Jacques-Alain Miller on line |
Curso del miércoles 13 de febrero de 2008 |
En este Curso, JAM prosigue su "ascesis de los escritos cognitivistas". Su modo de hacer merece que nos inspiremos de él. Con él nos indica, a nuestro parecer, la buena manera de proceder cuando se trata de "cernir" lo que es más propio al psicoanálisis. Podremos así, con argumentos sólidos, distinguirle radicalmente de otros discursos. Querríamos señalar un simple hecho, y es que tanto más JAM diseca los meandros del cognitivismo, tanto más el psicoanálisis aparece bajo una nueva luz, es decir, tanto más el psicoanálisis sale ganando. Uds. podrán leer la inédita y admirable lectura de la "Instancia de la letra", la puesta en evidencia de la noción "de la ausencia" y después la del "agujero", puestas en correlación con la teoría del sujeto lacaniano, que más tarde será sobrepasado por el parlêtre. El final del Curso es también un precioso "instrumento" que nos permite captar mejor el alcance del DE y del TDE de Lacan y, concretamente en lo que concierne al final de análisis y al pase (from TLN) He asistido este fin de semana a una especie de coloquio donde se trataba, entre otras cosas, del cognitivismo, y he podido constatar el rechazo del que es objeto el estudio del cognitivismo. A mi parecer, y según lo que yo puedo apreciar, tres días después de haber animado estos debates, es decir, de haber jugado a Monsieur Loyale introduciendo, presentando y felicitando a los oradores, sólo se tocó al cognitivismo de lejos. La antipatía con respecto al cognitivismo de aquellos que han estado sometidos a la influencia de Lacan es tal que se niegan a mirarlo de cerca y, en el fondo, no se lo reprocho, dada la ascesis que representa la lectura y la reflexión de estos escritos. Es verdad que se puede rechazar de entrada la equivalencia planteada por el cognitivismo entre lo que ellos llaman los estados mentales y los estados físicos. Se puede de entrada considerar que esta equivalencia postulada, sólo puede apuntar a lo que un filósofo americano anticognitivista llama una teorización utópica. Con ello apunta muy bien a la falla que yo evocaba la última vez entre las bases neuronales y las cimas del pensamiento, falla que se recubre con hipótesis que debemos reconocer que no son, al menos actualmente, susceptibles de ser testadas. Entonces, ¿qué es, con respecto al discurso científico, una hipótesis que no puede ser testada? Es una concepción: es una concepción del mundo y del pensamiento. Pero eso no impide que podamos ir más allá en esta concepción, explicando el sentido de la palabra estado, en estados mentales y estados físicos, sentido que está tomado directamente de la teoría de las máquinas de Turinge y que se refiere a un estado de esta máquina. Esta correspondencia tan esencial a la concepción cognitivista, ha sido particularmente –en el origen quizás– planteada por un filósofo, por así decirlo, en la línea quineana, aunque tenga su originalidad, que se llama Hylarie Putnam y que enseñó junto a Quine en Harvard. Es él el que formuló, ya en los años 60, lo que llamó y que quedó en la historia de las ideas, pero que aún está activo hoy día, el machine–state–functionalism–el funcionalismo estado–de–la–máquina–. Este teorema, si se quiere, o este postulado, continúa siendo la base, a veces no explicitada, de las investigaciones a las cuales hice alusión la última vez. Vale la pena destacar que Putnam mismo se hizo objeciones y que desmintió su hipótesis de partida reemplazándola por otra, que quedó inscripta bajo el nombre de la multiple realizability –la realizabilidad múltiple. Es la tesis, bastante amena hay que decirlo, según la cual el mismo estado mental puede corresponder a varios estados físicos distintos, sin que podamos escribir las flechas en el otro sentido. Es con razonamientos de este tipo con los que se piensa que aunque evidentemente el cerebro de un pájaro, de una serpiente, de un insecto y el del hombre tienen seguramente estructuras diferentes, sin embargo, el sentido del dolor debe ser el mismo para todas las especies y que se debe entonces suponer que el dolor tiene un sentido para especies, cuyo cerebro tiene una configuración diferente. Y entonces, de este razonamiento, sacaba su hipótesis, que ha sido generalizada después, para el hombre también, es decir, que la misma significación de dolor podía ser puesta en correlación con estados físicos del cerebro distintos. Evoco brevemente esto, porque estoy aún trabajando en el desciframiento de estos textos, los primeros de Putnam, de los años 60, y luego los de la controversia que aún continúa, incluso si lo que Thomas Nagel llama el stablishment de las ciencias cognitivas, ha elegido de una vez por todas el machine–state–functionalism y rechazado las objeciones que Putnam mismo hizo de sus ideas de partida. Entonces, `prosigo el intento de orientarme en este maquis, dicho esto sin intención peyorativa, y me doy cuenta que tomé conocimiento de ello en el curso del tiempo, sin