Jacques-Alain Miller on line |
Curso del miércoles 23 de enero de 2008 |
¡Que magnífica lección! JAM, serio, ligero y muy concentrado (ni el poco confort del anfiteatro T, ni los numerosos sonidos de los teléfonos portátiles parecieron perturbarlo), nos da un curso notable por su rigor. Su introducción, a partir del "último de los hombres" de la introducción al Zaratustra (y su "caída" risible sobre lo que el LNA no es) anudada a su anticipación de una "neuro–psicología clínica" por venir, es a subrayar como uno de los rasgos mayores de su estilo de enunciación. En efecto, diremos que JAM se ha dedicado a tomar muy en serio las "tesis" del cognitivismo, para proceder, luego a "deshacer su retórica", señalando aquí y allá ños matices, la impostura, el alcance y su operación "de explotación y de sujetamiento", notablemente JAM define el modo de operación del cognitivismo, designándolo bajo el nombre de indiferencia ("Operación lógica por la cual se admite una proposición en virtud de su lazo con otras proposiciones que ya son tenidas por verdaderas"). (Por TLN). Entonces, la cifra. La cifra como garantía del ser. La cifra hoy vale como garantía del ser, el cual siempre ha tenido necesidad de una garantía. Es hoy la cifra que hace la diferencia entre la apariencia, los semblantes, y lo real. Es vano, lo he subrayado, de sublevarse contra, eso sería erigir una barrera contra el Pacifico, mientras que esta concepción es hoy común, hace parte del sentido común del ser, que compartimos tengamos lo que tengamos. El ciframiento es, ciertamente, necesariamente, llamado a recubrir todos los aspectos de la existencia. Eso no es ni siquiera una profecía, es una constatación, que se verifica incesantemente, y con relación a lo cual tenemos que saber tratar su lugar en el psicoanálisis. Podemos comprender que colegas, colegas practicantes, hayan sido conducidos a buscar las condiciones de introducir la cifra en el psicoanálisis; ellos la introducen bajo la forma propia de lo que se llama el cognitivismo, es decir, bajo la forma del sufijo neuro–, que es la forma que toma la cifra cuando viene a apoderarse, cuando viene a capturar lo psíquico. Entonces, he dicho la cifra. Como lo he subrayado después de Lacan, la palabra es en sí misma ambigua, porque conlleva a la vez el sentido que tiene la palabra cuando se habla del mensaje cifrado y el sentido del número. El psicoanálisis tiene parte ligada con la cifra en el primer sentido, y lo que evoco, es la dominación del número, la misteriosa dominación del número sobre los espíritus. El viejo problema, el problema antiguo de la relación del pensamiento con el ser fue renovado, en la problemática cognitiva, de la siguiente manera, me parece. Hubo, en el siglo XVII, la emergencia y afirmación de la ciencia matemática de la naturaleza; la matemática se apoderó del concepto, del pre–concepto de naturaleza, y eso nos ha dado la física matemática. Después, digamos que en el siglo XX, tuvimos la emergencia de la ciencia matemática de la vida, si se puede así decorar la biología molecular. Y se nos explica que el siglo XXI, verá la afirmación de una ciencia, de la ciencia matemática del pensamiento, y esto, a partir del estudio de un órgano del viviente, que es el cerebro. Es por lo cual, eso que el cognitivismo llama, curiosamente —es el plural que es curioso, dudoso—, las ciencias cognitivas, se nos explica que ellas hacen parte de la ciencia matemática de la vida, que es un sector determinado de las ciencias de la vida. Eso traduce el movimiento que hemos podido observar, en el último tercio del siglo pasado, a saber, la psicología se adueñó de la biología. Ella se ha deslizado precisamente en la neurobiología, ha considerado que el garante de la psyché —al que se refiere la palabra misma de psicología—, que el garante real de la psyché, era el cerebro. Y apoyándose sobre esto podíamos tener, parece, un acceso directo a la actividad cerebral por la vía de la imaginería de la resonancia magnética, ha considerado que se podía retomar remozada la observación psicológica. Entonces, el primer postulado, el primer axioma, es que el psiquismo es cerebral. A partir de aquí, el cognitivismo se desarrolla como una filosofía de la neurobiología, abriendo perspectivas, haciendo promesas, promesas de exhaustividad, que están ciertamente cualificadas, es decir, moderadas, por la consideración de la complejidad de la arquitectura cerebral, pero que en el fondo prolongan los resultados en anticipaciones maravillosas Entonces, de un lado, es una filosofía, por no decir una ideología. Y de otra parte, el cognitivismo aporta, a la neurobiología y a la observación de imágenes, cuestiones psicológicas. A saber: ¿qué pasa en el cerebro? ¿Qué es observable en la imaginería cuando hay transmisión de informaciones? ¿Cuándo hay conocimiento? ¿Cuándo hay emoción? ¿Qué se ve cuando hay tristeza? ¿Qué se ve cuando hay alegría? ¿Qué se ve cuando hay decisión? ¿Qué se ve cuando hay palabra y escucha, escritura y lectura? Y, por observación, se puede, en efecto, recolectar cantidad de hechos de observación. A partir de lo cual, la operación cognitiva esencial es, en el