Jacques-Alain Miller on line |
Curso del miércoles 16 de enero de 2008 |
El curso de JAM reinició este miércoles, luego de la interrupción de las vacaciones y de las fiestas de fin de año. JAM, fiel a su "estilo de vida", no tomó vacaciones. Ha trabajado mucho y tenemos solamente algunos ecos, esparcidos, en las consideraciones de este Curso, sobre sus realizaciones y sus proyectos. Elegante y de muy buen humor, JAM nos divierte con su "momento spinozista"que nos comparte generosamente. Ustedes leerán la definición que él ha dado, al inicio, y a modo de introducción. No obstante, si TLN debiera elegir un pasaje, sobre el conjunto de las luces ofrecidas por este Curso, subrayaríamos aquellas que conciernen una consideración "enigmática" de Lacan, en su TDE (Seminario XXIV, L’Unbewuste, Lección X, del 19/IV 1977, de pronta aparición) "El psicoanálisis debe ser una práctica sin valor". Hemos encontrado su inédita argumentación perfectamente convincente. (Por TLN). Voy a iniciar con otro tono diferente al del trimestre precedente. Ha llegado para mí, lo espero, el momento spinozista. Llamo el momento spinozista el momento que sobrepasa la perspectiva polémica, a la cual he sacrificado tanto, hay que decirlo, en los cinco encuentros precedentes. La polémica y la sátira, es de todos modos, cuando se está, cuando se quiere estar en el momento spinozista, una revuelta contra lo real. La debilidad de la polémica es que ella está animada por un espíritu de indignación, que no puede estar fundado más que sobre un prejuicio. Dialécticamente, si puedo decirlo, esto debe ser seguido por la elucidación, lo cual supone la aceptación de lo que es, a título de hecho. No digo que sea preciso rebuznar el Si que evoca Nietzsche, en su Zaratustra, en el hocico del asno. El asno no sabe decir más que si, es incapaz del no. Después de todo, admitamos que se comienza por un no, pero luego, se trata de comprender: intelligere como lo recomendaba Spinoza. Eso no es la última palabra, pero, en fin es una escansión necesaria y es a eso a lo que sacrificar durante esas cinco próximas sesiones (...) Entonces, esta mañana, pensaba en La Boéte, el amigo de Montaigne, su alter ego, aquel del famoso por era él porque era yo y en su obra El contraUno. Está animada por una indignación. Me decía, he ahí a alguien que tenía el sentimiento de que el hombre estaba dominado, sujetado, y que consintiera su sujetamiento, es de otra parte el título de la obra, De la servidumbre voluntaria. Y La Boétie llamaba, a ese hombre, de cierta manera, a la insurrección, a la revuelta. En su tiempo, el opresor, el dominante, el amo, lo designaba como el Uno: monos. Porque esa dominación se encarnaba, según toda apariencia, en la figura del monarca. El monarca era, ¿cómo decir? El operador del poder. Cuando es considerado del otro lado, no del lado de los oprimidos, sino del lado del amo, esa figura toma el nombre del Príncipe. Es en la figura del Príncipe que se reúnen un cierto número de hilos entre los que Maquiavelo deshace la madeja, enseña cual conviene halar para obtener primero la conservación del poder y luego su aumento. La percepción de la dominación es concentrada en una persona, distinguida. Pensaba en eso en relación a hoy donde El contraUno me parece terminado. El sentimiento de la dominación, de ser dominado, de que hay un amo, perdura, uno se sacude, se agita, con relación a lo que uno se imagina de esa dominación, pero el amo no es más el Uno. Se puede decir que eso se ha cumplido, que se ha consagrado con la revuelta que se ha bautizado Revolución, esta revuelta del pueblo francés que ha dado al mundo el ejemplo de llevar el ContraUno de La Boétie hasta sus últimas consecuencias, un cierto 21 de Enero, que ha marcado los espíritus más que la ejecución de Carlos Primero de Inglaterra. Y luego, en efecto, que otros se pusieron en su lugar, esto no fue la misma cosa. Entonces, el Uno tiene bellos restos, aún hoy. Hay siempre la función del Uno que es representada. Es frecuentemente lo se llama los presidentes, que son elegidos, más que los monarcas. Por supuesto que hay monarcas que subsisten, pero generalmente subsisten sin poder, y eso vuelve evidente que allí se trata de una sobrevivencia debida al arraigo de una tradición, que eso no está animado por un dinamismo portador de futuro, en mi opinión. Deseo tener reservas sobre este punto de vista, porque no vamos a negar la incidencia del Uno, del individuo, en un cierto número de acciones colectivas. Si se piensa –voy a tomar un ejemplo reciente y actual– en la guerra norteamericana en Irak, se puede decir que el presidente del país tuvo una incidencia particular en el desencadenamiento de ese acontecimiento, un coeficiente personal que tuvo consecuencias, una