Jacques-Alain Miller on line | ||||||||||
Curso del 3 de diciembre de 2008 | ||||||||||
Jacques-Alain Miller: Cosas de finura en psicoanálisis III He recibido ayer por la noche, un mail, proveniente de Buenos Aires donde están perfectamente al tanto de lo que me agita aquí –siempre por la vía electrónica– y ese mail me proponía una referencia para este Curso que he titulado Cosas de finura en psicoanálisis. Recibo de este modo, por ese canal, contribuciones que aún no he dado a conocer, pero esta llamo mi atención. Es de Graciela Brodsky, mi amiga Graciela, que fue mi sucesora como presidente de la Asociación mundial de Psicoanálisis, me escribe en español, traduzco. En lo que concierne a Freud y al desciframiento de su propio inconciente, está la carta que dirige a Istvan Hollos en 1928 y que tú mismo publicaste en Ornicar ? número 32 en 1985. Es una pieza preciosa[*], es un trozo valioso, elegido. Su amor por el inconciente y su desprecio por la terapéutica son conmovedores. Y por lo tanto se me hizo presente esta carta, que era entonces inédita en francés, y que me habían procurado las traductoras de un volumen que estaba por aparecer en ese momento, que apareció hace ya mucho tiempo y que se titula Souvenirs de la Maison-Jaune.(Recuerdos de la casa amarilla). La Casa-Amarilla era un asilo de Budapest donde Istvan Hollos fue director médico. Fue amigo del otro psicoanalista húngaro, más conocido, Ferenczi, había sido analizante de Paul Federn, era uno de los primeros psicoanalistas húngaros y en Budapest un didacta –como se decía en esa época– de reputación con quien iban a formarse los jóvenes aspirantes a la calidad de psicoanalista. Como tal conocía a Freud y entonces pensó en enviarle los Souvenirs, que redactó bajo una forma novelada, de su dirección de este asilo. Trató de hecho cuestiones que como psicoanalista y como hombre podía plantearle esta práctica pues también era psiquiatra. Las traductoras me habían confiado la versión definitiva de esta carta, y elegí algunas páginas del libro de Hollos. Freud acusa recibo de la obra con esta pequeña carta, en el fondo la carta que no escribió a Lacan cuando cuatro años mas tarde le dirigió su tesis de psiquiatra: Freud entonces se contentó con una postal, que coloqué hace mucho tiempo en la tapa de mi revista Ornicar ?.Lacan le había dejado ese documento como regalo a uno de sus pacientes, marcaba con ello una cierta indiferencia respecto de la postal de Freud, y sin duda un pequeño resentimiento hacia Freud por no haber honrado este envió con un comentario como ocurrió con Hollos. Freud, en esta carta que voy a leerles puesto que es bastante breve, pone de manifiesto que esta obra lo condujo a una lectura subjetiva. Hay que entender con esto que fue afectado, que no solo lo llevó a la reflexión, que esta lectura no se hizo a nivel del concepto, sino que la obra resonó para él – y sobre un cierto fondo de misterio porque no se explica completamente su propia reacción. Su reacción, tal como la deja entrever, tal como la nombra, es de sorda oposición a la práctica asilar de Hollos. Y, en efecto, sentimos, a través de esta carta, que en Freud a lo que se apunta es a la represión, algo de su Yo – no – quiero – saber – nada-de-eso. Entonces, voy a la carta que tiene tres parágrafos y que está fechada en Viena, en octubre de 1928. Estimado Doctor, Habiendo advertido que omití agradecerle por su último libro, espero que no sea demasiado tarde para reparar esta omisión. Hubo un intermediario, aquí, que debió señalarle el hecho a Freud. Esta – pero en fin, no escribió la carta que hubiera debido escribir, es este el punto de partida, y ya su oposición se manifiesta allí: este libro lo perturbó – esta omisión no proviene de una falta de interés por el contenido, o por el autor del que, por otra parte, he aprendido a estimar su filantropía. En esta expresión de estima por la filantropía de Istvan Hollos sentimos ya una distancia de Freud. Esta omisión era más bien consecutiva a reflexiones inacabadas, que me preocuparon largo tiempo aún luego de haber terminado la lectura del libro, lectura de carácter esencialmente subjetivo. Freud alega que la omisión de este acuse de recibo está tomada en sus procesos psíquicos, y procesos psíquicos sobre los cuales no está él mismo completamente claro puesto que califica sus reflexiones como inacabadas. Apreciando infinitamente su tono caluroso, su comprensión y su modo de abordar – en la novela - recuerdos en cuestión -, me encontraba sin embargo en una suerte de oposición que no era fácil de comprender. Vemos a Freud superado por un afecto, no comprendiendo el resorte de un afecto. He debido finalmente confesarme – es una expresión que es en el fondo típica en los esfuerzos de auto análisis. Me pregunto a veces – voy a poner esto en claro este año – si practicamos el auto análisis. El heteroanálisis, es seguro, tenemos todos los testimonios, yo mismo los tengo. Pero cuando releo esto de Freud, eso me habla, porque estoy continuamente tratando de confesarme cosas. – lo siento una vez que me las confesé, no antes. Quiero decir que, verdaderamente, desde el comienzo de este Curso, hace mucho tiempo, no he progresado jamás sino en la vía de la confesión, si puedo decirlo, de la confesión a mí mismo, y de la retransmisión, evidentemente tamizada, sofisticada, sublimada, al auditorio constituido por los presentes. Yo me analizo una vez por semana (risas), bajo una forma más o menos, en general muy, enmascarada. En todo caso aporto los resultados del combate que he podido llevar con mi Yo – no – quiero – saber – nada-de-eso. Por lo tanto, eso me habla, ese He debido finalmente confesarme. He debido finalmente confesarme que