fondo, la indiferencia: a partir de esos hechos de observación se infierne procesos mentales que estarían en causa y que darían cuenta de las observaciones. Dicho de otro modo, la psicología ha pasado, aquí, de la observación de comportamientos a la observación de las neuronas. Ella no reniega su origen behaviorista, o pragmatista, al contrario, piensa continuar el mismo programa con un instrumento nuevo, que es el que procura el IRM, la imaginería de la resonancia magnética. Que es la herramienta esencial de sus investigaciones. Entonces, se trata de una voluntad. Una voluntad animada por el cognitivismo, la de demostrar que es legítima la reducción de la realidad humana al cerebro, que el hombre es esencialmente un cerebro, y que el cerebro es una máquina para tratar la información. Esta semana tuve la ocasión de oponer, un poco rápidamente, el cognitivismo a la clínica, respondiendo a un periodista, que el cognitivismo no juraba sino sobre la estadística, y entonces que su punto de vista era radicalmente el opuesto al de la clínica, que toma los sujetos un por uno. Sí. Es demasiado rápido, porque no se ve que la potencia del sufijo neuro– esté limitado por el dominio de la estadística, nada impide de descender al uno por uno. De la misma manera que hay en adelante una neuro–economía, no se ve porque los cognitivos no han aun puesto sobre el mercado una neuropsicología clínica. ¿Por qué no haría yo, a mi vez, una anticipación? Veremos próximamente una neuropsicología clínica. EN lugar de simplemente tener recurso al gran número, se hará la descripción de la actividad cerebral de un sujeto. No se ve muy bien que conclusiones se sacarán, pero podemos tener confianza de la inventa de la inferencia. Dicho de otro modo, la neuroclínica individual es para mañana. No se le puede poner a priori una barrera. Y entonces, estamos sobre el camino de persuadirnos de la extensión progresiva y sin duda ineluctable de esta concepción en todas las prácticas. Todas las prácticas tendrán muy pronto una alternativa cognitiva, que reduce sus maneras de hacer, sus perspectivas, a la observación cerebral. Eso es un mundo, se puede decir, que fue anunciado, y para la ocasión verdaderamente profetizado, por alguien a quien me he referido al comienzo —he retardado el momento de decir el pasaje pero lo hará ahora—, Hemos ahora entrado en el mundo anunciado por Nietszche, en su Zaratustra, es decir, el mundo del último hombre. Quería este año hacer un comentario de ese pasaje que figura en el quinto parágrafo del "Prólogo de Zaratustra". Zaratustra sale de su gruta, viene de hablar al pueblo, y le habla, dice él, de lo que es más despreciable. Es decir, que viene hablarle al pueblo en nombre de valores, que se pueden llamar aristocráticos, valores que son clasificados en una escala, valores que son absolutos, y que oponen lo que es honorable a lo que es despreciable. Lo que él considera como lo más despreciable, es el hombre, quien, de una vez por todas, ha cesado de referirse a ese absoluto de los valores, y ese es el que llama el último hombre. No es el último de los hombres —en fin, lo es también—, pero es tal vez la última figura de humanidad que nos ofrece su historia, al menos de la emergencia, bien problemática, de lo que él llama, de otra parte, el superhombre, aquel que se desprende de ese estatuto del último hombre. Describe ese mundo como —lo traduciré así— el tiempo del no deseo, en tanto que el deseo es siempre dependiente de un elemento que no es homogéneo, mientras que la demanda tiene esencialmente una parte ligada a la cantidad. Es dicho en términos poéticos. ¡Hay! ¡Llega el tiempo en que el hombre dejará de lanzar la flecha de su anhelo más allá del hombre, y en que la cuerda de su arco no sabrá ya vibrar! ¡Hay! Llega el tiempo en que el hombre no dará ya a luz ninguna estrella. ¡Ay! Llega el tiempo del hombre más despreciable, el incapaz ya de despreciarse a sí mismo. ¡Mirad! Yo os muestro el último hombre. ¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella? —así pregunta el último hombre, y parpadea. Heidegger ha comentado el parpadeo del último hombre. Nosotros, diremos que ese movimiento del ojo traduce su posición de no engañado. Por excelencia, se puede decir que, con relación a todo lo que es del orden de la creación, el cognitivismo, que reduce todos esos fenómenos a lo neuro–real, encarna bastante bien ese último hombre. La tierra se ha vuelto pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hombre, que todo lo empequeñece. Entonces, Maurice de Gandillac traduce: "De la dicha hemos hecho el descubrimiento", es más claro cuando se traduce: "Nosotros hemos inventado la felicidad". Nosotros hemos inventado la felicidad —dicen los últimos hombres, y parpadean. Enfermar y desconfiar son a sus ojos pecado. Se observa esto. La transformación de la enfermedad en pecado en nombre del valor salud. Y nos explicaban hace poco que uno de las dificultades de los franceses en la competición internacional es que eran desconfiados y que hoy para triunfar, el porvenir es de los pueblos confiantes. Entonces eso me parece completamente verificar la profecía de Nietszche