precisamente recomponer el hilo ni ver las consecuencias. Lo menciono porque cuento con llegar hasta el final, pero para esta vez querría buscar en la enseñanza de Lacan lo que se puede discernir cuando uno se traga esta literatura. Entonces, inducido por esta concepción cognitivista, percibimos que hay una palabra que retorna en las objeciones, las críticas, incluso las bromas que nos encontramos dirigiéndo a los cognitivistas –o algo más, porque este fin de semana no hemos pasado muy lejos del insulto– la palabra que retorna y que hace objeción es la palabra contingencia. Habría que darse cuenta al menos, de lo que esa palabra tiene de paradójica en el psicoanálisis, aunque forme parte ahora de una suerte de doxa muy nuestra. En efecto, la palabra contingencia es la antitesis exacta de esa llave maestra que Lacan colocaba a la cabeza de sus escritos, a saber, la de la determinación. El psicoanálisis, en absoluto avanzó en el mundo en nombre de la contingencia sino, justamente, en nombre de la determinación, y Lacan tuvo el mérito de destacar, en tanto tales, esta palabra y esta dirección. Si La carta robada ha quedado como ejemplo paradigmático del poder interpretativo del psicoanálisis es, sin duda, porque esta carta demostraba propiedades singulares con respecto al espacio tiempo, por así decirlo, siendo la función de la policía, en esta historia tomada prestada a Edgard Poe, la de representar la exhaustación de la realidad física, a la cual escapa la instancia del significante y donde ya se esbozaba, en efecto, la noción de un real que sería propio al psicoanálisis, sobre el cual el discurso de la ciencia como físico–matemática no tenía acceso. Pero, por otro lado, este apólogo estaba hecho para valorizar la potencia de la determinación que el psicoanálisis podría revelar en, digámoslo rápidamente, los comportamientos individuales. Desde el inicio, y es por ahí por donde comienzan Los Escritos, si ponemos aparte la pequeña "apertura" que Lacan redactó in extremis y que se refiere a Buffon, comienzan por una referencia al automatismo de repetición. El escrito de La carta robada es un intento de ilustrar que lo que da cuenta del automatismo de repetición freudiano, es lo que Lacan llama la insistencia de la cadena significante. Pero, cuando leemos esto con nuestras gafas cognitivistas, percibimos que al inicio de esta historia hay un automatismo, que la repetición esta concebida como un automatismo. Y si nos hemos burlado de ese pequeño hombre que habría en el hombre, y que según la psicología experimental y cognitivista, se le supone poder dar cuenta de todo lo que pensamos y sentimos, si nos hemos burlado del homúnculo al cual hacemos referencia y que vive nuestra vida en nuestro lugar, y bien, cómo no reconocer que esta concepción ha sido quizás acreditada en la concepción común a partir de Groddeck –puesto que por eso tuvo la idea de inventar el ello– y que Lacan con su apólogo de La carta robada, nos dice de alguna manera que en el corazón del inconsciente hay un autómata. Este autómata, con nuestras gafas cognitivistas, podríamos decir que tiene ciertos rasgos, que está en relación, que es una edición del homúnculo. Este autómata interno al inconsciente es para Lacan –y es ahí en efecto cuando se separa de Freud o que lo prolonga o lo desplaza– este autómata inconsciente está concebido por Lacan como una entidad matemática. Y la demostración, que hizo época, es que el inconsciente obedece a una lógica. Todo esto está muy bien hasta que nos damos cuenta de los prolegómenos que esta concepción pudo encontrar en el cienticismo de hoy. Esta perspectiva, como sabéis, es desarrollada, es ilustrada por Lacan con su esquema de los alfa, beta, gama, delta, su esquema que se sostiene en conjuntos de símbolos más y menos. El vocabulario es de dos símbolos y sirve para fijar los trayectos de un gráfico o de una familia de gráficos, aunque no estén todos trazados. La demostración es que a la parte de arriba del gráfico, sólo se puede llegar a partir de ciertos puntos, es decir, no todos; que hay, entonces, exclusión de ciertos vértices, si nos fijamos en uno de ellos. En el gráfico que traza Lacan, que sólo es el primero de los que pueden ser trazados en su demostración, constatamos, digamos, una ambigüedad, una doble valencia del mismo símbolo, la cifra 2, que se encuentra en dos lugares en el esquema. El esquema está atravesado por un recorrido que conduce, arriba, al 3, y que vuelve a partir del 2 inferior, al 1; el 2 está abajo y también arriba. He aquí el estadio elemental. A partir simplemente de este 2, que figura en dos lugares distintos, planteamos lo que se constata, a saber, que en función del número par o impar de los trayectos entre los dos 2, la salida se hace hacia el 3 o hacia el 1 (JAM subraya en el esquema las dos salidas, arriba hacia el 3 y abajo hacia el 1). De esta manera podemos saber cuando sale el 3 o el 1 si el rango de 2 ha sido par o impar. Lacan nos presenta esta tirada elemental como equivalente