la razón era que no me gustan esos enfermos – Graciela dice elegantemente: su desprecio por la terapéutica, pero en el fondo en el texto de Freud va más allá, no le gustan los enfermos del hospicio, es una confesión a sí mismo, que pudo costarle, y a la que se entregó en una carta privada que permaneció largo tiempo desconocida por el público -: en efecto me enojan, me irrita sentirlos tan lejos de mí y de todo lo que es humano. Una intolerancia sorprendente - y por lo tanto lo que Freud presenta al destinatario de esta carta es verdaderamente como un trozo de su inconciente, si puedo decirlo, él mismo siente sorpresa por ello – Una intolerancia sorprendente que hace de mi más bien un mal psiquiatra. Y en efecto, lo que figura allí, es una confesión que implica que hay, entre la psiquiatría y el psicoanálisis, una profunda disyunción, en Freud en todo caso a nivel inconciente – disyunción tanto más probatoria. Ultimo parágrafo. Con el tiempo, he dejado de encontrarme un sujeto interesante para analizar – ese es el caso de muchos analistas, que han dado ya mucho, creen, en este ejercicio -, dándome cuenta que no es un argumento analíticamente válido. Por lo tanto cuestiona allí su reticencia, su dificultad para analizarse o al menos para encontrase interesante como analizante. Es sin embargo por esto que no he podido ir más lejos en la explicación de este movimiento de detención. Entonces implica que no se analiza demasiado como para que el afecto que ha sentido pueda elucidarlo de manera satisfactoria. ¿Me comprende usted mejor?¿No estoy conduciéndome como los médicos de antaño con respecto a las histéricas? ¿Cómo se conducían los médicos de antaño con respecto a las histéricas? Tenían una actitud en efecto de distancia y de desprecio, Freud fue en contra de esto, las escuchó apasionadamente, allí no había movimiento de detención e implica que la pasión que tuvo hacia la palabra de la histérica, la paga con la repulsión hacia el psicótico. ¿Mi actitud sería la consecuencia de una toma de posición cada vez más clara en el sentido de la primacía del intelecto, la expresión de mi hostilidad hacia el ello? En esa época, en efecto, 1928, el esqueleto, la estructura de la reflexión de Freud está en el momento de la segunda tópica y por lo tanto pasa por las categorías del yo, del superyo y del ello: tiene todo su valor que Freud se cuestione a propósito de lo que sería su hostilidad inconciente hacia el ello y de un ello que en la psicosis, según su teoría toma un lugar que traspasa el marco que el yo debería dar a la vida psíquica. ¿Mi actitud sería la consecuencia de una toma de posición cada vez más clara en el sentido de la primacía del intelecto, la expresión de mi hostilidad hacia el ello? ¿O entonces qué? Y allí, la fórmula de cortesía de Freud ¿O entonces qué? Freud detiene este pequeño trozo de confesión sobre lo indeterminado de lo que lo animaría, y por lo tanto sobre la confesión que es quizás aun lo mas preciosos de todo, que resta un misterio para sí mismo, que no está claro, que en efecto por algunos signos, por este afecto sordo, por el eco que encontró este libro en él, tiene que descifrar todavía su ser. Y todo esto parte de la confesión. No me gustan estos enfermos, e incluso: me enojan, donde implica una actitud subjetiva, una posición subjetiva, que constata sin aprobarla. Graciela dice que esta carta testimonia de su amor por el inconciente. Y bien, ella testimonia, quizá en primer lugar, de su repulsión hacia la psicosis, y ciertamente, de la relación que mantiene con su Yo-no-quiero-saber-nada-de-eso, la relación con su Yo-no-quiero-saber-nada-de-eso suscita en él una interrogación que va hasta el punto de movilizar las categorías teóricas con las cuales está comprometido puesto que las inventa como las del ello y por lo tanto el yo y el superyó. Entonces, cuando enseñamos, cuando pensamos, cuando tratamos de pensar, como psicoanalista, es de todos modos muy ventajoso continuar en relación con su Yo-no-quiero-saber-nada-de-eso: muy simplemente porque eso no se agota jamás. Tenemos esta expresión, que Freud utiliza en la Traumdeutung, del ombligo del sueño, el punto donde en definitiva las interpretaciones a la vez convergen y se mezclan y abren sobre un horizonte indefinido. Y por lo tanto el hombre que hizo la primera recopilación – quien aún hoy continúa siendo el único – de sus interpretaciones y de sus sueños, que las ha multiplicado, es aquel que dice, in fine, que todas estas interpretaciones son inacabadas, y que no son inacabadas por fatiga o pereza, sino por estructura, que todo sueño comporta un ombligo, un punto en el horizonte – para decirlo matemáticamente -, y que ninguna interpretación está, propiamente hablando, terminada. Este principio del infinito, este principio freudiano del infinito, es el que anima también su texto "Análisis terminable e interminable" que prescribe a los psicoanalistas volver a la posición de analizante, periódicamente, cada cinco años. Este principio del infinito vale para la interpretación, podemos decir también Interpretación finita e infinita, en algunos aspectos, en efecto, nos detenemos, se cierra, y bajo otro ángulo, prosigue. Y es el mismo principio del infinito el que inspira a Freud más tarde, en "Inhibición, síntoma y angustia", para evocar, más acá de toda represión susceptible de levantarse, la represión fundamental, como la llama, que es imposible de superar, que para el sujeto es eterna, y de la que él dice incluso que atrae hacia ella todas las represiones. Es como en la teoría de la gravedad, una masa que atrae hacia ella las represiones parciales, que superamos indefinidamente sin llegar a la completad. Es la incompletud de