simbólica que se efectúa sobre un material simbólico. Hablando con propiedad, carece de sentido "interpretar lo

real". Lo real se presenta como respuesta, no como significante enigmático que llama a otro significante. Es por ello que la interpretación concierne necesariamente sólo a lo que del "material" se presta a ser interpretado; vale decir a lo que remite a otra cosa, a lo que está abierto a un significado porvenir. En cambio, la intervención analítica frente a lo Real conviene pensarla del lado del acto. Desde ya, esto es relativamente más fácil para nosotros que tenemos sobre Freud -y básicamente sobre los analistas postfreudianos- la ventaja de contar con la ayuda de Lacan en cuanto a trazar las coordenadas correctas con las cuales inteligir la experiencia freudiana. Y es verdad que hay algo esencial en la intervención analítica que no se presta a ser planteado en términos de interpretación. Lacan no fue ni el primer ni el único analista que se percató de ello. Si fue el único que construyó en tal punto una fundamentación racional, sobre lo que está en juego, que se sostiene.

La dimensión más esencial del acto analítico es el sostenimiento del dispositivo mismo, un perseverar en "estar ahí" como analista, irreductible. Un asunto no de enunciados -en este plano toda la variación concebible- sino de posición en la enunciación -punto mudo en consecuencia- del deseo del analista. Dicho de otro modo, se trata de la forma de intervención analítica coherente con la naturaleza real de aquello a lo que apunta la intervención. La que tiene la posibilidad de afectar el estatuto del objeto "vuelto a encontrar" en el exceso de satisfacción del "ser desafiante e incrédulo", puesto que es con respecto a esta satisfacción que pera la frustración Versagung que el dispositivo analítico supone. Versagung que opera desde y por el silencio, en la medida que "no decir deviene decir no" [11]. Tal "no decir/decir no" es lo que tiene la chance de incidir sobre el objeto del cual se goza en exceso siendo "desafiante e incrédulo" y producir esa transformación que eventualmente lo habilitará -a este objeto- para funcionar como causa de deseo.

VII
En suma, si lo complejo del tema admitiera una esquematización tan simple, serían dos los modos de intervención del analista coherentes con las dos modalidades con las que el analizante se ofrece al análisis. Por un lado, lo que éste vehiculiza a través de la asociación libre y el despliegue de la cadena significante. Por el otro, lo que aparece como repetición. Ante la cadena el analista, como analista, opera por lo que dice: a eso se lo denomina teoría de la interpretación. Ante lo real, el analista, como analista, opera no por lo que dice sino desde —y por- su silenciosa presencia: a eso se lo denomina teoría del acto.

Quizás no sea del todo sorprendente constatar que este punto de vista, que parece tan propiamente lacaniano, está sin embargo en juego en Freud, claro que con sus propios enunciados. Así, en el párrafo final de Recordar, repetir y reelaborar, Freud solicita del analista "una prueba de paciencia" cuando su tarea concierne a lo que se presenta como agieren. ¿Será entonces esta paciencia, que a todas luces no es una cuestión de enunciado sino de enunciación, un nombre freudiano del acto analítico?

Conclusión
La curación psicoanalítica de la repetición no puede consistir en una especie de eliminación de la misma dado que ésta -1a repetición - es una consecuencia de la articulación significante misma. Proponerse "disolver" la repetición sería un absurdo, equivalente a intentar desarticular la cadena. Pero la repetición puede ser el refugio de ese exceso de satisfacción pulsional que constituye el plus de sufrimiento que nos atañe como analistas. Nuestra intervención -especialmente por la vía del acto- puede incidir sobre el goce autoerótico allí estancado. La consecuencia debiera ser esa redistribucióon libidinal orientada al deseo que esperamos como fin de un análisis. La transferencia sea así ese tiempo 2, donde la repetición no es tanto que se comprueba como que se constituye. Queda constituido también el tiempo 1 de la repetición, esos lengüetazos de la pulsión que habrán sido -muchas veces- la "primera vez", apenas la transferencia se ubique como segunda. Dicho de otro modo, donde reinaba el exceso de goce silencioso de "ser desafiante e incrédulo", la causa del deseo que hace hablar.

 
 
Notas
1- J.Bekerman: Notas sobre la distinción metapsicológica entre transferencia y repetición (1991). Ed. Manantial, Buenos Aires (en prensa).
2- S. Freud.- Recordar, repetir, reelaborar. Obras Completas, Tomo XII. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1980.
3- S. Freud.- Fragmento de análisis de un caso de histeria. Obras Completas, Tomo VII.. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1978.
4- S. Freud.- Más allá del principio del placer. Obras Completas, Tomo XVII. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1979.
5- J. Lacan: ‘El Seminario sobre La Carta Robada’. Escritos, Tomo II pág.46. Ed. Siglo XXI, México, 1975.
6- J. Lacan: El Seminario, Libro 11: Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Ed. Paidos, Buenos Aires, 1987.
7- J. Bekerman y A. Eidelsztein: ‘El Seminario sobre La Carta Robada: Introducción de la Introducción y Paréntesis de los Paréntesis’. Conferencia en SABA del 27 de Octubre de 1989.
8- S. Freud.- Sobre la dinámica de la transferencia. Obras Completas, Tomo XII. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1980.
9- Diccionario Latino-Español/Español-Latino. Vox. Bibliograf. Barcelona, 1989.
10- J. Lacan: ‘Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela'. En Momentos cruciales de la experiencia analítica, pág. 13. Ed. Manantial, Buenos Aires, 1987.
11- J. Lacan: Le Seminaire. Livre VIII: Le Transfert, pág. 353. Du Seuil, París, 1991.