a una memoria y donde figura una ley que puede ser escrita. He aquí lo que nos da como ejemplo de la determinación simbólica que opera en el inconsciente. Incluso si no emplea respecto a ello la palabra de la cual hará uso más tarde, la palabra saber, tenemos ahí la figuración de un saber elemental que nos asegura que una memoria está en función, y que nos permite a partir de una tirada como 1 o 3 (JAM subraya sobre el esquema el 1 o el 3), nos permite conocer retroactivamente algo de lo que concierne al 2. Es lo que Lacan llama en esta fecha una determinación simbólica. Y su construcción subsiguiente tiene por objeto, lo dice él mismo, convertir en opaco lo que esta determinación tiene de evidente o de transparente. En efecto, en lo que respecta a lo que sigue, cesa de presentar un gráfico y esto hace que la cosa sea menos accesible, la complica de probabilidades que tienen por efecto producir un ejemplo que presenta un cierto carácter oscuro y confuso. Recuerdo bien que antes, cuando descifrábamos este texto, antes incluso de que fuera incluido en Los Escritos, al principio de los años 60, consistía en un ejercicio, el de romperse la cabeza sobre el esquema de los alfa, beta, etc., a saber: ¿Cómo comprender esto? Varios decenios después, esto se borró sin duda, aunque aquellos que hoy intenten la lectura, ya me dirán. Se obtenía –y hay que pensar que es un efecto que Lacan deseo– se obtenía una determinación oscura y confusa pero cuya raíz –todo está ahí– era, sin embargo, clara y concisa. Tenemos aquí, a condición de que las consecuencias sean opacificadas, la ilustración de que lo confuso y lo oscuro tienen, sin embargo, una raíz perfectamente clara y concisa, y este carácter de claridad y de concisión sólo pide ser transmitido a lo que antes fue presentado de manera oscura y en la opacidad. Podemos decir que Lacan juega con las cartas sobre la mesa, puesto que anunciaba él mismo su empresa de hacer opaca a la determinación, precisamente para mostrar que una determinación opaca era, sin embargo, en el origen clara y concisa, Este claro y conciso está valorizado en el ejemplo que Lacan acuerda al Fort–da tomado de Freud. Uds. conocen esta escansión fónica, silábica que acompaña la aparición y desaparición de un objeto y que nos da el ejemplo de un automatismo natural y originario. Es como captar en la observación del niño un enclave de automatismo. Vemos en ese momento el autómata del cual hablaba anteriormente, el autómata inconsciente que está como presentado y que está como –como dicen los cognitivistas– naturalizado, si se puede decir. En fin, tan bien naturalizado porque está dado como natural. El ejemplo, ya clásico, del Fort–da está ahí para ilustrar otra vez de nuevo la determinación – Lacan lo da como tal– la determinación que caracteriza de esta manera: como aquella, cito, que el animal humano recibe del orden simbólico. Animal humano, es totalmente digno de satisfacer en nosotros al cognitivista. Es el organismo vivo, animal, que vemos acceder, ser tomado, por un automatismo que señala que está en relación con – vamos a decirlo a la manera cognitivista – con la cultura. Y Lacan habla, entonces, de la entrada del sujeto en, lo cito, un orden cuya masa le soporta y le acoge bajo la forma del lenguaje. Tenemos aquí, bien planteada, una relación de exterioridad entre el animal humano y el orden simbólico, es esta relación de exterioridad entre el animal humano y el orden simbólico, es esta relación de exterioridad la que es supuesta para que podamos hablar de entrada del sujeto en este orden. Entonces, ¿qué es previo a la entrada? Hay que decir que no está explicitado perfectamente en Lacan. La palabra animal indica en efecto que hay un organismo vivo. Pero, ¿humano es posterior o anterior a la entrada? Nada se dice sobre esto. Podríamos creer que el significado es previo a esta entrada, puesto que en esas fechas Lacan escribe que: La masa del orden simbólico impone la determinación del significante a la del significado. Y entonces esto parecería indicar que, en su concepción de la época, hay una determinación del significado que es anterior a la determinación del significante del que testimonia esta entrada. Y podríamos desarrollar en qué sentido podríamos decir que el significado esta ahí anterior y buscar, en efecto, en el registro de la necesidad, los primeros significados que encuentran sus significantes, pero que se distinguen aun apenas del estatuto animal– si somos cognitivistas. Pero, si somos lacanianos, es más bien, o sería más bien del lado de la determinación donde hay que buscar lo previo. Y, ahí, ¿qué es lo previo? Y bien, lo previo de la construcción misma del gráfico lacaniano, es lanzar la moneda, si se puede decir, puesto que más y menos pueden ser encarnados en la cara y la cruz de una moneda –evidentemente esto supone ya todo el orden simbólico, la moneda, pero en fin digamos el equivalente– la determinación simbólica previa es pura y simplemente la del lanzamiento de la moneda al