la empresa analítica, para todo sujeto lo que anima a Freud y que Lacan sin duda, en determinado momento, sin negar la represión primordial, o fundamental, trató de invalidar con su construcción llamada del pase, por razones evidentemente fundadas, pero que sin embargo fueron cuestionadas y deshechas en lo que sigue de su enseñanza, de manera tal que este principio freudiano del infinito debe volver a ponerse en el orden del día. Freud está en su vida cotidiana en relación con su Yo-no-quiero-saber-nada-de-eso como Lacan decía que estaba él y que su enseñanza era la salida de esa relación. Por vías evidentemente diferentes, es como he testimoniado, en todo caso el sentimiento que me anima, que hace a veces, lo confieso, que me retrase (risas) en llegar aquí, por el deseo de forzar un poco más lejos lo que puedo sentir como una barrera. Entonces, !es formidable ! la represión primordial, es formidable porque es un recurso, es la seguridad de que todo no está dicho – por ustedes en todo caso -, y es también lo que permite incesantemente transformar lo que les sirve de instrumento para pensar, para construir, o para ocuparse – de un instrumento para ocuparse de sus rutinas tanto como – es lo que permite trasformar lo que es instrumento de la reflexión en obstáculo : lo que les sirvió en el tiempo 1, se revela en el tiempo 2, que ha enmascarado lo que ustedes pueden encontrar en el tiempo 3. Llamamos a esto volver a retomar las cosas. Es volver a poner como obstáculo lo que les sirvió de instrumento. Ah, no hay que mezclar los tiempos. Si, a penas ustedes se valen del instrumento ustedes ven inmediatamente que es un obstáculo, están acorralados. Hay que darse tiempo. Si hay un embotellamiento temporal, ustedes están K.O. Preservar esta relación con el Yo-no-quiero-saber-nada-de-eso, es una disciplina, podríamos incluso decir que es una ascesis, pero cuando uno ama al inconciente, es una ascesis con júbilo – incluso si lo que encontramos no es forzosamente para regocijarse, incluso si la verdad es horrible como podía decirlo Lacan -, mantener la relación con su Yo-no-quiero-saber-nada-de-eso, para forzarlo, es lo que explica que Lacan haya hecho pasar esta indicación que el entusiasmo, en definitiva le era insoportable. Es lo que podemos deducir del prefacio con el que adornó su Informe de Roma, su gran texto fundador de su enseñanza, base de su enseñanza, producido en 1953 pero reeditado en 1966 en sus Escritos y al que precede un prefacio cuya primera frase es: Una nada de entusiasmo es en el escrito la huella más segura para dejar para que lo date, en el sentido lamentable. En efecto, este escrito marca una fecha, en el sentido positivo, y Lacan, al releerlo subraya: Demasiado entusiasmo (JAM tiene el dedo levantado hacia la asistencia), nada envejece más que el entusiasmo. El entusiasmo se explica por las circunstancias. Acababa de producirse una escisión en lo que hasta ese momento era la única asociación psicoanalítica francesa, la Sociedad psicoanalítica de París, se formaba una nueva asociación, la Sociedad francesa de psicoanálisis, conducida por el equipo de los humanistas. Lacan, y luego hay que decirlo, Lagache, hoy olvidado, a quien sin embargo le debemos (JAM suspira) la invención de la psicología clínica –tendría mucho para decir de ello–, Mme Favez Boutonnier, aún más olvidada, de la que podría hablar –no con abundancia porque he asistido en su época en la Sorbona a uno solo de sus cursos, nunca jamás volví–, y luego Françoise Dolto, de quien celebramos hace poco un aniversario. Visto desde 1966 año en que estalló este grupo –Françoise Dolto permaneció con Lacan–, o visto desde el 2008, el entusiasmo de 1953 es un testimonio histórico, pero aparece, en efecto, anticuado. Pero es el entusiasmo mismo lo que no conviene al psicoanalista. Porque el entusiasmo, es el olvido del inconciente, es el olvido de la permanencia del inconciente. El entusiasmo, es un ¡Llegamos, Ya está! Es nombrar, en efecto, con el único nombre con el que se puede verdaderamente estar completamente allí, es decir con el nombre de dios. Entusiasmo lleva la raíz griega –por una vez es simple– en theos: en dios. Un movimiento de transporte a dios, o un descenso de dios bajo la forma de la inspiración –en griego: enthousia. Enthousia es el término con el que se calificaba a los delirios sagrados de la pitonisa o de la sibila trasmitiendo las palabras de Apolo. Para nosotros, en nuestra lengua, esto califica un estado de exaltación o una emoción intensa, individual o también colectiva. El Robert dice: Un estado privilegiado en que el hombre, elevado por una fuerza que lo supera, se siente capaz de crear. Es: elevado por una fuerza que lo supera. En ׀ theos Debe relacionarse con la confesión de Freud de su alejamiento de todo lo que puede recordar la ilusión oceánica, el sentimiento, del que podemos estar invadidos, de participar de la naturaleza, del orden de las cosas, y de sentir una cierta exaltación, que fue en la ocasión cultivada por los poetas, mucho en el siglo XIX, pienso en Wordsworth, o en Goethe mismo. Freud testimoniaba de un Muy poco para mí respecto de este sentimiento. Voy a hablar un poco de la cita que el Robert da de Jean-Jacques Rousseau a propósito del entusiasmo y que dice mucho para nosotros. Está en la La Nouvelle Héloïse : El entusiasmo es el último grado de la pasión. Cuando está en su punto máximo, ve su objeto perfecto: hace entonces de él su ideal; lo ubica en el cielo. Y Rousseau dice entonces que el lenguaje de la devoción sagrada es el mismo que el lenguaje del amor. Designa precisamente el entusiasmo por la metamorfosis del objeto de amor, por la divinización del objeto a. Este objeto a causa