ARGUMENTO

Tal como lo indica el título de nuestras jornadas, queremos destacar el control como “experiencia”, opuesta a un “estándar” ¿Cuál es su función? Lacan, en su “Discurso a la EFP”, dice que se trata de “controlar a un sujeto sobrepasado por su acto”[1]. El analista en la posición de analizante de su práctica .Eso es lo esperable, lo que de hecho sucede. Nos advierte que el problema se presenta cuando “el sujeto sobrepasa su acto,  se cree su amo,  y, en lugar de captar el deseo en juego, quiere reducirlo a un saber, incluso a un saber hacer”.

¿Cómo hacer del deseo el centro? Al fundar la Escuela Freudiana de París, Lacan desregula la práctica del control: no la vuelve obligatoria, no define con quién, no la integra a un plan. Deja a cada practicante la responsabilidad. Es porque no son obligatorias que podemos preguntarnos por la particularidad que nos lleva a controlar un caso.

El flyer de las Jornadas muestra a un rinoceronte, modo en que Lacan imagina al joven practicante : al inicio nada enseña más que la propia experiencia,  con sus tropiezos e impases. Es un precio a pagar.

Los invito entonces a que conversemos sobre el control como experiencia, haciendo eje en lo que falla, en lo que tropieza.  El discurso analítico se centra en que no hay definición de  analista. ¿Podrá nuestra conversación permitirnos alguna elucubración de saber acerca de su acto, uno por uno?

Paola Gutkowski


[1] J.Lacan, “Discurso en la Escuela Freudiana de París”, en Otros Escritos, Buenos Aires, 2012, pág 284.

¿Qué diferencia el control lacaniano del control freudiano tal como se practica en la IPA?

La IPA establece una estandarización y normativización muy estricta sobre la formación analítica y por lo tanto también de lo que ellos denominan supervisión. Para no extenderme, solo mencionaré algunos aspectos.

  • Existe una instancia responsable de evaluar la preparación del candidato para comenzar el trabajo analítico supervisado.
  • Los candidatos deben ser supervisados por un número determinado de analistas supervisores certificados para hacerlo, así como la cantidad de horas que deben cumplirse.
  • De manera que el supervisor ubicado como un experto enseña e indica cómo debe proceder el candidato.
  • Esta supervisión tiene un carácter obligatorio y debe realizarse con analistas reconocidos como didactas.
  • Luego de ser admitidos como miembros la supervisión deja de ser obligatoria. A su vez, de acuerdo con la corriente teórica que se siga toma características propias.

En la Escuela en cambio, en la medida en que no se efectúa una regulación burocrática y estandarizada de la práctica, el control se rige por las elecciones que cada practicante realiza a partir de sus propios lazos transferenciales.

Hay que tener en cuenta que el control constituye una responsabilidad de la Escuela en tanto es uno de los pilares fundamentales de la formación analítica de sus miembros.

Si bien no es obligatorio, el control se impone en una dimensión ética inherente al discurso analítico. No se trata de una enseñanza, sino de una experiencia en la que el que controla se interroga sobre las consecuencias de su acto.

En cuanto a la formación, recordemos que la Escuela se funda en un imposible de saber, manteniendo abierta la pregunta acerca de qué es un analista.

La formación analítica entonces no es una acumulación de saberes, sino que pone en juego una transformación del practicante que resulta de la propia experiencia del análisis. Así lo formuló Freud y así lo seguirá sosteniendo Lacan en 1973, cuando afirma: “Del análisis se desprende una experiencia, a la que es completamente errado calificar de didáctica”.[1]

Podemos, entonces, diferenciar claramente dos perspectivas en la formación. La de la IPA, orientada por lo simbólico, se apoya finalmente en la creencia de que es posible saber qué es un analista y cómo debe formarse. La segunda perspectiva que es aquella que seguimos en la Escuela, se sirve en cambio del inconsciente, para indicar que hay un real en el saber que permanece inaccesible.

Por este motivo, el acto de interpretar exige que el analista juegue en la experiencia la carga pulsional que lo motoriza. Es fundamental notar en este punto que la certeza que logra engendrar el acto analítico no es una conclusión que se desprende de una serie de premisas lógicamente articuladas. Constituye otra modalidad de la falta y no se liga a un saber generalizable, lo cual remite al hecho evidente de que es imposible anticipar los efectos de la interpretación.