azar. Respecto a esto, la realidad primera, anterior a la construcción de los gráficos que devienen opacos progresivamente, la realidad primera es la de un estricto reparto al azar. Y sobre este reparto al azar, se sobreimpone una sintaxis, un reagrupamiento de los elementos –aquí los más y menos, un reagrupamiento de estos elementos según ciertas combinaciones localizadas, definidas y reglamentadas. De hecho, ¿cómo se obtiene la opacidad? He subrayado ahí una palabra, pagina 48 de los Escritos, la palabra que Lacan emplea, que me ha llamado la atención a causa de lo que decía la última semana, la palabra recombinar. La ultima vez dije que la palabra maestra que estaba propuesta para pasar de las bases a las cimas, en la concepción cognitivista, era, me parece, en la obra de M. Dehaene, la recombinación. Y bien, tenemos en la pagina 48 de los Escritos este verbo recombinar. La recombinación de los elementos de la combinatoria. Y en el fondo, el esquema de La carta robada es un esquema de recombinación que nos da al final propiedades complejas, nos hace asistir por lo tanto a la génesis de una arquitectura compleja y opaca por recombinación, es decir, realiza, en reducción y de manera efectiva, el programa cognitivista. ¡Ah! Salvo algunos elementos, la tentativa de Lacan en esta construcción podría convertirse en una pieza vertida en el dossier del cognitivismo. Sin duda, se distingue de él. Se distingue porque las uniones sintácticas que Lacan pone en evidencia en su construcción no dan cuenta de una actividad, sino de lo que él llama una subjetividad primordial. Y, evidentemente, esto se distingue del programa cognitivista porque es una subjetividad que no se refiere para nada a la reflexibilidad, que no pretende poner en evidencia la génesis de una conciencia o de una conciencia de sí. La palabra sujeto e incluso subjetividad, es utilizada de pleno por Lacan, completamente a distancia de la intención de significación cognitivista que apunta a la actividad, a la reflexibilidad y a la conciencia. Si Lacan reconocía en las trayectorias del grafo lo que él llama un rudimento del recorrido subjetivo, es por una razón muy precisa y que se hace ya sentir en este estadío elemental, es que hay exclusión de ciertos elementos, es que no se puede llegar a una cima a partir de cualquier cima, es que hay exclusión significante. Y por ese hecho define el sujeto como una función que esta suspendida a lo que se llama: de la ausencia. Esta presentación partitiva, de la ausencia, es bastante sorprendente, no dice suspendida a una ausencia sino de la ausencia. Hay ausencia Y por ese hecho, Lacan profiere– sin que veamos conexión evidente de esta propuesta con la precedente sino que la conexión se refiere a lo que le imanta para saber dar cuenta del automatismo de repetición– por el hecho de que el sujeto tal como lo define está suspendido a de la ausencia, está, profiere Lacan, obligado a repetir ese contorno. Está obligado a repetir esta exclusión, la exclusión de esa zona significante a la cual no tiene acceso. Dicho de otra forma: hay de lo inaccesible. Es bastante sorprendente ver, en efecto, lo que para él constituye una subjetividad primordial, de la cual tenemos aquí de alguna manera el bosquejo: lo que tiene un valor constituyente para una subjetividad primordial, es la correlación con un hecho de ausencia. Correlación que tiene como consecuencia, si se puede decir, de la repetición. Si reflexionamos en ello, es una presentación que parece abstracta, pero en fin procedente de un dato freudiano de base, a saber, que el sujeto freudiano es susceptible de represión: es el sujeto de la represión. Es lo que Lacan traduce, me parece, por su ausencia, que traduce en el fondo en términos significantes. Porque para él es la estructura del lenguaje la que da su estatuto al inconsciente, traduce la represión por su de la ausencia. Vemos bien lo que se presenta para la investigación cognitivista como una apuesta: es buscar el lugar cerebral de la represión donde se encontrarían inscritas las huellas que son inaccesibles a la conciencia y que pueden con ello, a los ojos de los cognitivistas, justificar la perspectiva, si se puede decir, fisicalista– puesto que Freud, el primero, separó el pensamiento de la conciencia. Y entonces la represión aquí es una apuesta esencial tanto de la construcción de Lacan como de la investigación que puede parecer naíf pero que es también de Freud tomado a la letra por parte del cognitivismo. Entonces, es un forzamiento bautizar a eso sujeto, bautizar sujeto un cierto recorrido del grafo. Es conceder el término sujeto a una función que no se parece en nada a la conciencia de sí. Y Lacan engaña a su mundo de esta manera, podemos decir, desde hace cincuenta años, gracias al término de sujeto. Hay toda una insurrección contra el cognitivismo, que se hace en el nombre del sujeto, y cuya sustancia no es otra cosa que la conciencia de sí. Se hace en nombre del sujeto y de lo que sería su libertad, su autonomía, valores