del deseo, que Lacan pudo calificar de cochinada, puede valer como soberano bien. Y es especialmente allí donde el entusiasmo se colectiviza, es decir que según el esquema freudiano es puesto como denominador común por un cierto número de sujetos, que se fundan allí en su nosotros, nos – otros, y fabrican conjuntamente la fuerza que los supera, que no es otra que la potencia misma de la masa organizada, del grupo que constituyen. Si queremos, es una emoción de sublimación. De una manera moderada sin duda por la distancia, hemos tenido recientemente entre nosotros un eco del entusiasmo americano por una figura, rara, ciertamente meritoria, que en efecto ha sido llevada a las nubes, que es siempre objeto de esperanza, de expectativa, destinado a ser progresivamente reenmarcado (risas), taponado, y que producirá decepciones diversas – lo que no le quita nada a la habilidad del personaje, que estudio de cerca. Pero el sentimiento que yo tenía de que había allí un gran astuto, que él no estaba para nada tomado en este entusiasmo, se verifica. El hombre del cambio retoma a todos los ex y un cierto número de sus partidarios no llegan a encuadrar completamente esa imagen de comienzo absoluto con este reciclado de los deshechos de las administraciones precedentes (risas). Ayer escapamos a lo peor puesto que se aprestaba a nombrar como director de la CIA a un partidario de la tortura a la Bush, si puedo decirlo, y luego in extremis, la decepción de un cierto número de personas bastante reconocidas, lo hizo retroceder. Pero en fin, yo que no he compartido el entusiasmo de un cierto número de las personas cercanas a mí por el personaje, justamente porque lo encontraba muy astuto y muy duro, estoy contento de verificar mis intuiciones a medida que pasan lo días. Bueno, no es en absoluto el sujeto, ¿eh? (risas) No es el sujeto pero esto pone un poco de actualidad. Hay otros sujetos, ¿no es cierto? Hay ejemplos más cercanos a nosotros, pero que confinan con lo ridículo (estallidos de risa), porque él verdaderamente es fuerte, ¿no es cierto? Ella (risas), me cuesta, ella tiene coraje, es seguro, tiene un coraje infernal, a su lado las otras verdaderamente no tienen nada. Pero asistimos a esos fenómenos que tienen una incidencia en la vida política. Yo sostengo, por lo tanto, a partir de aquello de lo que Freud y Lacan nos dan ejemplo, que mantener la relación con su Yo-no-quiero-saber-nada-de-eso es verdaderamente antinómico con la cultura del entusiasmo. Podemos operar por el entusiasmo. Me ocurrió suscitar entusiasmo, cuando me enojo en este Curso suscito entusiasmo (risas), o cuando parece que testimonio de una emoción personal, profunda, como la última vez me hicieron saber (risas), eso podría suscitar entusiasmo. Pero verdaderamente es contra mi voluntad, y no es en absoluto esta cuerda, me parece, la que hay que tocar. Una palabra más. Lacan decía que en nuestros días el objeto a es llevado al cenit social. Es muy cercano de lo que Jean-Jacques Rousseau explica del objeto del entusiasmo que está situado en el cielo. He evocado este objeto a situado en el cenit social cuando se manifestaba – eso no dura en general, no está hecho para durar – un entusiasmo de consumidores como cuando salió el último teléfono de Apple y había gente haciendo cola ya dos días antes (risas), suscitan también emociones en el planeta. Es muy contemporáneo, no había ejemplos de entusiasmo de consumidores antes de nuestra época. Esto debió producirse desde la aparición de los objetos manufacturados, cuando debían llegar chales tejidos de Inglaterra es posible que en París también se esperaran, peor esto no afectaba más que a una parte reducida de la población. Hoy es verdaderamente el consumo de masa, y es objeto de entusiasmo. El entusiasmo consumidor. Me parece que el entusiasmo no favorece al analista. Pero entonces, ¿cuál es el afecto que favorece al analista? ¿Acaso es la apatía?- He tomado los antónimos de entusiasmo en el diccionario. La apatía tiene un gran pedigrí filosófico, mantenerse apartado de la pasión, sin pasión. Dejemos un punto de interrogación, porque esta zona de abstención total, si la traducimos en los términos ser un pescado frío (risas) no aparece como satisfactoria – mucho más que el entusiasmo. Tenemos también el hastío como se expresa el Robert diciendo que es una palabra anticuada, el hecho de estar hastiado. El hastío !no ! no conviene al analista porque necesita la curiosidad. Y entonces la curiosidad es una pasión, por lo tanto la apatía no va. Como antónimo de entusiasmo se propone también el hartazgo (risas). ¿El analista debe estar harto? Evidentemente esto nos evoca el asco, afecto histérico, y me parece excesivo decir que el psicoanalista deba hacerse el asqueado (risas). Hay que contentarse quizás allí en decir con Lacan que el analista debe, en relación con su paciente, mantenerse al abrigo del Tu me gustas. Es una preferencia que podemos descubrir en lo que se llama control, que es un género que no es fijo. El control pertenece a las cosas de finura en psicoanálisis, por lo tanto es muy difícil de encuadrar, y quizá no pueda estarlo. Pero hay una versión del control que se acerca al análisis. Digamos que es un análisis donde un parámetro está afectado, es decir que no es la asociación libre pura es la asociación libre a propósito del paciente. Entonces se tocan los parámetros de la asociación libre, puesto que el tema es obligado. Hay diferentes momentos en un control, pero cuando se descubre en un analista en control un Tú me gustas demasiado grande que experimenta por un paciente es en general el índice de una dificultad. Lacan recomendaba más bien ponerse al sesgo con respecto a este afecto, en