Graciela Musachi, Déborah Fleisher y Graciela Lucci nos acompañan en este número con sus contribuciones
Feminidad al palo, por Graciela Musachi
«Yo no necesito el pene para gozar» dice una analizante que argumenta sobre sus dudas sobre su feminidad. La frase no puede responder más que por la significación fálica: en la elisión de «tener» (yo no necesito tener el pene para gozar) o en la negación (yo necesito el pene para gozar). Y es lo que queríamos demostrar: no hay respuesta más que la del sujeto del goce. Sin ninguna vacilación, otra (lesbiana) que planifica tener un hijo, decide ver a un analista cuando su ginecólogo (que apoyaba su demanda) vacila ante un enredo relativo al amamantamiento. Esta vacilación macho confirma la afirmación que Lacan recoge de Jones: si, para saber la verdad del hombre, hay que buscar a su mujer, para saber la verdad de la lesbiana hay que buscar al hombre y siempre se lo encuentra –agrega. No hay modo de escapar a la significación fálica, ni siquiera con el recurso a la botellita de semen. En el primer caso, era la madre (quien empujaba a que su hija fuera una máquina de co…ser) la que estaba en juego y la respuesta del sujeto era (no) gozar con todos o con ninguno. En el segundo, se anuda la versión del padre con el amamantamiento por un encuentro con el goce de un falo anal. Dado el silencio en el que trabaja la pulsión, la feminidad sólo se sitúa en el litoral establecido por algunos semblantes. (El caso pertenece a A Daumas)
Weib, frau, mutter, por Deborah Fleischer
La palabra weib en alemán significa hembra. Cuando se le dice a una mujer weib, para muchos es peyorativo, descalificador y generalmente tiene una connotación sexual, como cuando acá decimos mina.
Cuando se habla en forma amable se usa la palabra frau, que es señora, es una forma respetuosa de decir mujer. Sin embargo femineidad se dice weiblichkeit.
Es entonces paradojal que tenga estas dos connotaciones, salvo que pensemos que femineidad está acoplada al deseo. Si se dice bella mujer y se acopla bella a weib tiene un sentido sexual que la palabra frau no tiene, como cuando marqué lo de «respetuosa». Por otra parte mutter es madre, está en juego ahí la procreación que no necesariamente está unido al ser mujer, en esta época en la que se habla de transgenero.
El gozo-ausencia, por Graciela Lucci
Lacan en su última enseñanza revisa el concepto de goce femenino, lo transforma en el régimen de goce «como tal» que es el goce no edípico concebido en tanto sustraído. Es el goce reducido al acontecimiento de cuerpo, aísla una fracción de goce que es insimbolizable, indecible, guarda afinidades con el infinito.
Ubicar el «gozo-ausencia» como otro goce del no-toda, y que considero está en sintonía con lo indecible y lo insimbolizable. Lacan en el Seminario 19[1] ubica, «Ella….. su modo de presencia es entre centro y ausencia.» Define al Centro: como la función fálica .Y a la Ausencia: como lo que permite dejar de lado eso que hace que no participe de aquella.
Eric Laurent[2] en relación al testimonio de Silvia Salman, denomina como gozo-ausencia, una ausencia para sí misma, un gozo-ausencia con el significante, (no quedarse en él, siempre escapar).
Propongo, entonces, pensar al gozo-ausencia, como un goce femenino silencioso, que no puede ser puesto en palabras pero que a la vez no se lo puede negativizar, es rebelde a la significantización.
[1] Lacan J. Seminario 19, página 118, edit. Paidós.
[2] Laurent E., Comentario de Eric Laurent, Revista Lacaniana 14, página 118.
La X Jornada de la Red de la EOL está en marcha, en este camino hoy nos acompañan Silvia Salvarezza (Neuquén), Liliana Aguilar (Córdoba) y Rosa Apartín con sus contribuciones
La decisión de Erre, por Silvia Salvarezza
«(…) Un milagro de Año Nuevo: una mujer entregó al hospital una beba encontrada a la vera del camino. Sus continuas visitas al nosocomio y ciertas declaraciones, hicieron sospechar al fiscal, sobre la posible maternidad. Sus miedos a perder el trabajo dada su situación de vida, la hicieron tomar esta determinación.» *
Subsistir, en este sistema de producción, para algunos no es fácil. Desocupación, prisa por insertarse en otros mercados laborales empujaron a Erre -extranjera con una precaria situación migratoria -a tomar esta drástica solución. En principio fue aceptada pero inmediatamente enterado y perturbado por el falso testimonio, sus vecinos la condenaron. La justicia no le imputó delito, cerró el caso. El discurso social, un periodista, en la particularidad de lo sucedido, llevó a interrogarme: Ella deja caer un objeto, entrega a su hija ¿Es un acto sacrificial de renuncia en aras de priorizar su trabajo? La sombra de la madre recae sobre la mujer, ni toda madre, ni toda mujer, es cierto pero ¿Cómo es su manera de leer la castración? Y por último, la maternidad ¿Qué forma toma para Erre, el cruzar la feminidad?