todos que están perfectamente ausentes de su definición lacaniana. Y he señalado ese deslizamiento, si lo puedo decir, en los mejores. Porque el término de sujeto, en sí mismo, hace deslizar estos valores de autonomía y de libertad que no tienen nada que ver con el funcionamiento que Lacan bautiza sujeto. Bautiza sujeto el funcionamiento de una sintaxis –el funcionamiento de una combinatoria– una sintaxis engendrada por el material significante. Así, el sujeto para Lacan emerge cuando vemos destacarse de lo que él llama la realidad, pero también en este texto lo real, lo real bruto de los más y de los menos, sacados al azar, el sujeto emerge a medida que se destaca de lo real una determinación significante. Entonces define, elige definir el sujeto por ese recorrido en exclusión, es decir, por un cierto modo de disparidad aportada por el significante. Y Uds. saben que pensó utilizar este término de disparidad a propósito de la transferencia, donde hablaba de disparidades subjetivas. Podemos decir que de entrada el sujeto es una disparidad y que de entrada su concepto está ligado a la ausencia, está ligado a un contornear, el contornear de una zona que yo llamaba prohibida, es decir, de un agujero pero que podemos también tratar como un residuo y que, de hecho, él lo llama en estos términos, el caput mortuum del significante –el caput mortuum es el residuo de la operación alquímica. Y bien, tenemos ahí ya los términos en los cuales continuará desplazándose su teoría del sujeto, hasta el punto donde reconocerá el sentido más profundo de esta ausencia en la ausencia de relación sexual. Sin embargo ¿a qué práctica del psicoanálisis abre este apólogo? Abre a una práctica que clasifica los fenómenos imaginarios como impregnaciones, datos inertes que hay que distinguir del resorte simbólico de la experiencia. Y en el fondo esto ha sido la gran lección práctica de Lacan. Lo que localiza la realidad para el sujeto y la vía por la cual el psicoanálisis opera, es el resorte simbólico. Es del orden de la sintaxis y del significante. Y es como él se expresa, la ley propia de la cadena significante, es su algoritmo el cual rige lo que llama los efectos psicoanalíticos determinantes para el sujeto. Y enumera lo que en su seminario ha desanudado metódicamente: forclusión, represión, denegación; he aquí los efectos psicoanalíticos determinantes: Ververfung, Verdragung, Verneinnung, efectos que siguen el desplazamiento significante. La historia de La carta robada tiene como fin, en efecto, mostrar cómo, según los desplazamientos de la carta, según sus poseedores, modifica su posición. La posición de la carta modifica la posición de sus poseedores, de los que la tienen. Y ahí tenerla, tener la carta en su posesión, tiene efectos que son notables. No tenerla, igualmente, correlativamente. Y es así, que la historia de La carta robada que ha encantado a generaciones enteras, es la historia de un signo que se desplaza, y muestra cómo el sujeto como tal recibe su determinación de ese significante. Podemos decir que el término está forcluido o que está excluido de toda esta construcción es precisamente el termino de contingencia. Al contrario, el forzamiento es mostrar punto por punto una determinación. La contingencia sólo existe a nivel de la tirada al azar –primero. Ahí podemos decir que hay contingencia puesto que no podemos saber si una moneda que ha caído cara, a la vez siguiente será cara o cruz. Simplemente sabemos que no cesará de escribirse para siempre o que no cesará de no escribirse en referencia a lo que hemos anotado. Entonces, a este nivel de la contingencia la demostración de Lacan es: no hay sujeto. Sólo hay sujeto cuando la sintaxis ha comenzado y, a medida que esta sintaxis define las determinaciones que van volviéndose opacas hasta que ya no sepamos cuales son las vías de la determinación, –lo que no impide que ella exista. En cierto modo, tenemos una reducción pero esta vez se puede probar, esta postulación que encontramos en el cognitivismo, que incluso si no sabemos aun como pasar de las bases neuronales a las cimas del pensamiento, sin embargo hay una determinación, hay una vía de determinación. Es por este motivo que Lacan puede decir que, al final, una carta siempre llega a su destino. Ya lo he explicado de muchas maneras pero aquí lo explico de manera más sencilla a través de mis gafas cognitivistas. Una carta siempre llega a su destino precisamente porque viene determinada por una sintaxis, esto es, su destino no es un sujeto, su destino es otra carta, o lo que es lo mismo: un significante representa al sujeto para otro significante. Que una carta llega siempre a su destino quiere decir que una carta viene determinada por un algoritmo, y, por lo tanto, si patina o parece no llegar a su destino no es más que una interposición imaginaria o un hecho de inercia. Se podría incluso decir que siempre ha llegado ya a su destino en función del algoritmo que la determina. Entonces, lo que Lacan ha llamado el gran Otro, es