todo caso reconocerlo como una dificultad que suscita identificaciones, o peor aún, esperanzas. No hay nada peor que el analista que ve en un analizante una esperanza para el psicoanálisis, una esperanza de éxito – en general eso fracasa. Entonces no el hartazgo sino la distancia con el Tú me gustas. El diccionario propone también la frialdad, la indiferencia, la insensibilidad, la flema. Hay una bella y gran tradición flemática entre los psicoanalistas, que evoqué hace tiempo a partir de un libro de la periodista Janet Malcom quien en los años 50 había entrevistado a analistas y pacientes. Ella contaba la anécdota, que retuve, del paciente que llega al consultorio de su analista en Manhattan, luego de un accidente muy grave, tullido, rengueando, con un brazo en cabestrillo, una muleta, la cara tumefacta, y el analista sin decir una palabra le señala el diván (risas) y no hace ni una pregunta. Es un ideal del analista en todo caso (risas), es un ideal de inhumanidad, que vale mas que la compasión, que vale mas que la filantropía – vemos bien que Freud utiliza la palabra con la mayor distancia, como un hombre que ha tomado la medida de lo que quiere decir Amar a tu prójimo como a ti mismo. Entonces, de todos los términos que propone el diccionario como antónimos de entusiasmo, el que yo prefiero – lo he guardado con una buena impresión- es modesto, es el desapego. Es lo que implica el personaje que Lacan dio como referencia identificatoria, imaginaria, al psicoanalista, el famoso guerrero aplicado de Jean Paulham. El guerrero aplicado es lo contrario del guerrero entusiasta. No es Aquiles, no es Héctor, no es Bayard, no es D´Artagnan. No son las estocadas ni los tajos, es: aplicado. Está desapegado de la cólera de Aquiles, desapegado del deber de Bayard, desapegado del júbilo de matar y tajar. Hace lo que hay que hacer, trata de hacerlo bien, pero digamos, apático, a distancia de las pasiones. Me parece que el desapego es la posición que conviene al analista, en la medida misma en que su acto consiste en despegar el significado del significante. Es decir, reconducir el significante a su desnudez, allí donde no se sabe lo que eso quiere decir para el otro, no se sabe lo que una palabra verdaderamente quiere decir para el otro, no se sabe las significaciones que acumuló en su historia, las significaciones que se sedimentaron, las significaciones que se reprimieron. Por cada palabra que el paciente les dice ustedes no lo saben. Y también, cuando ustedes, ustedes dicen una, una palabra, ustedes como analista, ustedes no tienen la menor idea del efecto que eso puede hacer, ustedes no saben lo que hacen repercutir, azarosamente. Esto me ha vuelto por otra parte muy filósofo, en el sentido de desapegado, con respecto a lo que puedo dar como curso. En una época yo multiplicaba – porque estaba habitado por eso – los matemas, las construcciones, los edificios, y yo comparaba el matema A de Lacan y el B y el C, y luego, en ese discurso que parece más verdadero porque es el discurso ampliado, yo escuchaba: Ah, es lo que me impacta en su exposición de hoy, es que usted dijo la palabra prematuramente (risas) para mí es a la vez el prematuro y el amante (risas fuertes). Y entonces adquirimos con eso - a la fuerza – una modestia! (risas) en relación con el concepto, ¿no es cierto? Y uno adquiere una gran prudencia ante las palabras que podemos decir en el consultorio del analista. Las lecciones son duras. Lo he aprendido con una paciente. Mientras ella se inquietaba por sus intenciones profundas, inconcientes, escondidas, estaba arrasada por ellas, angustiada, creí ayudarla (JAM levanta los ojos hacia el cielo) ya eso es…! (risas), ayudarla a salirse de eso diciendo: No, usted no es malvada (risas fuertes) – ¿Por qué dice usted que soy malvada ? Cuando se es debutante, se experimenta un gran sentimiento de injusticia (risas). Pero es ella la que los interpreta: es de todos modos la palabra malvada la que les vino a los labios, y ¿por qué con ella? (risas). Entonces, ustedes aprenden que el no, la negación es perfectamente inoperante en ese caso, es decir que ella les interpreta su denegación: puesto que la palabra está allí, la negación no es sino la marca de la represión de la cosa. Y por lo tanto el significante es esencialmente positivo. Lo que cuenta es que él figura. Y las modalidades: cero. Cuenta como tal. Entonces traten después de decir: ¡Pero no! ¡Yo no dije eso! (risas fuertes) Entonces, después de eso hay pacientes que se quejan de que ustedes no hablan mucho (risas). Si el analista no habla mucho es por las mejores razones del mundo. Luego puede pensar que viene con la experiencia, que puede hablar sin tocar los puntos vivos, que puede contar con su tacto, pero siempre es un riesgo banalizar, trivializar los significantes que usa. Por lo tanto, el desapego es quizás menos un afecto que la traducción en ustedes de la distancia que introducen como analista entre el significante y el significado. Se registra el significante, y luego hace falta un tiempo suplementario para que se constituya eventualmente el significado, que quizá el significado común – en todo caso el significado común puede ocupar gran parte del espacio semántico si puedo decirlo -, pero en fin siempre hay una tecla de idiolecto. No hay una palabra que alguien emplee que no esté, aunque mas no sea un poco, deformada por el hecho de que la pronuncia, que es su palabra. Salvo la gente que habla como los libros. Aquellos de los que se dice que hablan como libros, son aquellos en lo que no se siente en absoluto el goce de ellos que pondrían allí. Lo he conocido, llevado a lo patológico, en una paciente que consideraba que ella no era lo