en la materia. ¡Sin pastor, un solo rebaño! Cada uno quiere la misma cosa, ¡todos iguales! "En otro tiempo todo el mundo desvariaba"— dicen los más sutiles, y parpadean. He aquí lo que ha servido desde entonces de referencia a innumerables ensayos filosóficos. En el neo–conservador de Fukuyama, en la época en que podíamos creer en el final de la historia, se encontraba, si recuerdo bien, la retoma de ese último hombre como esencia misma del ciudadano democrático. En cambio, pasé tal vez muy rápido sobre el hecho que los últimos hombres, cuando Nietszche habla de nuevo al final del Zaratustra, los hace adoradores del asno. Pero en fin, es porque sin duda la revista ilustrada de la que hablé fue llamada Nuevo Asno [Nouvel Âne]: para explicar que no es el mismo (risas), que no es el asno de los últimos hombres. Ahora, volvamos a este asunto del número, porque —eso, no es explicitado por Nietszche, pero podemos añadirlo— ellos no juran sino sobre el número. Esta adoración del número está prescrita por su pre–comprensión del mundo como una realidad homogénea, una realidad donde todo es cantidad, incluso la cualidad. Cuando ellos se ven enfrentados con realidades cualitativas, entre comillas —que no llaman tales desde el punto de vista de la cantidad, de las realidades que no se prestan inmediatamente a la cantidad—, cuando se encuentran enfrentados con realidades cualitativas como ellos las llaman y que clasifican como emociones —decía la tristeza, la alegría, el amor—, la operación cognitivista consiste en ligarlas a realidades cuantitativas. Por ejemplo para el amor, lo decía la última vez, se le anuda a cantidades de neurotransmisores. Se homologa las realidades cualitativas a las realidades cuantitativas, y, entonces, se demuestra que su cuantificación es posible. Aquí es sobre los neurotransmisores, mañana será sobre la actividad cerebral del cerebro. Poco importa la realidad cuantitativa a la que se les amarre, lo que cuenta es el anudamiento, esta homologación cuantitativa, que verifica el axioma según el cual, todo es cantidad. La noción según la cual todo es cantidad, decía, es del orden de la voluntad, es del orden del deseo. En todo caso, no está determinado por el dominio mismo que eso abre, es una pre–concepción que abre un cierto dominio de investigación. Entonces, hay, en principio, una enunciación, hay, en principio, un deseo de que sea así. Ese deseo, sin duda, es, él mismo, susceptible de ser interrogado. Es un deseo de dominio, porque hay la idea que se puede actuar sobre las cantidades: se puede aumentar los porcentajes de dopamina, bajar el de serotonina, se puede, por medio de electrodos, actuar sobre la actividad eléctrica del cerebro. Es un deseo de dominio y, se puede decir, un deseo de igualdad. Eso abre sobre un mundo donde las diferencias no son más que cuantitativas, por allí eso se presta, eso se ofrece a la gestión de poblaciones como se dice. Eso parece especialmente adecuado a la edad democrática, con relación a aquel que viene a recordar los valores absolutos como el pobre Zaratustra hablando al pueblo que evocaba hace un momento. Entonces, ¿cómo hemos llegado allí? Estamos obligados a imputar a lo que Kant, antes de Lacan, llamaba la ciencia, por lo cual, tanto Kant como Lacan, entendían la física matemática. Es allí que se hizo el corte esencial, que no ha alcanzado sus efectos, los efectos que vemos desarrollarse hoy, más que en el momento en que la matemática ha podido capturar la vida. Mientras que permaneció aún ciencia de la naturaleza, ciencia matemática de la naturaleza, en tanto que permaneció física, perduró a distancia de la realidad humana, se quedó, muy distante de capturar el pensamiento, la sociedad, el arte. A partir del momento en que la biología se volvió molecular y matemática, si puedo decirlo así, en ese momento, algo fue franqueado en la lógica del viviente, que, hoy, se impone por sus consecuencias mayores en la organización del mundo. Tuve que responder esta semana, porque lo he querido, a un cuestionario que distribuía una revista que tiene la ambición de publicar grandes textos que hayan cambiado la historia del mundo y que ofrecía a cierto número de personas de dar su opinión sobre el asunto. Hasta diez títulos. Eso me ha divertido bastante para que tratara de responder y he pensado en diez textos que continúan determinando los cambios por venir del mundo. Esto me ha permitido inscribir, en buen lugar, La interpretación de los sueños. Me he dicho que no deberían interrogar de esa manera a los psicoanalistas y que era legítimo introducir La interpretación de los sueños e igualmente, los Escritos de Lacan (risas), que han tenido hasta ahora una incidencia mayor sobre la historia del mundo, pero se puede esperar que será el caso en el porvenir. En todo caso me he dicho que si, cuando me interrogan, no digo esto (risas), falto a todos mis deberes. Bueno. Entonces, el descubrimiento del inconsciente y la reformulación de este descubrimiento merecen su lugar. En cuanto al lazo social, ¿Qué es lo que es tan determinante para el porvenir? He creído que no podía despreciar El Decálogo. Es de todos modos una gran