el lugar de estas combinaciones, es el lugar de la combinatoria, y es el lugar de la determinación significante, que siempre va estrechándose sobre un esquematismo elemental del que carece el cognitivismo. El cognitivismo tiene que mover mucha retórica para hacer prevalecer su punto de vista mientras que, aquí, Lacan va reduciendo la retórica para ceñirse a fórmulas de tipo matemático hasta llegar al colmo en De un Otro al otro. En cualquier caso, el lugar de estas combinaciones, de esta combinatoria, de esta determinación significante, es lo que Lacan ha denominado el Otro, el gran Otro: A, que deja por fuera a un sujeto vacío, un sujeto que ha recibido esta sigla de la S barrada: $, que lo convierte en un ser ambiguo y, a la vez, en relación con la cadena significante ya que es el símbolo mismo del significante que sirve para designarlo pero modificado, modalizado por la barra que al mismo tiempo lo exceptúa: $ / A En cualquier caso, el cognitivismo, si quisiéramos traducirlo en estos términos, pone en función a un gran Otro que se halla en el interior del organismo y al que denomina el cerebro. El cerebro ocupa el lugar el gran Otro, es el lugar de una combinatoria cuyo desciframiento está suspendido, donde los elementos son... neuronales – esto está en la versión y aquí también hemos de ser precisos, está en la versión mainstream del cognitivismo; hay, de hecho, versiones debilitadas o diferentes. Por ejemplo, la versión de Roger Penrose. Es un verdadero sabio, pero que, fuera de su ámbito de estricta competencia, ha realizado obras, digamos, populares que resultan todavía bastante complejas. Ha realizado, por ejemplo, hace algunos años, un tratado extraordinario sobre las Leyes del Universo. Él tiene la idea de que el funcionamiento cerebral no obedece a la física matemática clásica sino a la física quántica, a partir de un cierto número de hechos que él interpreta en este sentido y esto le lleva a pensar que los elementos fundamentales no son las neuronas sino otros elementos. Estoy intentando comprender un poco mejor de qué se trata para trasladároslo, no porque tuviera consecuencias desastrosas sobre las investigaciones que realizáis o que no realizáis en el cerebro sino porque confiero un cierto valor a la exactitud. Pero en fin, para abreviar, en la versión mainstream, los elementos son neuronas y, en el fondo, se está evocando una arquitectura que es del orden de la determinación opaca, opacificada, pero de la que se nos asegura que existe una vía de determinación elemental que se puede, por aquí o por allá, hacer resaltar. Por fin, ¡tenemos la determinación! Las correspondencias. Entonces, si partimos de esta base, vemos de qué manera el cognitivismo es llevado a hablar de cultura. Lo que llama cultura es, en el fondo, el mismo Otro: lo ha recuperado del interior del organismo individual, y lo ha colocado también en el exterior. En otros términos, comienza por convertir al cerebro en el Otro desde el interior, por así decirlo, y a continuación postula que también está este Otro en el exterior que tiene la misma estructura, que es homólogo, pero que se distingue del organismo individual por la memoria que está depositada en él, la acumulación milenaria que está entonces ahí como la masa que acoge el organismo individual en su nacimiento. Aquí vemos bien que no tenemos aún lo real que sería propio del inconsciente y que Lacan investigó en su última enseñanza. O bien, no hay ningún real en función, si lo real no es más que él de la contingencia de tirar al azar o bien, lo que es considerado como real es lo real de la sintaxis, lo real de la estructura del lenguaje. Pero si es esto lo real, entonces, no es un real propio del inconsciente. Si bien es la estructura del lenguaje la que confiere un estatus al inconsciente, ella no nos proporciona, sin embargo, un real que sea propio del inconsciente, ya que la lingüística, la antropología y las humanidades hacen referencia a él y explotan a su vez este real del lenguaje. Lo único que esboza lo real propio del inconsciente, es el real que se encuentra en la ausencia, en lo que produce agujero, en el residuo de toda explicación. Lo que marca el comienzo de la última enseñanza de Lacan es el abandono de la categoría de la determinación como brújula de la práctica analítica en beneficio de la categoría de la contingencia. En su última enseñanza, Lacan no utiliza, no realza la palabra determinación sino la de necesidad. Esta necesidad cuyo principal mérito es aislar un imposible, es decir, algo que no puede inscribirse en el interior de una sintaxis. Pero, ¿dónde se encuentra la sintaxis cuando se trata de los dichos de un analizante, dónde se encuentra el algoritmo? Nadie dispone de este algoritmo. Y la pregunta con la que se tropieza Lacan y con la que inicia su última enseñanza, es la siguiente: ¿Cómo se puede demostrar en psicoanálisis el imposible a partir de los dichos del paciente? Y en el fondo su respuesta es: la contingencia puede demostrar la imposibilidad. La