suficientemente inteligente para hacer un análisis, y sobre todo un análisis conmigo, lo que elevaba al cielo. Entonces, ¿cómo hacen ustedes en ese caso cuando ustedes son decididos? Y bien, esto es lo que ella hacía: aprendía de memoria trozos de libros y artículos, me los servía en el diván y eso duró hasta que me di cuenta (risas) es decir no mucho tiempo. No mucho tiempo, pero evidentemente era el sueño de hablar como un libro, y precisamente de no entregarse [1]. Otra anécdota. Una vez, el tipo, que viene a análisis, hacía ya mucho por otra parte, parece que el mismo es analista, en fin practicaba y que la segunda vez, me cuenta un sueño. Me dije, escuchando el sueño, que era falso, que no pegaba, y entonces no interpreté ese sueño. La vez siguiente me dijo que me había contado el sueño de uno de sus pacientes como si fuera de él- para ver lo que me producía (risas). Bueno, entonces ustedes ven que el desapego en ese caso es muy necesario. Entonces, no estamos en lo claro sobre el sentido de lo que se les dice en tanto no estamos claros sobre el goce que lo inspira. Eso es el valor de la palabra, que figura una vez en el texto de Lacan y que he trabajado, joui-sens ; el sentido es sentido gozado. Hay una satisfacción que es intrínseca a lo que llamamos la compresión – comprender es un efecto de satisfacción. Lo que produce sentido para un sujeto es siempre determinado por el goce, digamos que las modalidades del sentido se sostienen en el modo singular de su goce. Entonces, es muy lindo decir hablar la lengua del otro. Hay que empezar por aprender la lengua del otro. En análisis ustedes hablan primeramente por el hecho de que se les habla una lengua extrajera y lo que ustedes pueden decir es también una lengua extrajera para su paciente, y por lo tanto, ¡hace falta tiempo! Para que les venga el sentido de la lengua del otro. Eso quiere decir el aforismo de Lacan: la interpretación apunta a la causa del deseo. Quiere decir que la interpretación apunta al goce, o más precisamente al plus de gozar, que es el principio y el resorte del sentido. No se trata solo, en la interpretación, de sustituir un sentido por otro, en un quiproquo, se trata de separarse de ese quiproquo, para apuntar por algún sesgo, hacer resonar, hacer vibrar el goce que se mantiene encerrado, si puedo decirlo, el Yo-no-quiero-saber-nada-de-eso del sujeto, de modo que ceda un poquito del goce de su Yo-no-quiero-saber-nada-de-eso Entonces, el aforismo de Lacan, la interpretación apunta a la causa del deseo, sorprende puesto que se piensa que la interpretación apunta al significante, apunta a la palabra. Este aforismo señala que la interpretación apunta más acá. Lacan construyó e hizo clásico, al menos en el Campo freudiano, la tripartición de necesidad, demanda y deseo. La necesidad conoce una transmutación simbólica por el hecho de producir el objeto de una demanda, clásicamente dirigida a la madre – vean el Seminario IV. Tengo hambre, tengo sed, incluso por el simple grito dirigido al otro, la necesidad supuesta natural, es simbolizada. Pero, tercer tiempo, la demanda deja siempre un resto, que se bautiza deseo. Necesidad, demanda y deseo. El deseo, clásicamente es metonímico, inaprensible, es el hurón que se desliza, que hace un laberinto. Es en esta dimensión que el sujeto plantea su pregunta, precisamente porque no se encuentra allí; es el momento del Estoy perdido. Pero él se impone agregar un cuarto término; necesidad, demanda, deseo, goce. El goce, contrariamente al deseo, es un punto fijo. No es una función móvil, es la función inmóvil de la libido. Si uno se refiere al viejo término freudiano de libido, Lacan da una primera traducción de términos significantes, bajo el nombre de deseo, pero muy claramente, esta primera traducción no saturaba todos los aspectos de la libido freudiana, y la completó dándole su segunda faz de goce. El goce, al contrario del deseo, es para el sujeto una respuesta. Ustedes saben el refrán de Lacan sobre las preguntas y las respuestas: yo no haría la pregunta si no tuviera ya la respuesta. Y bien, es lo que vale también para el analizante, para el sujeto: Yo no me haría la pregunta del deseo si no tuviera la respuesta del goce. Pero hay aún que hacer que la cuestión del deseo y la respuesta del goce, se encaje, se articule. Las cosas de finura en psicoanálisis se reparten entre deseo y goce. En todo caso es por esta vía que trataré de deslizarme. Entonces, quizás voy a tener tiempo de volver al texto de Freud "La sutileza de un acto fallido" de 1933 y empujar quizás un poco la interpretación. Es la narración, en tres paginas, de lo que es un lapsus calami de Freud como él se expresa: un absurdo error de la pluma - como Lacan hacía en su curso un lapsus de escritura y decía: Es un error grosero. En efecto para transformar un error en lapsus hace falta implicar una intención inconciente. Y ocurre lo mismo con lo que llamaba, ¡lo que llamaba! Lo que fue dicho, una vez, por Lacan, en un contexto poco claro, el inconciente real, El inconciente real, ¡y bien! a ese nivel consideramos que uno hace un error grosero como tal: es solo si transformamos este error implicando allí una intención inconciente que se vuelve un lapsus. Nada les impide tomar al inconciente real en el discurso del amo: si ustedes lo capturan en el discurso del amo, obtendrán un cierto número de efectos terapéuticos, puesto que es eso lo que busca el amo, la terapia universal. Es objeto de una decisión. Se pueden hacer tratamientos en el marco del discurso del amo – es un cierto tipo de tratamiento -, obtener un cierto número de efectos e incluso que esos efectos sean benéficos. Es posible. Simplemente, se obtiene completamente otra