voluntad, una concepción, un forzamiento, todo esto le corresponde a él. Pero, ¿debemos tomar esto como paradigmático? Tengo más bien la tendencia a clasificar eso como un paréntesis, una aberración, más que una regularidad. Todo eso para decir que estamos más bien tentados en encarnar la dominación hoy en un discurso más que en un Uno. Lo que se presenta bajo los aspectos polémicos, es la noción de discurso dominante sería el de la cuantificación. Es una palabra que me parece todo el mundo comprende, que es de todos modos rebuscada, es una palabra inglesa, importada recientemente, a mediados del siglo XIX, esa fecha ciertamente da sentido, y origina la palabra en la lengua inglesa. Mientras que la palabra cantidad, es, claro está, más antiguo, testimonia del siglo XII. Cuantificar es atribuir una cantidad determinada y determinar esa cantidad. Es entonces cuestión, allí, de números, de medidas, en consecuencia, de unidades homogéneas unas con otras. Se cuantifica lo que es susceptible de medidas. Bergson, cuyo discurso, cuya enseñanza, es a la vez un síntoma y una elaboración de la elevación del universo cuantificado, distribuía cantidad y calidad entre ciencia y filosofía. El dominio de la ciencia es aquel de la cantidad, es decir, decía él, de lo que es común a cosas diferentes. Y en el fondo esto pone en valor en efecto lo que la óptica cuantitativa borra las diferencias, por la cual se ve lo que ella tiene, si puedo decirlo, de progresista: la ciencia está habitada por un cierto: todos parecidos, especialmente manifiesto en la práctica de la elección política, un hombre, una voz. En ciertos aspectos, el aumento de la potencia de la organización democrática de la sociedad se inscribe en el discurso de la cuantificación. Lo que, por otra parte, conduce al presidente Bush a forzar las cosas en la dirección de esa guerra en el Medio Oriente: eso se justifica en un discurso de extensión de la democracia, pero del cual se puede hacer un vástago del discurso de la cuantificación. Entonces, hay una vertiente progresista de la óptica cuantitativa, y luego, está la vertiente en que es, como se dice, reduccionista, porque desprecia, sólo puede prevalecer que a condición de desdeñar, borrar las diferencias. Bergson pensaba en cambio que, el dominio propio de la filosofía, era aquel de la calidad donde todo es heterogéneo. Esta oposición de lo homogéneo a lo heterogéneo, por elemental que sea, estructura bien los debates de hoy, y también la confusión de nuestros sentimientos, si puedo decirlo así. Entonces, ese discurso de la cuantificación, del cual imagino nombrar el análogo, el homólogo de lo que La Boétie llamaba el Uno, ese discurso de la cuantificación no ha podido alcanzar ese lugar y ejercer su potencia sino en razón del extraordinario desarrollo del discurso de la ciencia. Es una consecuencia – lo que me apresuraré de aberrante–, es una consecuencia, es una fase de la dominación creciente del discurso de la ciencia. Elevación formidable, si se piensa en los pequeños comienzos del discurso de la ciencia, en los pequeños rincones, voy a decirlo, desperdigados en Europa, en algunos pequeños salones de sabios, los comienzos muy humildes, en que fue necesario todo el juicio y la agudeza de gentes de la Iglesia para discernir rápidamente el potencial de ese discurso de la ciencia. En todo caso es el sentido que me divertiré al darle al hecho de haber puesto a nuestro amigo Galileo bajo las rejas. Ensayar de todos modos de taponar eso. Y ese discurso de la ciencia es puesto por tipos que debían tomar enormes precauciones para predicar este asunto, sus valores, su proyecto, para alabar lo que Heidegger llama el proyecto matemático. Spinoza que busca hacerse olvidar, Descartes que se eclipsa en Holanda, aquellos que eran los portadores de ese discurso deberían tomar garantías. Entonces, más astutos, como Leibniz, eran al mismo tiempo hombres de la corte, se hacían ver bien de las autoridades y podían continuar sus asuntos tranquilamente. Pero, en fin, eso comienza así, hay sobre el mapa cierto número de puntos que se alumbran, de correspondencias que se establecen, pero es algo muy sigiloso. Si se compara al lugar que eso tiene hoy, en relación al momento en que eso comienza es un succes story extraordinario. Entonces, digo discurso de la ciencia, como Lacan lo dice, pensando en la física matemática. Las matemáticas son más antiguas que eso, pero, ¿qué vamos a decir? Ellas no tenían realmente consecuencias, era la exploración de un dominio sui generis –simplifico–, pero en fin, los matemáticos eran, al inicio, una secta. De eso conservan algo. Acontece que, para ese diario polémico, que con un cierto número, una centena de personas, trabajo para producir, y que va a venir bastante