Por estos motivos, si bien hay una transferencia dirigida al analista a quien se le solicita un control, este no es un enseñante, ni encarna un modelo de identificación. Por lo tanto, no se delega la responsabilidad del acto de quien controla, sino que se viene a interrogar la posición del analista en la cura dando lugar, cuando conviene, a poder rectificarla.

Si tomamos en cuenta los casos presentados, sobre los que luego podemos conversar vemos en ambos, que en el control no se trata de la enseñanza de una técnica ni de la corrección de supuestos errores. No se reciben instrucciones para saber cómo aplicar una técnica. Pero se generan efectos que les permiten a las practicantes encarnar de la manera que conviene su lugar en la dirección de la cura, sin dejar de hacerse responsables por las consecuencias de sus intervenciones.

Veamos el caso de Claudia Cefalo:

Se encuentra ante una paciente depresiva, en la que cada entrevista reitera padecimiento acompañado del sin sentido en el que vive. Este breve relato le da un marco a su demanda, pero sin que las intervenciones de la analista operen algún cambio en su posición subjetiva.

Del saldo del control Claudia refiere: El control me enseña a leer que las intervenciones que pensaba como inoperantes, responden a la lógica del caso y su real; y que hay que volver a levantarlas, recuperarlas, cada vez; y por otro lado, que el mapa de coordenadas es una lectura que si bien hoy queda del lado de la practicante, se apuesta a que N pueda hacer algún uso.”

Se produce entonces una rectificación de la posición de la analista en la que puede captar la función operatoria que tienen las entrevistas. Se tratará entonces de no forzar una implicación que terminaría por alejarla del análisis, pero estar abierta a que por alguna contingencia se produzca un efecto que bajo transferencia opere sobre ese goce mortificante.

El de Debora Szchnaider:

Una joven de 22 años consulta por el retorno de una sensación que en pandemia la llevó a dejar el secundario. Afirma: Quedé perdida, en suspenso como en una nebulosa¨. Sin embargo, es también una joven activa, con intereses artísticos y que lleva adelante un emprendimiento.

Debora refiere que el control le señala que la paciente “ha quedado anclada en la sexualidad infantil”. Esto le permite captar otro modo de abordar aquello que se presentaba como oscuro. Afirma Debora: “Se ilumina entonces ese momento donde la autodidacta, tal como ella se define, abandona la secundaria, lo cual la deja sin ganas y sin rumbo.”

Sin pretender ahora entender qué quiere decir en el caso que quedó anclada en la sexualidad infantil, creo que lo importante aquí es destacar que esto opera un cambio en el modo de intervenir de la analista.

Al llamar a la paciente “exploradora de otros mundos” aloja en la transferencia el horror que le produce explorar aquello que llama, “lo oscuro en ella” y a su vez humanizar la apuesta por sus proyectos.

 

Siendo que la Escuela garantiza la relación del analista con la formación que ella dispensa ¿Cómo piensa la oferta de la Red de controlar los casos con los AME?

Comencemos por tener en cuenta que los AME son designados por la Comisión AMP América, a partir de una lista propuesta por la Comisión de Garantía de la Escuela.

El trabajo de la C.G. se sostiene en la ausencia de reglas estandarizadas que regulen la formación analítica, asumiendo de este modo que no hay una garantía significante que proceda del Otro.

No se garantiza entonces que el analista propuesto por la Comisión es un analista, sino que se ha constatado que su formación procede de la Escuela.

Se orienta para eso por los efectos de formación que pueden ubicarse como mutaciones subjetivas generadas por acontecimientos que han tenido consecuencias en el practicante a lo largo de su recorrido. Pero no se trata solo de constatar un recorrido ya realizado, sino que es además una apuesta respecto a los efectos que esa designación tendrá en el futuro tanto en su práctica como en la relación con la Escuela.

Por lo tanto, una designación de AME pone a prueba cada vez, si la Escuela cumple con su responsabilidad fundamental que es la de formar analistas.

Esta orientación, da lugar a su vez a las políticas que se implementan para anudar a su vez la admisión, la garantía y el pase. Es decir, las instancias que se implementan para tratar el real en juego en la formación.

Pasemos ahora a considerar la oferta de la Red a la comunidad.