cosa si capturamos el inconciente real en el discurso analítico. Pero evidentemente hay que quererlo, y eso depende del deseo del operador: no está dado, no está cocinado, hay que ponerlo en el fuego, hay que acogerlo de una cierta manera, en un cierto marco. Por otra parte, no se detiene allí. La universidad es un centro de tratamiento: la universidad es un centro de tratamiento del inconciente real por el discurso de la universidad, es decir les adhieren un saber en la herida (JAM pone sus manos una contra la otra), les vendan un saber, por otra parte eso les evita pensar [2] (risas). Pero es un modo de tratamiento. Los discursos son modos de tratamiento. El discurso de la histérica también: es un tratamiento del inconciente real que tiende mas bien a enfermar (risas), pero es un tratamiento que también se aplica. Entonces, aquí Freud transforma su absurdo error de pluma en lapsus, pero en varios tiempos. Hay por una parte un fenómeno significante, que es la aparición, bajo su pluma, de un significante en más, la palabra bis. Les leo el comienzo.Hallábame preparando un obsequio de cumpleaños para una amiga mía, una pequeña gema grabada que debía ser engarzada en un anillo. Estaba adherida al centro de una cartulina sobre la cual escribí las siguientes palabras: « Vale para el joyero L (es el nombre abreviado), por un anillo de oro a confeccionar…para la piedra adjunta, que lleva grabado un barco con velas y remos". Es por esto que hablé de embarcarse a comienzo de este Curso. Ahora, dice, en el lugar dejado vació aquí arriba entre confeccionar y para, apareció, bajo su pluma, una palabra que fue obligado a tachar porque era una palabra demás, la palabra bis. Esto es en lo que Freud se detiene: escribió, su pluma se deslizó, escribió una palabra demás. Y se pregunta por qué. Como hace un momento con Istvan Hollos se preguntaba por qué no había respondido inmediatamente y felicitado al autor de ese libro, y se preguntaba también por qué se detuvo ante esta obra. Aquí, es una detención ante esta palabra incongruente, el significante demás. Señala entonces que bis existe en alemán, allí es una preposición que quiere decir hasta – como se dice bis wann : hasta cuando – y en sus asociaciones es conducido por el contrario al latín donde quiere decir dos veces, y evoca el adagio del derecho romano : Non bis in idem – No efectuar dos veces el mismo procedimiento. No hace ningún comentario, pero es un principio elevado del derecho que no se juzgue dos veces por lo mismo: una vez que es exonerado o condenado por un hecho, una vez terminadas las apelaciones, la casación, etc., no se lo juzga dos veces. ¿Cómo explica la emergencia de esta palabra que quiere decir dos veces? Como primera explicación – la incomodidad que tuvo de escribir dos veces la palabra para: para una anillo para la piedra adjunta. Dice que la repetición poco feliz de esta preposición hizo que la idea de dos veces haya surgido, que haya surgido bajo la forma de esta palabra demás que quiere decir dos veces, y en el fondo fue llevado a tachar la palabra bis como hubiera querido tachar uno de los dos para. Por lo tanto la tachadura forma parte del acto fallido mismo: el acto fallido, no es simplemente la aparición de la palabra, demás, si leemos bien a Freud la tachadura es parte integrante del acto fallido. A partir de este bis va a abrirse otra escena, otro discurso. Freud, sin embargo dice estar muy satisfecho con esta solución como un problema interno de armonía del significante: siendo poco feliz la repetición de para, agrega la palabra bis, y se vio llevado a hacer una tachadura, la que hubiera querido hacer. Pero señala que en los auto análisis, el riesgo de ser incompleto es particularmente grande. ¿Y en el fondo quién hace de figura del analista, quién viene para él a ocupar la posición del analista? Es su hija. No da su nombre pero podemos suponer que es la pequeña Anna Freud que le da una segunda interpretación: Pero si tú ya le regalaste antes a esta persona una gema semejante para un anillo. Probablemente sea esa la repetición que quieres evitar. A nadie le gusta hacer siempre el mismo regalo. [3] Y en ese momento Freud acepta, ratifica esta segunda interpretación: la repetición del regalo de una piedra a la misma mujer. Entonces, ya allí, se cambia de plan, puesto que el fenómeno de repetición de la palabra es de hecho repetición del regalo. Se pasa de la palabra al regalo, es decir, del significante a la causa del deseo. Podemos permanecer en el marco de la sustitución significante, Freud estaba satisfecho, es una solución, pero lo que aporta en más la pequeña Anna Freud es que apunta a la causa del deseo que es el principio de esta cuestión de las palabras. Por lo tanto, si puedo decirlo, tenemos aquí un esquema del discurso del inconciente. Tenemos los dos para, que son S1 y S2 (JAM escribe S1 y S2 en el pizarrón), tenemos la tachadura, que es aquí de la palabra bis (JAM escribe $ en el pizarrón), y luego tenemos el secreto del asunto, que es de hecho el objeto a (JAM completa el esquema con el objeto a) que es la piedra en cuestión. S1 S2 En ese momento se suceden aún dos interpretaciones de Freud: Cuarta interpretación. Es distinta. Es: No tengo ganas de regalar esta pequeña piedra, no solo porque ya regalé una, sino porque me guata mucho a mí, y por lo tanto quiero guardármela. Y esto es con lo que Freud termina. La explicación de este acto fallido no ha ofrecido grandes dificultades. Pronto se me ocurre también una reflexión consoladora: las reservas de esta especie solo aumentan el valor de un regalo. Puesto que me cuesta, no simplemente a nivel de la billetera sino a nivel de lo que me gusta el regalo. Las reservas de