grueso, 64 páginas, que va a venir al final de este mes, pasa que para esa publicación, he entrevistado, en un momento dado, a un matemático que tenía a la mano, que tenía en mi familia (risas). No tenía el tiempo de pescar otro, he tomado a mi hijo. Era alguien que yo no conocía (risas), que subrayaba que los matemáticos se sientes de todos modos parte de la sociedad. Lo que no les impide ocasionalmente de tener como hobby dirigir orquestas o hacerse sindicalitas. Pero hay algo que los pone a parte. Es sensible que él mismo considerara las matemáticas como la excelencia del género humano (risas), la forma de vida superior de la inteligencia, comparándose, de manera muy aventajada, con las formas de vida inferiores de las ciencias humanas y sociales, donde no se tiene el sentimiento de la dignidad de la disciplina, y donde hay una multiplicidad de capillas que se disputan. Está bien visto, y reconozco allí las consecuencias de la estima trascendental que siempre he tenido por las matemáticas, pero, digamos, sentía como un pequeño reflejo de esos comienzos sectáreos de las matemáticas. Una sombra que pasaba así. Pero es verdad que no se fecha el discurso de la ciencia en el comienzo de la secta de los matemáticos. Se la fecha a partir del momento en que las matemáticas tuvieron una incidencia en la naturaleza, es decir, se fecha el discurso de la ciencia a partir de la física matemática, de la conjunción entre matemática y naturaleza. Es sin duda la influencia de Koyré que se hace sentir tanto en Lacan como en nosotros. El lugar dado al dicho de Galileo: La naturaleza está escrita en lengua matemática. Lo que tiene como consecuencia, si puedo decirlo, de transformar la naturaleza en real, y de transformarla en un real que contiene un saber. Es así que Lacan ubica el saber científico como saber en lo real. Evidentemente ese no es el real, si puedo decirlo, del más allá. Desde que hay saber en lo real, lo real de lo que se trata pasa enteramente a lo simbólico, si puedo decirlo así. Y entonces eso no es lo real in–inscribible en lo simbólico, que Lacan desprenderá de paso, después. A partir del momento en que se realiza esta conjunción de las matemáticas y de la naturaleza tenemos el arranque del discurso de la ciencia, la producción de objetos. La producción más rápida de objetos, y luego, la producción de objetos inéditos, y después la sobreproducción, si puedo decirlo así, de objetos cada vez más inéditos y cuya utilidad se vuelve cada vez más misteriosa. Todos estamos allí. Evocaba, creo, hace algunos meses, el momento de la producción del iPhone, que ha hecho un poco la sensación, y ayer en Internet miraba la nueva producción Apple, el computador portátil no más espeso que una hoja, dos centímetros (risas), sostenido en su sobre. Me preguntaba: ¿tengo verdaderamente necesidad? (risas) Es más liviano que el otro, evidentemente (risas). Y, en ese momento de mirar ese objeto, me sentía yo mismo dominado. Dominado por un discurso. ¿Cómo determinar, medirla utilidad? ¿El placer? EN todo caso el discurso de la ciencia ha recubierto el mundo de objetos. Y allí donde esos objetos faltan se ha constatado en todo lugar que son deseados, que son esperados, y que entonces allí, la humanidad, en tanto exista esa unidad, la humanidad tiene que ver con los objetos de la ciencia. Es un objeto amable del que hablo, un objeto de consumo corriente, hay evidentemente los famosos, los grandes objetos amenazantes, los objetos mortíferos, que no están en venta libre evidentemente –aunque en los Estados Unidos no han logrado hasta el presente prohibir la producción. Entonces, la incidencia de las matemáticas sobre la naturaleza, pasemos. Pero hay, evidentemente las incidencias sobre la sociedad. Parece que se vuelve cada vez más perceptible que las reorganizaciones de la sociedad se atribuyen al desarrollo y a la aceleración del discurso de la ciencia. Se puede decir que después del final del siglo XX, y ahora que estamos en el siglo XXI, las cuestiones de la sociedad obedecen al ritmo, todos los días, del desarrollo del discurso de la ciencia. Es decir que se interroga sobre: ¿qué hacer con? ¿Qué hacer con el animal clonado? Del que incluso hemos, con Eric Laurent, celebrado el nacimiento. El divino clonado ha nacido, los Americanos, ayer, han encontrado ya un primer uso del animal clonado, que es el de comerlo (risas). La Agencia sanitaria americana autoriza desde ahora comer el cerco clonado. Y entonces, poco a poco, con la fuerza del discurso y debates, eso penetra [la sociedad]. Se sabe el planteamiento de interrogaciones, de cuestiones, que suscita en particular todo lo que en adelante concierne a la incidencia directa del discurso de la ciencia sobre la vida, no solamente del orden del