La EOL 20 años después |
1° CONVERSACIÓN: "¿Cómo se forman los psicoanalistas en la EOL 20 años después" Boletín N°5 Claudia Lijtinstens, Las lógicas colectivas y Escuela Los textos que difundimos hoy, cada uno a su modo, orillan la cuestión de la Escuela como comunidad, o van directamente a ese punto. * los textos deben ser enviados a mauriciotarrab@arnet.com.ar y adrianatesta@arnet.com.ar
Las lógicas colectivas y Escuela En la llamada Teoría de Turín, elaborada en el año 2002, J.-A. Miller se ocupa de interpretar las lógicas colectivas en la Escuela, allí dice que lo colectivo no es sino el sujeto de lo individual. Es decir que la estructura colectiva está constituida al nivel de las relaciones del sujeto con el ideal, como multiplicidad de relaciones singulares con Ideal. La Escuela supone, también, una lógica colectiva con un Ideal y lo que hace Lacan cuando funda la Escuela, es remitir a cada uno a la soledad, a la relación de cada sujeto con el Ideal, con el significante Amo, bajo el cual se coloca. No se coloca él como el Ideal, sino que se propone como un sujeto que tiene relación con un ideal, como los otros a los que invita a reunírsele con él. Ese es el punto común que los liga, no una identidad que lo agrupa, sino una relación a un ideal. No hay el "todo" de la Escuela., sino un conjunto anti-totalitario, regido por la función del Significante que falta en el Otro. El problema de los efectos de grupo, se presenta cuando el lugar del Ideal es taponado por el Uno, por el saber, por Una identificación, cercenando la relación singular de cada Sujeto con el Ideal. Según E. Laurent, en "Las paradojas de la Identificación", la dificultad "es creerse lo que uno es…" lo cual interpreto apunta a generar efectos devastadores de subgrupos, o luchas narcisísticas por ocupar el lugar del ideal. El asunto se sitúa inquietante a la hora de pensar los lazos entre estas soledades subjetivas, donde de lo que se trataría en una Escuela, es de una apuesta firme a respetar y convivir con las diferencias, diría conservando en primer lugar, la posición analizante. Sólo posible de ser pensado a partir del síntoma de cada uno, en un lazo inventivo con la Escuela, Unos pluralizados,habitados por la extimidad de un plus de gozar particular de cada uno. Claudia Lijtinstens
La formación de los analista en el transcurso de estos 20 años La entrada a la Escuela, que no es estándar, favorece el poder posicionarse de otro modo, para que, en lugar de sólo recibir aportes y saberes, se puedan dar a conocer algunas cuestiones, en este caso, sobre los pasos dados, en lo que llamamos la formación como analistas. El rasgo que me interesa subrayar es el propio paso por el dispositivo analítico como fundamental en la formación de un analista y en el pedido de entrada a La Escuela. Es desde el lugar analizante en el que se verifica la política del síntoma orientada por lo real, teniendo en el horizonte el dispositivo del Pase. Inicio y final del análisis en esta perspectiva, nos lleva a poner a prueba que un análisis se define por la respuesta del analista, que con sus intervenciones contribuye a crear las condiciones, para lo que, tiempo después, será el final de la experiencia. Junto con la experiencia del control y los distintos saberes mencionados anteriormente, es el propio análisis el punto de partida para ur construyendo la formación como analsta. Para llegar a la Escuela en la perspectiva de la transferencia de trabajo, como lugar para la elaboración de un saber sobre las condiciones para que el deseo del analista se haga presente. Graciela Allende.
