Miércoles 22 de octubre de 2008
Una contribución de Pascale Fari
Uno se vuelve psicoanalista por continuar su análisis, Irene Krassilchik
Publicada en 74, rue d´Assas en Paris 6ème por JAM.
Info Escuela: por iniciativa del Bureau, FHF, Francesca Biagi, Dominique Miller y Pierre Naveau se reunieron anoche con J.-A. Miller para una primera discusión sobre las Jornadas 2009. Por pedido de J.-A. Miller, se estudiará la posibilidad de reemplazar la Sala Azul por la Gran Sala del Palais du Congrès (1800 personas); un primer dossier sobre las Jornadas será publicado en la LM de febrero. Sobre una idea de D. Miller se decidió que las rúbricas de las salas simultáneas serán consagradas a temas inspirados en la Psicopatología de la vida cotidiana: sueños, actos fallidos, olvidos sintomáticos, etcétera. Se testimoniará de su relación al inconciente y de la manera de leer las formaciones: Referencias, la obra de Freud que lleva ese título, más la Traumdeutungy el Witz. P. Naveau tomará rápidamente contacto con las ACF. J.-A. Miller preparará un programa de seis conferencias para la rue Huysmans, las cuales comenzarán en enero. Esta información es difundida con el acuerdo del Bureau de la Escuela.
Info champfreudien: el grupo Recalcati renunció a la Escuela italiana y a la AMP (hoy a las 14:30).
Erratum: la persona que organiza la próxima Jornada del CPCT es Monique Kusnierek.
PASCALE FARI
EL FENÓMENO CPCT, ¿SÍNTOMA DE LA ECF?
Querido Jacques-Alain Miller, le dirijo algunas de mis reflexiones a propósito del debate saludable que usted abrió sobre el "fenómeno CPCT".
1. Subvenciones y exigencia de éxito
El número de personas que interviene en el CPCT-Chabrol, que consagra gran parte de su tiempo a la búsqueda de subvenciones en tanto tal, no es, creo, más elevado que esto. Por la unidad "adó" en la cual yo participo, dos personas (sobre un total de quince aproximadamente) se ocupan de ello, creo.
Contrariamente, me parece ahora evidente que una lógica del éxito pesa fuertemente sobre nosotros.
Por un lado, esto es correlativo de la voluntad política inicial de demostrar, en un contexto de ataques virulentos y repetidos, la utilidad del psicoanálisis (aplicado) en el campo social.
Por otro, tenemos pocas chances en estos días de ser creíbles –y, en efecto, solicitados y a fortiori subvencionados–, predicando el valor ineludible del fracaso en el psicoanálisis. "Es necesario que eso marche". Así, animando un atelier de conversación en "la clase más difícil" de un colegio situado en un "barrio difícil", me encontré más de una vez rompiéndome la cabeza tratando de imaginar estrategias frente a los impasses y a las resistencias encontradas. Así, me ví llevada por "es necesario que eso marche" del discurso del amo que usted tomó con pinzas en "hacia PIPOL 4".
Entre el equipo B, el imperativo de éxito pesa tanto más fuertemente cuanto más susceptibles son de permutar. Esa es una de las raíces, creo, de una aspiración hacia el activismo y la sobrecarga. Porque, sí quisimos, todos –o casi todos– hasta ahora, al menos, permanecer en el CPCT. No solamente porque es un lugar de formación formidable y único, sino también a causa del valor agalmático que el CPCT representó, durante un tiempo, en la Escuela (cf. infra &3).
Usted lo recordó el 13 de septiembre, los efectos de grupo, lote común de toda institución, existen también en la Escuela, incluido el pase y sus versiones sucesivas. La cuestión es entonces saber –como usted lo recordó el domingo pasado en Bordeaux–, qué los favorece y los hace consistir
Reúno aquí, entonces, las observaciones de Catherine Lazarus-Matet y de Esthela Solano relativas a las trampas del éxito, y las de Gustavo Dessal en cuanto a los avatares del deseo de reconocimiento. Incluso, si querer hacerse reconocer por el Otro no es superponible al hecho de hablar su lengua: Primo Levi destacó que el hecho de hablar alemán fue un factor de supervivencia en los campos.
Retroactivamente, el título de la última jornada del CPCT "Exigencia de éxito, repercusiones de los fracasos", resuena, quizá, un poco de otra manera. Igual que el de la segunda jornada, hace dos años, "Psicoanálisis y Precariedad: una cuestión planteada en el CPCT".