medicamento, sino de la tecnología que opera en las raíces mismas del organismo vivo. Al punto que tal investigador americano podía alardear de que entramos en adelante en la era en que vamos a poder escribir el código genético. Y entonces, yo hubiera ya asistido a eso en mi vida. La presencia, la insistencia del discurso de la ciencia en la vida cotidiana, en la sociedad es incomparablemente más acentuada hoy que lo que era hace diez, veinte o treinta años. Y eso no va sino acelerándose. Eso toma forma de dominación, me parece, bajo los aspectos de la demanda de cuantificación universal. Esa demanda de cuantificación universal toca por ejemplo –eso consterna eso nos indigna–, toca por ejemplo, muy profundamente, la enseñanza superior y la investigación. He dedicado tiempo, en esa publicación de 64 páginas, para pasar en quince días, de 4 páginas a 28, para ensayar de encasquillar esta nueva máquina de la evaluación que fue instalada en Marzo último en Francia, que se llama la A.E.R.E.S., Agencia de Evaluación de la Investigación y de la Enseñanza Superior, que es en todo caso una aberración. He pasado tiempo a tratar de encasquillar eso sabiendo en efecto de qué orden de fatalidad es la avanzada de esa demanda de cuantificación universal. Entonces es un combate. Es un combate que nos instala en una posición de lo que Carl Schmitt, que tiene tan mala reputación –justificada–, de lo que Carl Schmitt llamaba el retardador, aquel que trata de encasquillar las evoluciones inevitables esperando que se cruce, en un momento, otro acontecimiento y que, ganando tiempo, finalmente se abra otra vía posible. Entonces, no reniego de toda esta agitación que me ha conducido a los ministerios, que me ha conducido a los peores lugares. No lo lamento que esa A.E.R:E:S. ha visitado el Departamento de Psicoanálisis ayer en la tarde. Sé sólo lo que me han dicho, porque no he querido estar presente (...) Me he abstenido. Pero, en fin, toda esta agitación, que sobrepaso en mi momento spinozista, no impide que piense que esta agitación, la mía, fue positiva, porque, según los relatos convergentes que me han hecho, es ese equipo de visitantes y de expertos que se encontró sobre el banquillo. Tienen la costumbre, piden al jefe que se quede, y a los otros de salir, durante un momento, luego de volver: los profesores del Departamento se negaron a prestarse a esa comedia –y ellos no insistieron. Según me ha dicho Gerard Miller era el quien estaba interrogándolos (risas) sobre lo que él pensaba era el conflicto de intereses que hubiera debido impedirles venir a evaluarnos, y diciendo que él mismo no se hubiera permitido ir a evaluar los trabajos de tal persona de ese equipo, que si hubiera debido hacerlo los hubiera encontrado nulos (risas). Las dos horas parece que pasaron sobre ese tono. Lo cual es muy satisfactorio de un lado porque no lograron producir el efecto de pérdida de la estima de sí, si puedo decirlo, que es el primer efecto buscado, en el evaluado, en la evaluación. Es decir, el evaluado es radicalmente y de entrada un devaluado. Eso es satisfactorio. Lo que no impide que, evidentemente, ellos pueden llenar la casilla: "visita del Departamento de psicoanálisis ha sido hecha, tal día, de tal hora a tal hora", y, en un cierto nivel, es homogéneo con el resto. Es un paréntesis, ustedes ven con qué tranquilidad evoco este episodio. En el fondo –este episodio muestra–, en efecto, que el punto de vista homogéneo, en ciertos aspectos, aporta la paz. El lenguaje matemático aporta la paz. La demostración se supone aporta la paz. Porque, cuando ella es impecable, no tenemos más que inclinarnos frente a ella. Es una forma de la dominación pacífica que la demostración, que supone evidentemente que se acepta los principios y las coordenadas de base en el interior de lo cual se cumple la demostración, pero una vez que es aceptada, es la paz. Hay que decirlo, los presupuestos del discurso de la ciencia han estado muy ampliamente aceptados, han hecho unanimidad, y desde allí, las disciplinas que tratan de exceptuarse a las reglas del discurso de la ciencia se han encontrado apoyadas en lo falso. Entonces, evidentemente, no hay que olvidar que Freud mismo ha querido inscribir el psicoanálisis en las formas del discurso de la ciencia. Lo que hacía obstáculo, digamos, es una disciplina, si es una, tenía que ver con un cierto real oponiendo una cierta resistencia a conformarse con el régimen de lo homogéneo. Y, al mismo tiempo que vemos esa postulación de Freud, se ve también por qué vías descompleta su propia empresa. Eso, no detuvo la psicología. Porque la psicología, digámoslo rápidamente, no tiene que ver con un real. Es extraordinariamente plástica, y, constatando el desprecio en el cual era tenida como disciplina –en fin, es un verdadero camaleón–, ha decidido adoptar los alrededores del discurso de la ciencia. Eso pasó durante los años 1960 –por lo que se ha percibido–, y entonces se volvió cognitiva, en el fondo por simulacro con el discurso de la ciencia. Y hay que decirlo bien que ella ha tendido por allí, la psicología cognitiva, a tomar una extensión extraordinaria de la cual se trata de comprender la pertinencia. Entonces, en todo caso, el régimen de la homogeneidad pone entre paréntesis la cualidad, o intenta de cuantificar la calidad. Se trata y se logra. El señor Falissard, que es un investigador, un profesor francés, tiene la idea de medir la subjetividad. Él comienza por decir: no vemos bien como hacer entrar la tristeza en nuestras variables, y luego, la hace entrar, la cuantifica, sobre el modelo incomparable del un poco, medianamente, mucho, apasionadamente, considerando que los intervalos entre esas diferentes marcadores son iguales –lo que es un puro y simple postulado–, y después se lanza la estadística sobre el asunto. Evidentemente es aquí que se juzga: llegar a cuantificar las cualidades. El amor. El amor es cuantificable. La demostración fue hecha. Se encuentra eso ahora en las revistas femeninas (risas), pero en fin esto estuvo, en un comienzo, en obras sabias. Hay una dama antropóloga, que era cognitiva y ha escrito una obra sobre la química del amor romántico. Ella define lo que es estar enamorado: estar enamorado es ver bajar su taza de serotonina a menos del 40% (risas). Eso fue constatado, medido en conejillos de Indias, quienes lo demandaron –entonces, evidentemente, hay que demandarle–, se ha retenido, entre los conejillos del estado amoroso, aquellos que aseguraban pensar al menos cuatro horas en el día en el ser amado (risas), y bien, en ellos, se ha constatado que había al menos 40% de serotonina al menos. El amor loco. Ustedes creen que el amor loco es un término poético, surrealista, etc. El amor loco hace subir la dopamina. Entonces si usted tiene una propensión al amor loco es que usted tiene sin duda una falta de dopamina. Y etc. Y eso, hoy, decía que llegó en las revistas femeninas: está en el discurso corriente. Si ustedes siguen la producción de las revistas femeninas semanales o mensuales que ustedes encuentran en los kioscos, hay, desde hace un año, dos años, una enorme producción de ese género de revistas, que retranscriben su vida emocional, sus hábitos alimenticios, etc., en términos cuantitativos. Y si hay esas revistas –es el mercado– es porque eso se compra. En el fondo, el hombre contemporáneo le gusta imaginarse ser una máquina. A fuerza de producir máquinas, de manejar máquinas, de ser interlocutor de máquinas, algo se ha producido que es tomarse por una máquina, o de querer ser tratado como una máquina. He anticipado eso hace algunos años, recuerdo, que se me hablaba del porvenir del psicoanálisis en relación a otras modas –en la época se trataba del medicamento, etc.–, y yo decía: Y bien eso dependerá, si las personas se piensan como un automóvil que se va a hacer reparar en el garaje, evidentemente eso será difícil para el psicoanálisis. Hoy, se puede decir, que algo se ha cumplido de ese lado. Entonces, es gracioso, se encuentra eso en Moliere, el hombre de calidad –eso significa el noble, o alguien que manifiesta nobleza de espíritu y de comportamiento–, evidentemente estamos en la era del hombre de cantidad. Y eso va hasta la masa, que es un concepto moderno –en fin, será necesario ver cuando emerge verdaderamente pero es de todos modos moderno–, es el momento donde se cesa de contar y se estima simplemente el gran número. Entonces, en nuestros términos, se ve bien que eso pone en cuestión lo que llamamos con Lacan el significante Uno: S1. No puedo escribir el significante Uno, en ese contexto, sin evocar el significante mismo, si puedo decirlo así, el concepto de significante. El concepto de significante es ya el significante como unidad cortada de continuum de la lengua. El significante eso procede del discurso científico. Ciertamente, los estoicos habían ya puesto el dedo en la llaga, pero eso toma otro valor, otro sentido, en Saussure, y luego se sabe que Chomsky ha aplicado el discurso de la ciencia, de otra manera aún, con otros paradigmas de la lengua. Entonces, cuando hablamos de significante, estamos ya, sin saberlo, sobre el camino que conduce a la cognición. Luego volveré sobre esto. El S1, que es la forma inicial que Lacan ha elegido como indicando, indexando el amo, es la insignia, la insignia única, que se puede representar por los atributos del poder –el cetro, la corona, el trono–, pero también por las palabras que se piensan como absolutas y que se imponen, si así puedo decirlo, en una especie de aniquilamiento. Es