En la página web de la Red se afirma: “Para atender cada consulta los analistas que pertenecen a la EOL, Escuela de la Orientación Lacaniana, miembros de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, sostienen una formación continua, asentada en el control de su práctica y capaz de responder a los síntomas propios de la época”

Los analistas de la Red pertenecen a la EOL, pero la pertenencia a la Red no es obligatoria, sino que constituye una elección de cada uno de ellos. Esta decisión implica aceptar la política que la rige, así como las modalidades de organización y las condiciones de trabajo que la misma establece.

Teniendo esto en cuenta se desprende de lo desarrollado anteriormente la pertinencia de que los controles en la Red sean solicitados a los AME, en tanto que su designación ha sido propuesta por la Comisión de Garantía de la Escuela y es la Escuela misma la que a través de la Red hace una oferta de atención psicoanalítica en la ciudad.


[1] Lacan, J., “Sur l’expérience de la passe”,  Ornicar? 12-13, Sur la passe (Spécial), París, diciembre de 1977, pp.117-123n su práctica

¿Qué se controla?

Lacan dice que el control depende del deseo y dice que “se impone”, ¿Cómo entender este aparente oxímoron?

Voy a tomar dos afirmaciones de Lacan  que tocan, para mí, lo fundamental del control en psicoanálisis

La primera es la tan conocida: “Nunca hablé de formación analítica, hablé de formaciones del inconsciente”(1) “Sobre la experiencia del Pase” 1973

Esta frase pone el acento en la primacía del inconsciente, en particular del inconsciente del analista, para deducir todo el resto. Es con las formaciones del inconsciente que analista hace la experiencia de su análisis y su formación y por lo que de ellas se hace presente en los análisis que conduce, es que pide un control.

La segunda, no tan conocida. “…¿Y porqué no hablar de algo que les preocupa en su práctica, de los obstáculos que a menudo hemos de vencer?(2)

Hablar  de lo que preocupa en la práctica y los obstáculos a vencer.

En el control el analista habla del caso y, sin saberlo, de lo que le hace obstáculo de su inconsciente, su síntoma, su fantasma, sus prejuicios.

El analista cuando va al control transmite lo que dice el paciente, pero también el efecto que tuvieron sobre él estas palabras.

No se pueden separar los dichos del analizante de los efectos que produjeron en el analista.

“El control es una manera de sacar la experiencia del consultorio, hay una descontextualización donde texto y contexto se separan, se lleva el texto a otro contexto” dice Miller en “El Banquete de los analistas”.(3)

Si en ese nuevo contexto es posible la construcción del caso, lo que el control pone de relieve es una cuestión central alrededor del punto de goce, de la repetición, de una frase. No se trata del relato del caso, exige que ese relato se reduzca a la singularidad del síntoma de cada uno.

Entonces entiendo que lo que básicamente se controla es lo que del analista hace obstáculo en la escucha y en la dirección de la cura.

Eric Laurent lo dice así “En lo concerniente al control ¿de qué se asegura el controlador? En primer lugar de que el controlante hable de alguien distinto de sí mismo. No resulta tan fácil. Basta para constatarlo con que el controlante hable de una serie de casos, se le ve en su posición no con la diversidad, sino con la insistencia de su pregunta”(4) “ Su control y el nuestro” Freudiana 30. P.21

En cuanto al deseo del analista, el deseo de control y al mismo tiempo lo que se impone, lo que parece un oxímoron no es tal, todo depende si “se impone” o “se lo impone”. La Escuela no lo impone, es desde  el deseo del analista que ante el obstáculo, la preocupación, se busca la manera de no quedar allí, enredado o adormecido. Es el deseo el que impone la búsqueda de alguna salida.


Notas

(1) Lacan J.: “Sobre la experiencia del Pase” 1973. Ornicar? Nº1. Petrel. Barcelona. 1981. PP 31-40

(2) Lacan, J.: “Conferencia de Ginebra”. 1975 Intervenciones y textos 2. Ed. Manantial. Bs As.1988 P.117

(3) Miller, J. A.: Curso “El Banquete de los analistas”.  Ed Paidós. Bs As 2010 P.385

(4) Laurent, E.: “Su control y el nuestro” Freudiana 30  Barcelona. 2000. P. 21