esta especie solo aumentan el valor de un regalo. Estamos verdaderamente muy cerca del plus de gozar, hay allí un suplemento. ¿Qué regalo sería aquel que no nos diese o procurase un poco de pena dar? [4]Y por lo tanto esto es lo que Freud expresa como una reflexión que reconcilia todo. Sí. A mí me gusta mucho este texto, lo he republicado hace tiempo y pirateado en Ornicar?, es lo que me guió antes que Pascal para tomar la palabra finura, pero hay que decir que no creo en la reflexión que reconcilia todo al final. Me contentaría con plantear la cuestión del sentido sexual de este asunto. Se trata en esta "Sutileza" de la relación con una mujer – no he consultado la biografía de Freud para saber si había sido identificada esta mujer a quien él hace regalos -, sabemos que era una pregunta para él en todo caso porque lo subrayó: ¿qué quiere una mujer? aquí parece saberlo: quiere una piedra preciosa, y constatamos un cierto rechazo a dar: prefiero guardármela. ¿Es acaso abusivo evocar la perdida que el acto sexual, la consumación sexual, la consumación genital – como se expresa Lacan -, la pérdida que la consumación genital comporta para el macho? Puesto que se traduce por una impotencia temporaria y por la desaparición del falo? Al punto que Lacan puede decir: para el órgano macho el goce es siempre prematuro. Por otra parte, hay una sabiduría de las mejores fundadas en la historia, que enseñaba al macho el beneficio de la retención espermática: ¡hacer el amor, sí! Pero no eyacular jamás, para que suba al cerebro, ¿no es cierto? es bueno para las neuronas – en fin no llamaban a eso neuronas – es el tantrismo. Es una disciplina que apunta a evitarle al macho dar lo que debería guardarse. Eso, es la finura de la finura del acto fallido (risas) Es extraordinario que Freud haya ido a buscar para el bis el adagio romano Non bis in idem en lugar de la cita mucho más común Bis repetita placent, las cosas que se repiten dos veces dan placer –cuya aplicación al dominio sexual es común. Por otra parte el solo hecho que se trate del regalo de una joya ya nos introduce en el dominio sexual. El ombligo del sueño, del que hablaba al comenzar, que es también el ombligo de todo acto fallido, la represión primordial, en definitiva, Lacan trató de nombrarlo con muchos nombres hasta llegar al No hay relación sexual como su designación más próxima: el problema sexual no tiene solución significante. ¿Por qué se hacen regalos a una mujer? ¿por qué se hacen regalos a una mujer que se ama ? o que se desea? ¿O que se ama y se desea ? Es que haciéndole un regalo, se apunta a ella como carente de lo que se le va a dar, se apunta a ella como castrada – en tanto que precisamente ella no pierde nada en el acto sexual. Y es por ello que se habla tanto de tomarla, cuando pro el contrario es el hombre el que da. No hay relación sexual: se trata de una verdadera forclusión del significante de la mujer. Y es esta forclusión del significante de la mujer, que no haya concepto universal de la mujer, lo que justifica la proposición de Lacan Todo el mundo está loco. Es a este nivel que está justificado, es decir que, sobre ese tema, sobre el sujeto de la mujer y de la relación sexual, cada uno tiene su construcción, cada uno tiene su delirio sexual. Entonces, mas especialmente Todas las mujeres son locas, en la medida en que ellas saben que no saben. Mientras que los hombres saben, creen saber lo que es ser un hombre, y eso no se hacer más que en un registro de impostura. Esto conduce también a hacer regalos a una mujer para que ella encarne el objeto no detumescente, el objeto no evanescente del deseo. La piedra es eso por excelencia, el objeto eterno. Si yo quisiera dar aún un paso más, diría que me reiría de ese barco con la vela y los remos que Freud quiere hacer grabar sobre el anillo. Viento en las velas, vayan a ver lo que quiere decir eso en El Banquete de Platon comentado pro Lacan en su Seminario de la Transferencia. Entonces, no he prolongado este pequeño texto de Freud con este divertimento más que para subrayar el nombre de la represión primordial como No hay relación sexual, y decir que es lo que hace objeción a cualquier idea de salud mental. A decir verdad, es una expresión cómica la salud mental, que viste aquello de lo que se trata, que es siempre la inserción social: no hay otra definición seria de la salud mental que la inserción social. En una pequeña conferencia dictada en Estrasburgo en 1988, mi viejo maestro Canguilhem, que era un filósofo de la biología, subrayaba a partir de citas de Kant, que la salud es un objeto fuera del campo del saber, que ningún biólogo ha hecho del concepto de salud un concepto científico, que es un concepto que pertenece a la lengua vulgar – no hay ciencia de la salud. Lo que ha podido desarrollar – lo evocaré la próxima vez – es congruente con la verdad fundamental del psicoanálisis, que la armonía nunca está prometida para el ser hablante, que la enfermedad le es intrínseca, que esta enfermedad se llama la forclusión, la forclusión de la mujer, que implica que no hay relación sexual. Y allí está el resorte de la menor formación del inconciente. Estas formaciones continúan floreciendo en tanto que se es un ser hablante. El analista, ya sea analista nominado, el analista auto instituido, el analista experimentado, o el analista debutante, el analista no está en ningún caso exonerado de intentar, como Freud nos da ejemplo de ello, de esclarecer su relación con el inconciente. No digo de amarlo. Hasta la semana próxima. (Aplausos) |
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Traducción: Silvia Baudini | ||||||||||
Notas | ||||||||||
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