la frase que me gusta mucho y que he frecuentemente citado de la página 808 de los Escritos: El dicho primero decreta, legisla, vuelve aforismo, es oráculo, confiere al otro real su oscura autoridad. Y si se toma, dice Lacan, un significante como insignia de esa omnipotencia, es el rasgo unario, que él ha bautizado así, y que es el núcleo del ideal del yo. ¿Qué es ese adjetivo unario que Lacan ha forjado, a partir de Freud, rodeando a Freud? Unario es una variación de único, pero que, en el fondo, toma su sentido en relación a binario, que da, a binario, su antónimo, su contrario, si puedo decirlo así. Unario quiere decir: no dos; no hay dos parecidos. El significante del amo comporta esa exclusión del dos. La exclusión del dos quiere decir que él no es comparable, que no es homogéneo, que es absoluto, es decir, separado. En la fórmula que Lacan da de la sexuación masculina, es representada por ese existe un x tal que fi de x, acoplado con para todo x fí de x: . Aparece aquí que al menos uno no se sostiene sino a partir de todos los otros, como no–homogéneo precisamente– lo homogéneo está del lado del para todo x–, y entonces se ubica como lo incomparable: Se ve bien la insurrección que produce el avance de la práctica de la evaluación en la Universidad. Es que el sólo hecho de aceptar la evaluación dice: Ustedes no son incomparables, ustedes son comparables, ustedes son contrastables. Y entonces de entrada, hay una destitución, digamos la palabra, una destitución del sujeto como incomparable. El sujeto, que está aferrado al S1, del cual el S1 viene a colmar la marca invisible que tiene el significante como dice Lacan, S1 el sujeto es in–homogéneo, el sujeto no es una categoría, el sujeto no es susceptible de reducirse a una categoría. Es la promesa del psicoanálisis. No se ha verdaderamente hablado jamás de psicoanálisis de grupo, porque la promesa del discurso analítico es lo contrario del discurso de la evaluación, es: Tú no serás comparado. Es por lo cual, cuando operamos con la noción de diagnóstico, hay un ajuste que no se hace con el discurso analítico propiamente dicho: el diagnóstico, si hay uno, pertenece a los preliminares de la instalación del discurso analítico –y es por eso que es preciso más bien llegar a hacerlo rápidamente–, el diagnóstico es preliminar, porque quiere decir clasificar en categorías. Tanto, una vez que el discurso analítico está instalado, el sujeto es incomparable. Tanto hay una destitución inmediatamente por el discurso, por la cultura de la evaluación, el discurso analítico comporta en sí mismo, una institución del sujeto, y, hay que decirlo, una valorización. Tanto la evaluación devalúa, tanto el discurso analítico, de manera natural, estructuralmente, valoriza el sujeto. Cuando Bion podía decir que el analista debía olvidar al momento de recibir su paciente, indicaba algo de este orden: Tú no compararás incluso el paciente a sí mismo de una sesión a otra. Estamos allí en un orden que proscribe la comparación. Me he ilustrado por ejemplo a propósito de la obra del señor Monteil, del que hablé hace algún tiempo, leyendo un trabajo de decriptage, de desciframiento de mi amigo y colega Hervé Castanet que va a aparecer pronto. La categoría esencial del señor Monteil, quien ha concebido las A.E.R.E.S., quien es un psicólogo social cognitivo, y bien para él la categoría esencial del orden social es la comparación: el hombre comienza con la comparación y entonces la humanidad llega de manera natural a la evaluación, La evaluación es la forma superior de la humanidad, el superhombre es el evaluado –en fin, eso ha asistido al parto de la humanidad de lo que en ella había antes. El psicoanálisis se inscribe eminentemente en falso con relación al discurso de la cuantificación –eso no es simplemente una anécdota que encontramos así una cierto apunte, el psicoanálisis se inscribe de modo muy natural en falso con relación al discurso de la cuantificación para el cual todo puede ser comparable y entonces todo es comparable. El discurso de la cuantificación busca encarnarse, volverse moneda –es el caso de decirlo, en el mercado, donde todo tiene un precio, todo tiene un valor, pero no un valor absoluto, un valor sobre la escala de valores establecidos. La constitución de las escalas de valor es una práctica condicionada por el discurso de la cuantificación. Por ejemplo, en la clínica, el discurso de la cuantificación procede por el establecimiento de las escalas de valor, que en general llevan el nombre de su inventor –por ejemplo para la depresión, en señor Widlöcher ha aportado una importante contribución estableciendo la escala de la depresión, ha habido en ese sentido una incidencia sobre la práctica. Entonces, es en ese contexto que se comprende