* Nota del diario LMNeuquén 02-01-14
El amor femenino, su incidencia en el siglo XXI, por Liliana Aguilar
«La posición femenina en el amor va a contrapelo del individualismo de masa»
(Eric Laurent. Conferencia Jornadas EOL 2012)
La discordancia, suficientemente señalada por Freud, entre los intereses culturales y los de las mujeres es algo que se pone en evidencia privilegiadamente en el amor, en lo que ellas hacen por amor, en lo que hacen en nombre del amor. El amor femenino, ese que algunas veces suele reconocerse un poco «loco» sobre todo por las concesiones que está dispuesto a hacer, no se deja reducir fácilmente a los discursos que se le imponen, poniendo en evidencia así una dimensión indomesticable, incivilizada que se pone en cruz frente a la dominación del Otro.
En el siglo XXI, el amor pareciera estar enmarcado entre dos tipos de discursos: por un lado, el individualismo que sobre la base de un hedonismo moderno propone hacer del amor un contrato igualitario cuyas cláusulas estarían en condiciones de evitar lo inevitable. Por otro lado, tenemos las neurociencias que en conjunto con el cognitivismo nos proponen el santo remedio. El enigma de la feminidad podrá ser develado y los impasses del amor superados a partir del estudio y de la manipulación de los cerebros humanos. Las enamoradas vienen en este punto a romper estos esquemas haciendo valer esa dimensión un tanto inapresable del amor, que entiendo que tiene que ver con eso que hace a lo particular del estilo erotómano de sus amores: apuntar a lo más singular del Otro para volverse su síntoma.
El estrago del lado femenino como la otra cara del amor, por Rosa Apartin
Freud acentuó como en la relación madre hija el odio hacia la madre se da con una diversidad de reproches por la intensidad del amor y su decepción. El estrago en las mujeres, se da como la otra cara del amor, su cara más radical, que elude la palabra, tornándose hacia el goce, en un dar todo sin límites, así como la demanda de amor, que retorna (más pide el amor, menos el otro lo da.). ¿Qué es el estrago? Lo encontramos como reivindicación fálica donde se pone en juego el significante del deseo y también como rapto vinculado al cuerpo, del que puede ser sustraído, y tiene que ver con perder la imagen de su cuerpo en el deseo del Otro. El ejemplo extremo es El deslumbramiento de Lol V Stein de M. Durás, donde aparece la devastación, el saqueo, que no conoce límites, a lo que puede llegar una mujer cuando otra le arrebata el hombre amado, donde ella es raptada de sí misma., y atraída a la vez por el deslumbramiento de su partenaire . De ahí que del lado femenino, la estructura del no todo produce que la respuesta o no de su pareja-síntoma sea vivida como pareja-estrago.
Las X Jornadas de la RED de la EOL, ya están llegando, llegan los abstracts, los trabajos para las mesas simultáneas, los invitados a las Mesas Plenarias han confirmado su presencia, hoy les acercamos las contribuciones de Elsa Maluenda, Marcela Molinari y Susana Goldber
Modos de enredarse con lo femenino, por Elsa Maluenda
Una forma de enredarse con lo femenino toma la forma de la búsqueda de la Otra para las histéricas, hacer existir esa Otra que le permita aliviarse de tener un cuerpo sexuado.
Una mujer joven en las entrevistas preliminares se quejaba porque su novio la dejó por una compañera de trabajo. Sin embargo había sido ella quien, una y otra vez, había empujado a su partenaire para que la invitara a salir, para que la acompañara a determinadas actividades que no le interesaban.
Por otra parte en las psicosis el empuje a la mujer puede alcanzar lo real del cuerpo, como en la película Tiempo de Kim-Ki-Duk, donde una mujer recurre a la cirugía plástica, no para ser más linda sino para ser otra, porque supone que su novio estará aburrido de ver siempre la misma cara.
Amores enredados, por Marcela Molinari
En tanto se ama, los espejismos velan la castración y fluye la ilusión de completud en la pareja. Pero sabemos que a poco de andar, esta frágil ilusión de unidad se quiebra.
En todas las épocas ha existido el malentendido en el amor, mujeres y hombres se han encontrado con ello, el padecimiento a veces alimenta tales vínculos. Actualmente el significante «violencia de género» da cuenta de un fenómeno que identifica y agrupa a muchas mujeres.
Sabemos de la imposibilidad de la simetría sexual, el ser hombre y el ser mujer se define por la posición del sujeto con relación al Otro y al objeto.
Lacan nos dice que la mujer es una raza, el racismo en términos generales para la mujer y para el hombre aparece conectado a un modo de goce. Se odia la manera particular en que el Otro goza, significa que goza de otro modo.
Con estas referencias de brújula, tal vez podamos estar acorde a las demandas actuales, época ligada a cierto desborde pulsional donde leemos y escuchamos mujeres enredadas con la violencia.
Pubertad. Encuentro con el Otro sexo, por Susana Goldber
Pubertad, tiempo de conmoción. La inminencia del encuentro con el partenaire sexuado prepara el camino para el encuentro con el Otro sexo. ¿De qué Otro se trata? Para varones y mujeres el encuentro siempre es con el Otro sexo. Se trata de un goce Otro que el fálico que es el goce femenino. Goce supuesto del que nada puede decirse, goce enigmático que excede al falo y que Lacan denomina goce suplementario.