formulación de la neurosis de la humanidad. Lacan decía hace tiempo que ese era el decálogo de las leyes de la palabra. Esa es la formulación de la neurosis edípica de una manera que ha tenido un éxito sensacional —sin duda en razón de la arquitectura neuronal del cerebro (risas). Oh! Pero se demostrará sin dificultad en que el Edipo está especialmente adaptado a una fisura neuronal. Y después La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, es decir, un fundamento del individualismo contemporáneo y del futuro. Esta Declaración, se podrá notar, no es una declaración de derechos y de deberes del hombre y del ciudadano, eso escapa a la ideología del donante–donante del que nos quieren hacer hoy el alpha y el omega del lazo social, y si eso ha marcado la historia del mundo, es bien porque es la afirmación de los derechos, y que los derechos tienen aquí avanzada sobre los deberes. En el fundamento de la democracia, hay, de todos modos, un absoluto, que no es susceptible de relativizar por el intercambio. El psicoanálisis, el lazo social entendido como el cimiento de la sociedad, ¿qué hay después de eso? Después de eso, es el discurso de la ciencia: yo no veo nada, en importancia decisiva, que pueda compararse. Entonces, las matemáticas, eso se prestará para una enumeración considerable, lo más simple es de tomar lo que está en el origen, y entonces, he dado entre los diez grandes textos, Los elementos de Euclides. Es el testimonio, el testamento de la emergencia del discurso de la matemática. Y luego, de las ciencias, ¿qué hay? Las ciencias de la vida y las ciencias de la naturaleza. Con relación a las ciencias de la vida, pienso que hay que hacer un lugar al concepto de evolución y entonces a Darwin y al Origen de las especies. Y luego está la biología molecular de donde puede tomarse la orientación en la obra tan divertida de Crick y Watson La doble hélice. No se puede decir que el libro mismo haya cambiado la historia del mundo, pero digamos que está ahí como la prueba del testimonio de la afirmación de la biología molecular en el último tercio o la mitad de la última mitad del siglo XX. Y después está la física matemática. Y allí no veía como, sobre diez textos, en efecto, no nombrar a Galileo por su Saggiatore, donde él formula que la naturaleza está escrita en lenguaje matemático, los Principia de Newton, es siempre la mecánica válida aquí abajo, y Einstein por los cuatro grandes artículos del año 1905, que se llama su agnus mirabilis, donde ha refundado la física matemática, y especialmente por su cuarto artículo, aquel donde figura la fórmula que da la equivalencia entre la masa y la energía. He aquí, No he hecho figurar aquí nada literario o artístico, porque, si se interroga sobre los resortes de las transformaciones en el mundo, lo que más pesa, para hoy y para mañana es el discurso de la ciencia. Se puede decir que nosotros estamos en la época donde todo está al desnudo. Los progresos del discurso de la ciencia y las nuevas tecnologías, es el dominio de la realidad que pone el ritmo a las transformaciones que se transmites, con una rapidez notable, a la vida cotidiana y a los debates de las sociedades. Es aquello que hemos percibido, hace algunos años, cuando hicimos una especie de curso periodístico conectado sobre las noticias de la semana: lo que hemos sentido, hoy, es que debemos hacer la teoría. Debemos constatar que nosotros, que somos practicantes de una tecnología ya antigua, la tecnología psicoanalítica, hemos sido transferidos, querámoslo o no, a una posición de conservación —salvo cuando nosotros mismos anunciamos las innovaciones, lo que visiblemente estamos tentados a hacer cuando tocamos nuestro dispositivo. Nosotros tocamos nuestro dispositivo, por ejemplo, en los establecimientos que hemos abierto y que practican las curas de duración limitada. Es una innovación, para nosotros al menos y objetivamente, ya que no se parece a la manera en la que esto ha sido practicado en el pasado en las otras orientaciones analíticas. Cuando nos dedicamos a esta innovación, lo que es más sorprendente, no es que vinieran las críticas, es que no se escuche la crítica de desviacionismo. Ya que, el siglo XX estuvo lleno de murmuraciones, en todos los órdenes del discurso, de las acusaciones de desviacionismo. Es lo que, aún en el siglo pasado, la idea de respetar una orientación inicial, o de desviarla, y bien, eso preocupaba. Eso preocupaba las personas. Hoy, se puede decir que la innovación es de alguna manera —es como el verum de Spinoza—, es el index sui, la innovación se beneficia de un privilegio en tanto tal. No hay más la idea de una emergencia absoluta, que será necesario respetar, sino, al contrario, hay una inclinación, que es completamente lo opuesto, y que consiste en valorizar el ensayo innovador. Diría que Lacan lo ha sentido. Entonces, es aún más sorprendente que, cuando Lacan ha comenzado su enseñanza en medio del siglo XX, lo hizo sobre la égida del retorno a Freud, entonces, explícitamente como anti–desviacionista. Es incluso bajo ese pabellón que hizo pasar las verdaderas innovaciones que él aportaba tanto a la teoría como a la práctica