el dicho enigmático de Lacan en su última enseñanza: el psicoanálisis debe ser una práctica sin valor. Eso no dice que sea sin valor en el sentido del mercado, eso dice que es una práctica que debe escapar a la escala de valores y al discurso de la cuantificación. Hoy, entonces, se constata de todos modos un muy extendido eclipse, e incluso una desaparición total del amo como encarnado en el significante amo. Si se toma a Francia, la evaluación de los ministros es folclórica (risas), pero eso traduce que el amo no es de otra esencia. Quiero decir que eso traduce la voluntad de demostrar que estamos en un mundo homogéneo, y el presidente mismo, heredero del monarca. Hasta hace poco, se podía decir que los semblantes de la heterogeneidad presidencial eran multiplicados, cultivados. Ahora, al contrario, ocupa ese lugar un personaje, que comunica: Yo no soy más que lo que ustedes son, que muestra todos los semblantes de la homogeneidad con los gobernados: Como ustedes yo quiero la Star Academy. Como ustedes, como ustedes, como ustedes. Y entonces, ese término es verdaderamente negado:, y asumido como tal, es decir, como eso no existe. Eso, eso no existe (JAM muestra: ). Y entonces, en efecto, se adoptado el estilo de la serie. Todo el mundo ha notado de otra parte que, en el estilo presidencial actual, se voltea la página muy rápido como se dice, se pasa a la secuencia siguiente –término que es debido, pienso, a los escenarios de las telenovelas, o a la información–, se cambia de secuencia y se está en el régimen del más uno: ¿cuál es el próximo episodio? Y entonces, en la desaparición de lo in–homogéneo, se adopta el estilo de la serie. Desde entonces, el amo no es más el Uno, eso sería más bien lo múltiple. Y hay que decirlo, esta multiplicidad, nos es representada gustosamente bajo la forma de la experticia, que toma el lugar de lo que Lacan llamaba el decreto, o el oráculo. Se confía en la experticia, y ésta se hace siempre en comité. Hay expertos distinguidos, es lo que tenemos, lo que llamamos en la época, subrayados como los comités de ética. Estamos en el régimen de las comisiones, y la verdad es supuesta como saliente de una comisión. En adelante, lo Verdadero, lo Bueno, no solamente ya no son los significantes amos, sino que son los significantes esclavos, que son subordinados al acuerdo de los expertos. Entonces, hay un deslizamiento, y evidentemente todo esto reposa sobre el mundo homogéneo. De tal suerte que, sean los que sean, los sarcasmos que podamos tener, las indignaciones, y todo eso, hay un nivel en el cual eso no está operando: es operante en el nivel del retardo de la puesta en marcha de los aparatos, pero hay un nivel donde tenemos que ver con una mutación ontológica, con una transformación en la relación del sujeto al ser. En adelante, la cifra– la cifra de cuantificación– es la garantía del ser. En el fondo, es la incidencia de la ciencia sobre la ontología. Entonces, eso tiene una incidencia sobre la debilidad mental de aquellos que son los gobernantes o los expertos. El discurso de la ciencia, sobre esta debilidad mental, produce utopías autoritarias, que, desde hace una decena de años, y sobre todo los últimos años, quiere multiplicarse, de manera asombrosa, comprendido el país de buen sentido encarnado, a saber, Inglaterra, al cual hemos de dedicar investigaciones en las próximas publicaciones. Se constata que la utopía autoritaria se ha vuelto la producción normal del comité de expertos. Pero todo esto reposa sobre el hecho de que hoy estamos seguros de que algo existe si es reductible a la cifra. Entonces, la ideología de eso, la forma ideológica de eso, e incluso la epistemología de eso, está dada por el cognitivismo. El cognitivismo, en fin, la cognición, es a poner en la serie con lo que se llamaba el conocimiento, y lo que Lacan y nosotros mismos llamamos el saber. Se sabe bien cómo se distinguen conocimiento y saber. Lacan producía el saber en relación al conocimiento donde acentuaba, después de Claudel, el valor de co–naître, [co–nacer y conocer] nacer al mismo tiempo. El conocimiento supone una afinidad del conocimiento y de lo conocido. Se puede decir que la filosofía antigua no cesa de de comentar esta afinidad, lo que debe haber de común entre lo que conoce y lo que es conocido. Tenemos un eco lejano –o próximo después de todo–, en Heidegger, cuando evoca el entendimiento con el ser. Hablando del saber Lacan pone al contrario el acento sobre lo que comporta de artificio. Es un sistema de elementos discretos, que no supone ninguna afinidad porque, al contrario, se trata también de poder dar su lugar al saber inconsciente. Lo que se llama la cognición, no está tan lejos de lo que Lacan llamaba el saber, en fin, bajo una forma reservada, ¿No?