¿Por qué el sujeto deberá abandonar el goce del propio cuerpo, del Uno solo, el goce solitario y articularse al cuerpo del Otro?
Por un lado hay un empuje del discurso social, del Otro social, que promueve el encuentro sexual. Por otra parte el goce del Uno fálico falla en hacer un goce Todo, porque está afectado por la castración.
Es porque irremediablemente el Uno falla que hay apertura al Otro sexo. De esta manera se abre la posibilidad de embrollarse con lo Otro. Ese Otro goce está simbolizado por un cuerpo que vale como metáfora del Otro. Pero para abordar al Otro simbolizado por un cuerpo es necesario la mediación del cuerpo imaginario y de la palabra. El cuerpo imaginario es lo que interviene entre lo Uno y lo Otro, es lo que permite acomodar el goce fálico a lo Otro.
Implica todo un trabajo psíquico que el goce del Uno se abra al Otro, como también lo es la puesta a prueba del nuevo uso del fantasma.
La pubertad es un tiempo de desamparo donde se prueban distintas respuestas que en el mejor de los casos, labran el camino de la puesta en función de la condición de goce para abordar al partenaire amoroso. Así, cada quien, con su libreto fantasmático, inaugurará la forma singular de participar en los enredos de la comedia de los sexos.
Las X Jornadas de la RED de la EOL, ya están llegando, llegan los abstracts, los trabajos para las mesas simultáneas, los invitados a las Mesas Plenarias han confirmado su presencia, hoy les acercamos las contribuciones de Elsa Maluenda, Marcela Molinari y Susana Goldber
La bicicleta verde, por Lisa Erbin
La bicicleta verde es el título de una maravillosa película, dirigida por una mujer árabe, que nos sumerge en el tema de nuestras Jornadas. La pregunta de «¿Qué quiere una mujer?» se puede ir leyendo tras el hilo del recorrido de una niña//mujer que cuestiona lo permitido y prohibido orientada por su deseo. No todas iguales, no culturalmente ni biológicamente determinada. Da cuenta de cómo encontrar e inventar una posición femenina bien propia siempre será por la vía de transitar ciertos «enredos».
El enredo femenino, entre la esencia y el concepto, por Paula Husni
Las mujeres, entre nosotras, tal vez no debemos usar palabras tan grandilocuentes, basta con que guardemos silencio y escuchemos con aspecto inteligente sus discursos (…). Nosotras conocemos la esencia. Ellos conocen los conceptos. A menudo, ambas cosas no coinciden.»[1]
Sándor Márai plasma así de un modo certero lo que Lacan formalizó con las fórmulas de la sexuación asiéndose de los restos aristotélicos. Casi como la costilla de Adán, el no todo femenino toma cuerpo a partir de un resto; estableciendo un modo de goce que se transformará en el régimen del goce como tal.[2]
on qué se enredan las mujeres? Si el falo funciona como límite, el goce femenino desamarrado del falo, puede enloquecer pero no enredar. En tanto los enredos son con el sentido y la verdad, lo que enreda es el lado masculino ya que establece una lógica de conjunto limitado y contable.
Si es esta lógica la que da cuerpo al texto del fantasma desde donde se sostiene el superyó femenino, aquí la indicación de Lacan es refutar, inconsistir, indemostrar, indecidir. Consentir a aquello que «no coincide» permitiría una otra relación con el no todo femenino que, haciendo lugar a lo infinito del goce, no se pierda en los enredos con el falo. ¿Apertura al sin salida freudiano para lo femenino que no sea por la vía del padre?
[1] Márai, Sándor – La Mujer Justa – Editorial Salamandra, Pág. 62.
[2] Miller, J.-Alain. Clase n° 5, «El Ser y el Uno». Inédito.
Detrás de la madre buscar a la mujer…detrás del padre, al hombre, por Ivana Bristiel
En la maternidad, ligada a la lógica fálica, el más allá del falo se pone en juego mediante la «x» que representa el enigma del deseo materno en la metáfora paterna. Allí caerá la interdicción paterna otorgando una significación siempre fallida, pues la carencia del padre no es una excepción sino la regla que hace síntoma. La parte del deseo sin ley que escapa a dicha operación se cuela en la relación madre-hijo, sea del sexo que sea, por ello Lacan afirmará en el Seminario 17 que el deseo de la madre siempre produce estragos. El estrago no es un accidente clínico sino que es estructural, y pone en primer plano la necesidad de la división entre mujer y madre para que el niño no quede atrapado como objeto tapón que satura la falta en la que se sostiene el deseo femenino. Debe haber en el deseo «una condición de no-todo: que el deseo de la madre diverja y sea llamado por un hombre. Y esto exige que el padre sea también un hombre»[1], que una mujer siga siendo la causa de su deseo.
[1] Miller, J-A. «El niño, entre la mujer y la madre», Virtualia 13, Revista digital de la Escuela de la Orientación Lacaniana, Junio – julio 2005.