del psicoanálisis con sus sesiones cortas de las que se guardó de hacerle propaganda: en su Informe de Roma, hay algunas consideraciones sobre la duración de la sesión, sobre el tiempo y la cura, hay algunas indicaciones fugitivas pero no hay nada que se parezca a la sesión corta. En él la teoría, está dada por la práctica de la sesión corta. Se puede decir que él la ha enmascarado, que tuvo su innovación, y que es ciertamente a informar lo que es del orden de la Persecución del arte de escribir, es decir, que él ha pensado que eso no era necesariamente algo que pudiera recibirse en la época. Y entonces eso permaneció en una especie de penumbra. Sin embargo, en sus últimos dichos, ha formulado cosas que aparecieron como sorprendentes en la época y que nosotros comprendemos tal vez mejor en el contexto de hoy como: A cada uno de reinventar el psicoanálisis. Eso, es una dirección que es completamente opuesta al retorno a, es más bien la invitación a eso que se llama hoy la innovación. Bueno, reinventar cualquier cosa: el psicoanálisis. Sin duda. Pero el acento está puesto sobre una cierta liberación con relación al estándar. Y de la misma manera, el acento que Lacan pudo poner sobre la invención de saber, que es también consonante con el tiempo presente. De la misma manera, su desprecio declarado hacia todo lo que era del orden de la tradición. Como él lo pudo decir: Una tradición es siempre estúpida [conne]. Entre la bandera primera de la enseñanza de Lacan y estos enunciados, hay una inflexión que va casi hasta el giro brusco. Y entonces, me parece que esa es la dirección en la que, querámoslo o no, la práctica del psicoanálisis será conducida a comprometerse cada vez más. Es lo que hará ley, es, como lo quiere el discurso de la época, el resultado. No hay, no hay más nobleza en la intención, el valor está concentrado en el resultado. Y eso supone ciertamente, de nuestra parte, una cierta conversión de nuestra posición. Decía, entonces, que hay que remitirse a la emergencia de la ciencia matemática de la naturaleza para aprehender las raíces de la empresa contemporánea del número. La elaboración de esta ciencia matemática no fue el hecho, el punto de partida, de los físicos, fue el hecho de los pensadores. Es lo que observa Heidegger: En la época todos los investigadores eran filósofos. Él lo observa en su libro llamado ¿Qué es una cosa?, que fue traducido al francés en 1971 y que comporta una elucidación del concepto matemático. Él puede decir, en los Griegos, las consecuencias que luego conllevó la física matemática. Es aquí que Heidegger examina las cosas matemáticas, en griego ta mathemata, y considero que es muy probable que sea a partir de ese curso de Heidegger que Lacan inventa su palabra matema. No tengo ningún testimonio directo de su parte, pero la coincidencia me parece hablar por sí misma. Entonces, es allí que no hay que ser positivista. El positivismo es la concepción según la cual, si resumo, un hecho es un hecho, el positivismo es la creencia en lo absoluto del hecho, y entonces, los conceptos aparecen, dice Heidegger, como simples expedientes. En cambio, aquello de lo que testimonia la elaboración misma de la ciencia matemática de la naturaleza, es de la relatividad de hecho al concepto. Como lo dice Heidegger: Un hecho no es lo que es más que a la luz del concepto que lo funda. Este enunciado, ¿cómo decirlo? Podría ser de Canguilhem. Es un enunciado, un principio de epistemología, que es necesario, claro está, aplicar, poner en obra también cuando nosotros nos interrogamos sobre la emergencia y la afirmación de la perspectiva cognitivista y de la voluntas que la anima. Entonces, ¿qué es lo que hace la diferencia entre el discurso de la ciencia tal como emerge en el siglo XVII y eso que era la ciencia en la Antigüedad o en la Edad Media? Es sorprendente que, sobre este aspecto, osaría decir que Heidegger no está lejos de Koyré. A saber que, en lo concerniente a la observación, lo que atañe la experimentación, de la medida e incluso de la medida cifrada, no es allí que está la diferencia. Todo eso está presente en el saber antiguo y medieval. Verdaderamente, la diferencia está en otra actitud respecto del saber, cuyo carácter fundamental es lo que Heidegger llama su pretensión matemática. Él se apoya, hay que decirlo, sobre una afirmación de Kant en sus Primeros principios metafísicos de la ciencia de la naturaleza: Afirmo que en cada teoría particular de la naturaleza no puede encontrarse ciencia propiamente dicha sino en la medida en que se encuentre en ella la Matemática. Entonces, es aquí que Heidegger nos presenta una lectura, que puede ser una ficción sin duda, pero una lectura del ta mathemata de los Griegos. ¿Qué es ta mathemata? Es lo que puede ser aprendido y por allí, eso que se enseña. Observemos que Lacan ha dado ese sentido a lo que él ha llamado matema. La palabra no figura en la traducción que ha sido hecha de Heidegger, es Lacan que ha afrancesado ta mathemata, diciendo el matema y definiéndolo, a la manera griega, como lo que puede ser enseñado. Lacan fue conducido a decir que lo que puede ser enseñado, por excelencia, del