2. El CPCT y la formación de los jóvenes
Muchas cosas ya fueron señaladas en lo que concierne a la formación, sus lugares, su temporalidad, sus fuerzas. No abordaré acá más que un solo punto, paradojal.
No creo que sea deseable empezar la práctica clínica en el CPCT. Como usted lo subrayó, esta requiere, en efecto, de un reconocimiento de la propia posición, así como de un cierto vaciamiento de la relación al saber. Requiere también de haber cernido un poco lo que nos anima en nuestra propia práctica y en nuestra relación a la causa analítica. Dicho de otra manera, un cierto tiempo de análisis, incluso si la duración no constituye aquí ninguna una garantía. Por otra parte, y teniendo en cuenta el público que se dirige a nosotros, tener una pequeña idea de la psicosis y de la práctica con sujetos psicóticos se impone también. Los riesgos de moldear la práctica, de reducirla al saber hacer, me parecen tanto más grandes si no se reúnen esas condiciones.
Ahora bien, el Atelier de psicoanálisis aplicado (APA) y el CPCT tienen precisamente la vocación de contribuir a la formación de las "jóvenes generaciones", y así a la renovación de miembros de la Escuela. Las dos primeras promociones del APA recibieron miembros de la ACF y del Envers, incluso de la Escuela, comprometidos en el campo freudiano y practicantes en instituciones (y/o liberal) desde hace muchos años. Las promociones siguientes ya son mucho más jóvenes: algunos participantes comenzaron su análisis hace mucho tiempo, y/o no tenían o tenían poca práctica antes de llegar al CPCT. Sin embargo, se trata de ellos cuando hablamos de las "jóvenes generaciones".
3. ¿El síntoma CPCT?
Incluso si es evidente, creo necesario subrayar que la expansión del CPCT-Chabrol y la multiplicación de otros CPCT son el producto del discurso sobre los CPCT que circuló en nuestro campo los últimos años. Y esto, en el contexto del pedido de reconocimiento de la utilidad pública de la ECF, de la cual cada uno acuerda en reconocer su pertinencia. La AMP inscribió, en adelante, en sus estatutos, la creación de centros de consulta gratuitos. Bajo este ángulo, el Otro de la demanda para los CPCT, es la Escuela y el Campo Freudiano.
El "discurso CPCT", que ha podido crispar a veces a aquellos que no participan de dicha "experiencia", está apoyado hoy en día en algunas declaraciones suyas. Pero, como usted lo destacó, sobre todo tomó cuerpo del "entusiasmo inopinado", suscitado por la experiencia misma. Un entusiasmo y una libido que a veces parecen dormidos: antes de la creación del CPCT lamentábamos la reducida asistencia a las noches de la Escuela, la de los AE en particular. No era así en las primeras noches a las que asistí en 1995.
Incluso si es trivial, me parece igualmente útil subrayar que el entusiasmo por el psicoanálisis aplicado a la terapéutica en nuestro campo se hace eco del malestar y del discurso contemporáneo, de la aparente rareza de demandas de análisis provenientes de sujetos neuróticos, del aumento de demandas de alivio del síntoma en corto plazo, en detrimento del descifrado y de la causalidad psíquica, etcétera. ¿No contó recientemente un colega estar impresionado del número de casos de psicosis presentados en las últimas Jornadas de la Escuela?
En esta perspectiva, ¿el fenómeno CPCT se leería como un síntoma de la ECF? ¿Un nuevo síntoma bien contemporáneo?
Hubiera deseado poder ser más breve. Ahora bien, tendría más cosas para decir aún. Sin duda, un signo de "aire fresco", como usted dice, que introdujo abriendo el presente debate. Pero también el deseo y el entusiasmo –sintomáticos también– que la experiencia CPCT suscita siempre en mí.
Suya.
IRENE KRASSILCHIK
UNO SE VUELVE PSICOANALISTA POR CONTINUAR SU ANÁLISIS
"Uno se vuelve psicoanalista por continuar su análisis". Lancé esta frase frente a usted, con desenvoltura, como una evidencia, y usted me pidió que desarrollara la idea por escrito. Voy a intentar hacerlo sabiendo de antemano que no se tratará de un texto "teórico". Sin embargo, el placer de lanzarme en la escritura de este pequeño texto levantó lo suficientemente rápido el obstáculo narcisista.