contingencia es unas veces sí y otras no, califica un término con eclipse, sin ley. Y es por esto por lo que, en Lacan la imposibilidad de la relación sexual está estrictamente en relación con la emergencia del amor, la emergencia contingente del amor. Si da por fin, si es preciso que dé y se esfuerza por dar una densidad no imaginaria y no simbólica al amor, es para disponer de un término capaz de poner en función la contingencia en una demostración de imposibilidad. Lacan ha percibido los límites, en psicoanálisis, de la determinación, de la ley, de la combinatoria, sin duda a partir del cienticismo de Lévi–Strauss. Los ha percibido, me parece, a partir del momento en que Lévi–Strauss ha encontrado una armonía preestablecida del pensamiento y del mundo tal como la expresa en El pensamiento salvaje, a partir del momento en que aparece en él la idea de una correlación, de una homología entre, para abreviar, el cerebro y el mundo. Creo que es lo que, en cualquier caso, ha empujado a Lacan (pongo aquí en función una causalidad externa, pero, por supuesto, habría que hacer referencia a lo que en el propio movimiento de su enseñanza lo conducía a ello), lo ha llevado a este cambio brusco que es notable en la primera lección del Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, cambio que ya he comentado pero que veo ahora con el prisma del cognitivismo. Lacan percibe los límites de un punto de vista que objetiviza el inconsciente en una combinatoria. Como lo dice él: El modelo de la lingüística es el juego combinatorio que opera sólo, de manera presubjetiva– y no podemos evitar pensar en lo que él mismo ha desarrollado con "La carta robada". Él ve aquí la ventaja de poder acreditar el inconsciente como algo objetivable – la palabra es recogida de su propia boca– pero distinto del inconsciente freudiano: el inconsciente freudiano, dice él, es otra cosa. Es este mismo movimiento el que le llevará más tarde a decir: El inconsciente da testimonio de un real que le sea propio. Aparece aquí este esfuerzo por cernir lo que es más propio del psicoanálisis, lo que es único, vaciando, exterminando a veces, limpiando el psicoanálisis de sus adherencias a los otros discursos, a las otras disciplinas y a las demás concepciones. Y por este motivo, vale la pena medirnos con la concepción cognitivista. Y ahí renuncia, como ya lo he dicho en otras ocasiones, renuncia a la referencia a la ley, que es central en esta construcción gráfica, a favor de una referencia a la causa pero, todo hay que decirlo, una causa que ya es el esbozo de lo que denominará más tarde la contingencia. Lacan formula que, y lo cito, la causa se distingue de lo que hay de determinante en una cadena. Vuelve a retomar este término de causa que ya aparece en el Seminario X, La Angustia, pero toma la causa como distinta de la determinación del significante de la cadena porque la determinación simbólica obedece a una ley e implica, por lo tanto, que no hay solución de continuidad. Vemos claramente que, de todas las maneras posibles, ha intentado introducir un elemento de ausencia en la determinación gráfica – lo he señalado anteriormente – pero es una regularidad: en su demostración de la "Carta robada", todo se basa en el hecho de que el contorno de la ausencia es regular y, si hay significantes excluidos, sabemos cuáles son. Pero vincula el término de causa con el de agujero, y con algo que vacila en el agujero. Este es un intento de dar cuenta de una manera más cercana de lo que Freud denominó lo reprimido. Es el mismo término freudiano que polariza la reflexión de Lacan en "La carta robada" y en esa primera lección del Libro XI. Lo reprimido implica siempre la búsqueda de términos en modo negativo: lo no realizado, lo no nato; busca términos negativos para calificar lo que podría ser llamado (pero no sería tan exacto), virtual, realidad virtual. Entonces, tanto más difícil resulta de cernir aquí el estatuto de lo reprimido tanto más este capítulo quedó en la memoria más bien por aquello que Lacan ha podido describir de la aparición de lo reprimido bajo la forma de un obstáculo de la continuidad ( escollo, fallo, fisura, tropiezo, descubrimiento) en el que figura la palabra agujero. Y en este punto, se puede decir que la orientación es doble. Por un lado, el descubrimiento siempre resulta ser un redescubrimiento, es decir, que hay efectivamente repetición. Claro que hay repetición por un lado, pero, por el otro, se puede decir que el término descubierto o redescubierto no es estable y siempre está listo para volver a sustraerse. Es palpable que, a partir de esta primera lección del Seminario XI, lo que Lacan describe es el funcionamiento que formalizará en su escrito "Posición del inconsciente" y que traerá tan sólo hacia el final de su Seminario al impartir las lecciones sobre la alienación y la separación. Pero, de entrada, es lo que intenta presentar en esta lección número 1, es esta doble postulación que, por un lado, mantiene la exigencia de la