psicoanálisis, es cierto número de fórmulas de apariencia matemática. Él ha inventado y popularizado el término matema en el momento en que ponía en el tablero sus esquemas de los discursos, esquemas permutativos de símbolos de apariencia matemática. De los cuales, él mismo ha elaborado una seudo–matemática, una seudo–lógica matemática del psicoanálisis, para conformarse, en el fondo, al requisito kantiano. Como si el psicoanálisis pudiera ser científico en la medida en que pudiera comportar matemática, pero, en fin, alojando el psicoanálisis sobre la margen de la ciencia. Pero, si he llegado a censurar el cognitivismo como siendo una monería de las ciencias duras, ese elemento de imitación, de semblante de ciencia, hay que reconocer que Lacan ha jugado con el, para el psicoanálisis, que eso haga parte de la misma irresistible atracción hacia el discurso de la ciencia. El estructuralismo completo se impuso un ideal de cientificidad. Hemos pensado, de todos modos, en los años 1960, salir de la retórica de las humanidades para pasar a un abordaje cuyo ideal fue la cientificidad, pero evidentemente, utilizando, en las matemáticas, las zonas que parecían prestarse al tratamiento que queríamos hacer. Por ejemplo, Lacan se inspiró en la teoría de los grafos, en su gran grafo, se inspiró en la teoría de la comunicación y de la información, en la que el cognitivismo encuentra también un apoyo, se piensa en los trabajos de Warren sobre la teoría de la información, él se apoya en la cibernética, como se decía en la época, la cibernética de Norbert Wiener. Él ha explotado —como dice el cognitivismo—, ha explotado los recursos de la elaboración matemática hasta conducir, el psicoanálisis, a los nudos, que producían mayores dificultades en esa época que ahora, cuando se han elaborado instrumentos más finos para aprehenderlos en el discurso matemático. Entonces, ta mathemata: lo que puede ser aprendido y enseñado, bien más allá de los límites de la escuela o de la erudición. Heidegger inventa alojar ta mathemata en relación a cuatro términos griegos. A mi conocer es una verdadera creación de su parte. No tengo el recuerdo de que haya habido en ningún filósofo, en lo que he podido leer, que haya podido serme enseñado, que yo haya podido aprender, no tengo el recuerdo que haya habido esa colocación, que es sugestiva y que se apoye sobre el lenguaje filosófico griego. Él opone entonces ta mathemata en principio a lo que es del orden de la Physis, o de la poiesis, es decir, lo que es del orden de la naturaleza, o del arte, de la fabricación, del artificio. Ta mahemata es distinto de ta physiké, las cosas naturales, en fin en el lenguaje de Heidegger las cosas en tanto que ellas surgen de sí mismas, por oposición a ta poioumena, aquellas que surgen de la mano del hombre. Las cosas naturales, o las obras de arte. Hay en tercer lugar, ta kremata, las cosas que son en el uso, de las que nos servimos, que en ese sentido son constantes. Y en cuarto lugar —he llegado a hablar de esto en otro contexto— ta pragmata, aquellas que vienen de la praxis, de la acción, las cosas con las cuales nos las tenemos que ver, sean las cosas materiales y que sea también la acción, lo que hay para hacer. Esos cuatro términos son para Heidegger distintos de lo que aísla como ta mathemata, que son las cosas en tanto que las aprendemos, las cosas en tanto que ellas tienen que ver con el conocimiento, pero en una acepción muy particular en la que no se trata de aprender el ahora de las cosas, su uso, sino que se trata —inventa él—, se trata, en la matemática de llevar al conocimiento lo que, desde siempre, sabemos, y entonces lo que de una cierta manera llevamos en nosotros mismos. Para ilustrarlo, él tiene esta consideración sobre el número tres. Yo cuento: Uno, dos, tres (JAM muestra tres libros). Según él: Podemos contar que esas cosas son tres, sólo ya si conocemos el "tres". Las cosas mismas no nos ayudan en nada a acceder al tres. Esto dice de una manera que es hecha para dejar presagiar lo que más tarde será la noción de que número es innato, y el debate de los platónicos y de los empiristas para saber si el número es innato o viene de la experiencia. Esa cuestión continúa siendo completamente de actualidad para la psicología cognitiva, a la que le gustaría mostrar, demostrar los fundamentos de la aritmética en la vida mental: es el objeto de las investigaciones que están en curso y que en mi opinión permanecerán durante largo tiempo. Entonces, se trata para Heidegger en principio, en la matemática, de lo que podemos aprender en contacto con las cosas, pero sin que ese saber lo hayamos extraído de las cosas. Por allí, la matemática será el presupuesto de todo saber. El número vendrá a representar por excelencia la matemática en este sentido. El hilo del cual él da aquí el punto de partida, lo reencuentra en Galileo —Citaré el pasaje en otra ocasión—, él lo reencuentra también en Newton. La versión Lacaniana concerniente al número es hacer de los números una excepción de lo simbólico, es de enunciar: Los números son de lo real. Cuando Lacan dice que los números son de lo real quiere decir que no son de lo