Entrar en análisis es penetrar en otro mundo: el de la transferencia, un modo de relación totalmente inédito donde nada es posible de antemano, pero donde la verdad del deseo se dibuja a medida que las palabras se dicen, que los significantes aparecen, y donde el asombro y la sorpresa son la regla. ¡Cuantas veces, frases de cualquier tipo desencadenaron en mí emociones, transformaciones inesperadas! Este otro mundo es también aquel donde el analista no se interesa por lo que uno es, sino por lo que se dice, tampoco por nuestro saber, sino por el agujero en el saber, lo real donde anida nuestra falta.
Luego, un día, después de años, cierta verdad sobre el modo de gozar del analizante (yo) se instala, liberándolo de la repetición del síntoma. Uno se siente despegado del analista, se aprecia a la persona, se continúa leyendo sus libros, pero algo del modo de relación excepcional que nos reunía cesa. Quedarán por mucho tiempo marcas, bajo la forma de sueños; el análisis no se detiene con el final de las sesiones, se prolonga más allá de los encuentros con aquel que nos escucha.
Quizá allí, algo permanece de lo que ha caído, el testimonio hace su turno: el significante "análisis" persiste con quién sabe. El riesgo de volverse síntoma, síntoma de sustitución...
Curiosamente, me viene el recuerdo de mayo del 68. Ya no era estudiante, tampoco estaba en análisis. Pero mayo del 68 fue el origen del primer cambio importante en mi vida: la liberación del lenguaje, el alejamiento de las convenciones, la modificación en las relaciones con los otros, la formulación de los fantasmas, la posibilidad, en síntesis, de descubrir otro modo de relación al mundo me abrió los ojos sobre otra manera de vivir. Que todo haya vuelto rápidamente al orden, como se debe, dejó en mí marcas de rechazo de un discurso que sería el del amo.
Entonces, nuestro análisis cesa.
El inconsciente está siempre ahí, pero en adelante se sabe más o menos reconocer sus manifestaciones y nos reímos (o reímos con él, como con un viejo cómplice), pero ¿cómo renunciar a frecuentarlo? Tarea bien dolorosa.
La solución que se nos ofrece es la de reproducir la experiencia del encuentro con otros, volviéndonos analistas, permaneciendo, de alguna manera, en los lugares donde la lengua nos abrió perspectivas diferentes, imprevisibles.
Lugares, pero también tiempo: este salió de su trayectoria habitual, el tiempo hecho de recorridos, pasado y presente ya no son más valores fijos, uno y otro se reenvían la pelota; la sorpresa transforma la idea que uno se hacía de un recorrido lógico. Y, ¿cómo pensar que el psicoanálisis se termina con el final del nuestro? ¿Cómo no tener ganas de reinventar cada día, con cada paciente? ¡Y cómo renunciar a la sorpresa: sorpresa del analizante, sorpresa del analista, a quien cada paciente enseña algo nuevo!
Uno se vuelve analista, tratamos, en todo caso. Uno no se siente capaz aún de volar con sus propias alas, de autorizarse de sí mismo; "algunos otros" están afortunadamente ahí, el control existe, necesidad ineludible en la soledad elegida del analista. Y los colegas, los carteles. No se puede dejar ese universo donde el supuesto saber sabe que no lo es, donde el discurso del amo no tiene curso, donde juzgar al otro es impensable.
Encontramos la otra cara del discurso. Donde ningún saber establecido circula, tampoco en el analizante ni en el analista, pero que se construye a medida que lo no sabido se hilvana entre las palabras.
Persistimos como analistas, a pesar de las dificultades cotidianas, especialmente en la incomprensión de un oficio que para algunos se parece a la "videncia" y para otros a un tratamiento para "locos", a pesar del riesgo –y esto me parece lo más grave– de una adhesión demasiado fuerte al conformismo tranquilo de una institución.
Volverse analista no es, como lo da a pensar mi texto, soñar con entrar en un mundo maravilloso, donde nos volveríamos más sabios, modestos y silenciosos.
Lo que me hizo pasar de la posición de analizante a la de analista, es el deseo de permanecer en un universo diferente, donde, a pesar de la disimetría entre los dos lugares, existe la posibilidad de despojarse por un tiempo del saber común, autorizando la aparición de la verdad del deseo. |