determinación, de la necesidad, de la repetición, pero que, por otro lado, subraya la orientación hacia la continuidad, lo evasivo y, digamos, hacia la contingencia aunque esta palabra no aparezca como tal. Al final, lo que Lacan coloca en el lugar mismo donde más tarde reconocerá la ausencia de relación sexual como principio de la contingencia analítica, de la contingencia del inconsciente, lo que coloca en ese lugar es al sujeto como indeterminado. Se puede decir que, a partir del Seminario XI es la indeterminación – aquí la negación queda afirmada– es la indeterminación del sujeto la que le resultará indispensable para fundamentar el sujeto del inconsciente. Es preciso decir que partió de un sujeto de la determinación sintáctica y que tuvo que sustituirlo por el sujeto como indeterminado para cernir los datos elementales de la experiencia. Se puede decir que el sujeto permaneció como nombre de lo real durante mucho tiempo para Lacan. Entonces, como lo expresa Lacan, este sujeto es un sujeto que, a la vez, se incluye en la combinatoria y al mismo tiempo se sustrae a ella porque sólo hace la función de falta. Se trata de un sujeto ambiguo y, yendo de acá para allá, Lacan repercute y trata esta ambigüedad hasta el momento en que, en su última enseñanza, abandona el término de sujeto o, en cualquier caso, lo subordina al de parlêtre, lo que va en paralelo con una desvalorización de lo simbólico y de la sintaxis.Se puede decir que coloca en el lugar eminente en el que colocaba la sintaxis, a la semántica, una semántica muy suya, una semántica en la que el significado no aparece precisamente determinado.El punto de partida de Lacan era ir hacia: el significado está determinado por el significante – esta es la demostración de la "Instancia de la letra". Por el contrario, en su última enseñanza, lo que cuenta en la experiencia analítica no es que el significado está determinado, es que el sentido se fuga. La fuga del sentido – no creo haberlo visto tan claramente cuando lo traté – la fuga del sentido es un punto de vista que patentiza una superioridad manifiesta sobre la determinación del significado por el significante. El sentido se fuga lo conecta directamente con el agujero. Hay una pertenencia esencial no entre el significado y el significante, o en cualquier caso, ésta cuenta menos que la pertenencia entre el sentido y el agujero. Es a partir de aquí que el sentido puede ser tomado siempre como atrapado en toneles, como se expresa Lacan, cada uno más fútil que el otro, a merced del agujero esencial caracterizado como lo real propio del inconsciente. Y, entonces, con la desvalorización de lo simbólico, está la de la ciencia, que Lacan califica de fútil porque tapa todos los agujeros. Vemos aquí el valor eminente que concede a este término, a este agujero de alguna manera absoluto que no es el agujero de tal o cual contenido, de tal o cual significante. Es porque la ciencia tapa todos los agujeros por lo que no tiene ningún tipo de sentido. Esto pone en evidencia lo que yo denominaba la pertenencia esencial del sentido y del agujero. Entonces, ¿a qué término agarrarse si el significante y la sintaxis aparecen como toneles fútiles, si se puede decir así, como reclasificaciones fútiles, a los ojos del agujero esencial? Se puede decir entonces que la materialidad que Lacan ha encontrado es, en primer lugar, la materialidad del síntoma. Ha construido, en su última enseñanza, el síntoma como la materialidad propia del inconsciente, como lo que confiere al inconsciente su estatus. Se trata menos de la estructura del lenguaje que del síntoma y, precisamente, no el síntoma articulado, como al principio, a la estructura del lenguaje, sino el síntoma como acontecimiento del cuerpo. ¿Porqué esta elección? Se podría haber dicho también un acontecimiento de pensamiento. Pero acontecimiento de cuerpo es construir el síntoma coma materialidad verdadera donde el inconsciente se vuelve manifiesto. Y es así como puede reinventar a Sócrates, prefigurador del análisis, como el que estaba fascinado por el síntoma, fascinado, dice él, del sólo síntoma. Entonces, esta orientación hacia lo real, pero un real distinto de todo lo que había podido aislar anteriormente, esta orientación hacia lo real hace caer la verdad como tal, el estatus de la verdad, en la mentira, en la medida en que no hay verdad sobre lo real: no se puede decir la verdad de lo real, sino que no se puede decir nada de verdad. De repente, el final del análisis se encuentra apartado de toda idea de agotamiento combinatorio, se encuentra apartado de toda idea de demostración propiamente dicha, a menos que sea posible una demostración de satisfacción y es preferible decir – y este es el término que ha prevalecido– un testimonio de satisfacción que el analizante se da después del recorrido en el que ha experimentado dónde hay de la ausencia. Bueno, intentaré leer más autores cognitivistas para la semana que viene (aplausos). Fin de la Décima Sesión del Curso JAM 2007-2008 - 13.02.08 |