imaginario, pero que tampoco de lo simbólico. No son significantes, en tanto que los significantes son hechos para llevar significación, en tanto que los significantes son soportes de lo imaginario. Y si se quiere hacer de ellos significantes, entonces son, por excelencia, significantes sin significado. Lacan llegó a llamar desesperadamente sus deseos de un significante nuevo, que no tuviera significación y que, no obstante, operara, y bien se puede decir que el número fue antes un significante nuevo operando sin significado. Es esa vacuidad de la significación del número que sin duda anima a la ideología de la objetividad del hecho cifrado. Y es, así mismo que el número, que un cifrage es acreditado como siendo en sí mismo sin significación. He incluso cuando es salido de la vía extremadamente marcada como la de las encuestas políticas donde las preguntas, el momento de las preguntas, la formulación de la pregunta, la dirección de la pregunta, están marcados, están infectados por tendencias completamente patentes, y luego ustedes tienen el 10%, el 15%, etc., y cuando la cifra llega, hay un efecto de estupefacción, un efecto de acreditación de deflagración, que es siempre interesante de observar. Allí, después de tres días, las cifras estás malas para el presidente de la República, e inmediatamente, sobre la base de cifras y de comparaciones de cifras, ustedes tienen una mutación general del discurso articulado: la semana pasada aún era genial y después de tres días se les explica, sobre la base de cifras, hasta que punto él se había equivocado, que no había que hacer eso, que no podrá salir del asunto, que está muerto, etc. Aquí, la incidencia de los significantes sin significado, que son las cifras, son de tal naturaleza que hacen virar las significaciones del discurso de una manera inmediata. Lacan corrige, si se quiere, esta acepción diciendo —eso no es completamente claro— que los primeros números tienen de todos modos un sentido. Se debe entender aquí los sentidos mitológicos que afectan el número. Él dice: Los primeros hasta cuatro, hasta cinco puede ser, vamos hasta seis. No he identificado aquí la referencia que él tenía en la cabeza, pero digamos eso no tiene nada que ver con la función real de los números. Ustedes saben que Lacan entiende esta ausencia de sentido en la ciencia misma, llega hasta enunciar que la ciencia no tiene ninguna especie de sentido, como el número. En esto Lacan es fiel al enunciado de Bertrand Russel quien encantaba a Kojève y que Lacan cita varias veces: El matemático no sabe de que habla. Traduzcamos eso aquí: El maneja los números como siendo del real. Sobre esta perspectiva, que me permitirá diversos desarrollos, quería, antes de terminar, hacer un lugar, al menos señalar lo que se puede sacarse de un texto cognitivista eminente, la lección inaugural, en el Colegio de Francia, de la primera carga académica de ciencia cognitiva que jamás fue creada, la carga de Psicología cognitiva experimental. Stanislas Dehaene comienza por recordar la definición, por Wiliam James, de la psicología como la ciencia de la vida mental. Se hace su deudor, y eso vuelve tanto más impactante el título de su lección inaugural: Hacia una ciencia de la vida mental, digamos que hemos pasado, de William James a Stanislas Dehaene, de la ciencia de la vida mental a una. Es un movimiento que se observa de otra parte a lo largo de toda esa lección inaugural. No dice que va a encontrar las leyes del pensamiento, dice de las leyes del pensamiento. Y así continúa. En el fondo, tenemos esa curiosa bajada de tonalidad, al mismo tiempo que tenemos la afirmación de la pretensión de las ciencias cognitivas de hacer parte de las Ciencias de la Vida, ¿pero esto se apoya sobre qué en definitiva? Como él lo explica —esa es su frase— explotando toda la panoplia de los métodos de la biología. Creo que el verbo es muy justo: el cognitivismo es un explotador. Es un explotador de la biología, y no pretende incluso ser un explotador de los resultados de la biología, sino un explotador de sus métodos. Prácticamente, ¿a qué conducen los métodos de la biología que son así explotados? Llevan a la imaginería magnética. Y es dicho claramente que la neuro–imaginería, la imaginería cerebral, juega un papel central. Por ello, cuando el Señor Dehaene da el ejemplo de las investigaciones sensacionales que se apresta a llevar en el hilo de las investigaciones que ya han comenzado, es la observación de la imaginería magnética que aquí viene como ejemplo. Es esencialmente por esa vía que se amarra a la biología, es decir, que él le toma ese instrumento. Entonces, al mismo tiempo, las ambiciones no se detienen en el cerebro, porque él piensa igualmente trabajar en la intersección de la biología del cerebro y del entorno, incluso, la cultura. Y se ve que el pasaje problemático, es aquel que va de la observación cerebral, de un lado, a las realizaciones de la cultura, del otro. Se tienen muy pocos elementos que hacen verdaderamente la articulación, es decir, que se está constantemente reenviado a los datos de la imaginería, y simplemente es por la vía de indiferencias extremadamente tenues y