–, es también supuesto constituido o representable bajo la forma de elementos discretos. Solamente, se añade la suposición de que el hombre es todo saber, es decir, que todo lo que es en el hombre, si es el término de referencia, pasa bajo esta forma. Es decir, el punto de vista cognitivo es aquel del hombre computacional. El cognitivismo, es la ideología, es la creencia –porque hay que decirlo, que a ese nivel es una orientación fundamental, eso no es una demostración–, es la creencia de que el hombre es una máquina que trata la información. Es una máquina que recibe la información, y que esa máquina misma trata y escupe información. Es un punto de vista que tiene su fuerza, pero digamos que se añade a esta definición la exhaustividad del humano. Considerando fríamente las cosas, el estructuralismo ha preparado la vía al cognitivismo, o mejor, el estructuralismo era una primera forma de cientismo que ahora a florecido con el cognitivismo. El cognitivismo, puede decirse, es un exclusivismo del S2. No conoce más que el S2 y el sistema de significantes. Lo que es del orden del sujeto, del objeto pequeño a y se puede incluso decir del significante unario, es términos que no pueden inscribirse en su mundo. S2 El resultado es la identificación del hombre a la máquina, a la máquina informática, a la máquina de información, una identificación de la que debemos constatar que es aparentemente agradable para las poblaciones– como dicen los ministros–, que es agradable a la población, que es una identificación que no repugna. Poder ser cifrado, ser una realidad susceptible de cifra, eso está anclado en el ser. Si el amor, verdaderamente, es correlativo al 40 % de la serotonina en menos, y bien, es que ¡el amor existe realmente! Hoy es la serotonina, mañana eso será cuantificado por activación eléctrica de las neuronas, poco importa. Es una referencia cuantificada. Hay una cierta eclosión de la personalidad en tanto que personalidad no cualificada sino cuantificada: Yo soy una personalidad cuantificada. Hay allí, un tipo de esplendor, que es de un modelo bastante diferente de lo que se consideraba antes. Todo esto se ha cruzado, todo eso no ha conocido ese desarrollo extraordinario y construido de nuestro amo actual, más que por ese materialismo mecánico que el cognitivismo ha encontrado en su objeto mayor: el cerebro, y entonces, en efecto, concluye que: Es allí donde eso pasa. Ese es el lugar. El lugar que es en efecto un callejón sin salida –Lacan hablaba del callejón sin salida cerebral–, el cerebro es un callejón sin salida. Y gracias a lo que se ha desarrollado después de quince años, la imaginería por resonancia magnética, que permite representar la actividad neuronal, estamos dotados hoy de un muy potente imaginario del simbólico. Hay que constatarlo. A tal punto que ahora sabemos que el significante amo, en fin, el sufijo amo, es: neuro–. Ayer o anteayer, teníamos en Le monde, la neuro–economía. Con curvas bibliométricas. Cada vez más universitarios hablan de neuro–economía, es un hecho. Y entonces ustedes saben cuatrocientos personas en el mundo que se dedican a la neuro–economía, la fundación Carnegie que da diez millones de dólares, y ha partido. Entonces, ¿en qué consiste esto? Eso consiste observar la actividad eléctrica del cerebro mientras usted toma decisiones de inversiones (risas). Y entonces, evidentemente, todos los aspectos de la vida humana son susceptibles de ser así neurologizados: todo eso activa el cerebro, entonces...comentaré esto en otra ocasión, el neuro–psicoanálisis ya ha nacido, si ustedes lo ignoraban. Había antes un conflicto entre cognitivos y clínicos, pero la neuropsicología clínica ha nacido, se los anuncio. Y entonces, todas las actividades humanas son susceptibles de tener neuro–delante de ellas. No hablamos de la neuro–política, que debe ciertamente practicarse clandestinamente para saber porqué se ha elegido a un candidato más que a otro. La neuro–religión que ya ha comenzado, porque se observa el cerebro durante la oración y se constata que eso hace un bien loco a las neuronas; hubo esa encuesta; la creencia en dios es igualmente susceptible de ser vuelta imagen. Ahora, hay que constatarlo, y eso parece irresistible, lo real se volvió neuro–real. Es el neuro–real que es llamado a dominar los años que vienen. ¡Y bien! Es a nosotros de saber cómo hacer con ese neuro–real. Les hablaré de esto la próxima vez. (Aplausos). (Recapitulación de los esquemas del tablero) (esquema 4) neuro–réel (esquema 1) S1 _______ $ (esquema 3) S2 $ / a / S1 (esquema 2) La barra de negación sobre la función Φ, JAM la ha dibujado en el tablero cortada por la barra de la negación que pesa sobre la variable X Fin de la Sexta Sesión del Curso JAM 2007-2008 - 16.01.08 |