Cuando algo pasa Irene Kuperwajs
¿Qué lugar para el analista? Ese pasaje se produce también en una veintena de años, de los ’50 a los ’70, tiempos en los Lacan responde de modo diverso a las exigencias de la época, comprometiendo en cada giro su enseñanza, la creación de la Escuela, su disolución y la creación de una nueva (hay que decirlo, bajo el signo enigmático del amor). Extraje una secuencia del comentario de Miller que quiero destacar: Lacan construye una sociedad intelectual y aloja en ella al psicoanálisis [Merleau-Ponty, Claude Lévi-Strauss, Saussure y Jakobson, las invitaciones a la Société Francaise de Philosophie]. Luego, despega el psicoanálisis de esta sociedad que él mismo había creado. Estos discursos (antropología, lingüística, filosofía) quedan situados en el saco del discurso universitario. El psicoanálisis es definido como el reverso de lo que domina en la sociedad (lo dice en el ’68: "Todo esto es el reverso del psicoanálisis"). Desde ahí, dos pasos más en esa secuencia: 1. la contra-sociedad de los analistas: "si llegan a entenderse entre ellos, están en la posición, lo quieran o no, de una contrasociedad. Lejos de abrirse, La Escuela de Lacan se puso a vivir como una contrasociedad"; 2. La posición éxtima del psicoanalista es la del "santo", así lo nombra Lacan. No el "religioso" sino "el deshecho de una orden" (Baruch Spinoza / Baltasar Gracián). Esta curva temporal es tan vertiginosa como sorprendente y no es ajena a nuestra discusión. Una vez definido el psicoanálisis como reverso de la sociedad (el discurso analítico como reverso del discurso amo), ¿qué de la Escuela como comunidad? ¿Es hoy una contrasociedad? ¿Qué del lazo social desde el punto de vista analítico? . Por lo menos una conclusión es por demás evidente: una vez planteado el psicoanálisis como reverso, es consecuente e irreversible plantear la extimidad del psicoanálisis y el "lugar" del analista como éxtimo. Éxtimo en relación al campo del Otro que ordena la sociedad, pero también, a ese ámbito en el que Lacan legitimó un lugar para el psicoanálisis incluyéndolo en una red de discursos que hoy son "referencias" obligadas para el estudio e investigación de su propio campo. Ahí también su lugar (siempre contingente) es éxtimo y su función compromete su ser, si hubo antes efectos-de-formación. Nombrarlo "santo" es una provocación más que empuja hacia la dirección de otro lugar: la "confesión" para la que sí hace lugar la Escuela: la del goce en sus diversas modalidades de lo inútil en la vida social. Ya no se trata de "la verdad de Dios", sino de la prosopopeya: "yo, la verdad, hablo". Adriana Testa
Comunidad Este se continúa en otro, institución, oponiéndose. Una institución instituye, da marco, legal, a aquellos que pertenecen a ella. A una comunidad se la construye y jamás se lo consigue del todo. ¡Hay que insistir! Entre los miembros de una institución se tejen redes – en el mejor de los casos – que hacen comunidad. Si nos atenemos a la complejidad del término comunidad este se fragmenta en el cum que indica una direccionalidad hacia los otros, remite a lo común, allí donde lo propio termina, pero también al munus que indica lo social del don que se da, no el que se recibe. Una comunidad es sostenida entonces por el cum, por lo común que no es lo propio y por el munus. Esos son sus bordes ya que ella, la comunidad, no es más que agujero. Pensada así toda comunidad perturba el hacer de la institución que la prolonga. En cierto sentido es su troumatisme. Más que entrar en una comunidad, pertenecer a ella, nos deslizamos hacia sus bordes, nos reconocemos en ellos. Después está el uso que podemos hacer del término comunidad. No hay un término que demuestre de manera más categórica la idea de Lacan de que "uno se apoya contra un significante para pensar" (J.lacan Seminario 23). En el uso una comunidad se produce, pero es más momento que permanencia. Como la comunidad no es plena, ni llena, reenvía a cada uno a la soledad de su sínthoma desde donde, paradojalmente, se sostiene a esa comunidad. ¿La Escuela es una comunidad? No del todo. Las Escuelas en la Escuela Una hacen comunidad. Quizás sea ese momento el que instituye verdaderamente una comunidad de psicoanalistas y dura poco. Quedan restos para cada quien. Comunidad topológica regida por una ley: no se sabe que es un analista. Luis Tudanca.
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