problemáticas que se llegaría a lo que es del orden de la cultura. Esto no impide que el Sr. Dehaene prometa que aquello de lo que se trata en su carga académica tiene por ambición enunciar las leyes generales del pensamiento. Él no dice las leyes, sino de las leyes generales del pensamiento. Esa es la promesa del poder pasar de lo que él observa de la vida mental, es decir, de la actividad neuronal, de poder pasar de esa observación a las determinaciones universales concernientes al pensamiento en todos sus aspectos: de la percepción a la motricidad; de la memoria; la percepción de la palabra; el concepto; la emoción; la intención; la decisión; la introspección. Todo esto se observa, y todo eso responde a una sintaxis de operaciones que las que podríamos formular las reglas. Cereza sobre el pastel, él podría igualmente —o él lo desea— determinar la diferencia, para el cerebro, entre una información conciente y una información inconsciente. Él mismo percibe un cierto exceso de amplitud en su programa y reconoce que para muchas personas la psicología no es más que una ciencia blanda y no una ciencia dura. Hay que decir que todo lo que él enuncia —es lo que es impactante— es prestado, es una explotación de la biología, incluso la química, etc. Y es lo que le sirve de prueba, o de ánimo, eso sería el reconocimiento con el cual se beneficia la psicología de la comunidad científica. Hay que confesar que Jean Pierre Changeux, que me divertía tanto en el tiempo de El Hombre neuronal — que yo había bautizado así en mi inconsciente—, que Jean Pierre Changeux ha logrado en efecto introducir ese programa en el Colegio de Francia, y entonces permite al Sr. Dehaene hacer espejear, lo cito, la posibilidad que las leyes que la psicología es susceptible de descubrir sean tan sólidas y universales que las leyes de la física. Encuentro esto grandioso. Él no dice: las leyes que la psicología ha descubierto —de las que se podría discutir su estatuto—, es; las leyes que la psicología es susceptible de descubrir, ¡y bien!, no es imposible que sean tan sólidas y universales como las leyes de la física. Y él cita a Galileo, Newton y Einstein. Mientras que, prácticamente, vamos de la observación del cerebro a la imaginería magnética y de las comparaciones con la computadora: el cerebro como máquina para tratar información, dice él, de donde podrán inferirse los algoritmos del pensamiento. Y lo que ustedes encontrarán aquí no es nada! Con el apoyo de sus proposiciones grandiosas, ustedes tienen —enumeraré esto tal vez la próxima vez—, ustedes tienen algunas pobrezas sobre el disminución del ritmo del pensamiento en ciertas condiciones, ustedes no tienen nada que parezca ni siquiera de lejos a una ley universal sea cual sea. Pero tenemos aquí la formulación de una ambición, que es moderada por el hecho que, en efecto hay una arquitectura extremadamente compleja del cerebro. La convicción esencial del psicólogo es que, aquí, él tiene un acceso más directo a lo que llama los mecanismos del pensamiento —porque, eso, hace parte del deseo inicial: el pensamiento tiene mecanismos—, un acceso directo a los mecanismos del pensamiento gracias a la imaginería magnética más que a la sola observación de los comportamientos. Dicho de otro modo, simplemente, la ambición que antes se realizaba por el análisis de los comportamientos, a saber inferir el pensamiento que está detrás, se ha transferido. Él cree que, porque él va a ver la neurona y la actividad de la neurona, entonces estará más cerca, más directamente ligado a los mecanismos del pensamiento. Entonces el conejillo de indias en observación, se le anima a tomar decisiones y se mira cuales son las neuronas, las zonas cerebrales, que están activas en el momento de la toma de decisión. Y, porque se constata que hay esa correlación, entonces se dice: la decisión, eso no es más que una cierta actividad neuronal. Y entonces se concluye con la ilusión del libre arbitrio de las decisiones humanas. Y sobre todo se concluye que lo que antes se consideraba como datos subjetivos es susceptible en delante de un tratamiento objetivo. Y en el fondo, es esa la gran ambición del cognitivismo a través de esos diferentes métodos: En la psicología de hoy, concluye, los datos subjetivos de la conciencia son objetos de estudio legítimos, que la modelización y la imaginería ponen en relación directa con los datos objetivos de la arquitectura cerebral. He aquí sobre lo que concluye su lección inaugural, es decir, sobre la ambición, digamos, de dar un estatuto objetivo a la subjetividad por la modelización matemática y por imaginería cerebral. Esta ambición, hay que decirlo, a través de sus diferentes modalidades y a través de la multiplicidad de las investigaciones en curso, anima el cognitivismo, que resulta se de una pobreza esencial: la pobreza de un método de indiferencia que trata de hacer el salto, de hacer la unión entre los datos de observación y procesos, lo que bautizan procesos, de los que hay que decir, la realidad, al leerlos, aparecen absolutamente fantasmáticos. Bueno. Continúo la próxima vez. Fin de la Séptima Sesión del Curso JAM 2007-2008 - 23.01.08 |