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La serie, lo serio
Troumanos: invenciones y arreglos singulares
Del grupo a la Escuela[1]
Silvia Smazanovich
He decidido participar en un cartel sobre El control, tomando por rasgo Control y el objeto. El trabajo en el cartel, tal como lo indica Lacan en el Acto de Fundación, es compromiso con la Escuela[2]. Nos encontramos, hasta el momento, atravesando un riguroso recorrido por los textos de Lacan que abordan los fundamentos de la excomunión, sus antecedentes, la fundación de la Escuela y sus consecuencias en la práctica analítica. Sin desplegar, y a modo de síntesis, reduciría dicho recorrido a los efectos, en la práctica analítica, que ha causado la salida de Lacan de una Institución, la I.P.A., con funcionamiento grupal, a la fundación de una Escuela, cuya base se sostiene en el análisis con perspectiva al pase, el control y la investigación en el dispositivo de cartel.
Encuentro en lo dicho una serie que me interesa para orientar este escrito: cartel, control y objeto a, posible de anudarse en el trauma.
Tomo en consideración tanto la vertiente del trauma que proviene de la estructura misma del lenguaje, del choque de lalangue (ese cruce de la palabra y el cuerpo, anterior al sentido), como lo que cada uno encuentra en su vida como trauma. En ambas vertientes, la alteración y fijación en la economía de los goces produce en el sujeto un efecto mortificante. Los sentidos con los que el analizante intenta abordarlo son ya una defensa frente a ese real, innombrable. “…en el trauma algo cesa de escribirse, es el tiempo de lo posible donde el sujeto debe elegir leer que está frente a lo contingente, el tiempo de una invención frente a lo real.” [3]
Trauma es encuentro con el desencuentro, desencuentro respecto del cual no se tiene con qué responder. Es desencuentro con el objeto, con la no relación complemento sexual.
Objeto a, ese invento de Lacan, es el lugar desde el que opera el analista. El analista encarna el semblante de objeto a, objeto que es falta de objeto. Su lugar deviene trauma porque es sinsentido, porque la interpretación va contra el sentido. El objeto a es un elemento que queda fuera de lo simbolizable. Es el elemento libidinal por excelencia. Es una parte del cuerpo que el sujeto recupera por la vía del fantasma. El Otro no existe pero funciona porque el sujeto lo hace funcionar a partir del objeto a. Esa es la fórmula del fantasma; cuando se ocupa del objeto a, se enfrenta al Otro. En la transferencia el analista ocupa ese lugar, forma parte del programa de goce.
El deseo del analista es reverso del fantasma. Opera sabiendo cual es el objeto que a él lo determina, y no desde el fantasma. Estando advertido de su propio goce, puede objetar el goce del otro. En eso opera como causa. El analista, responsable de su posición, se ubicará en el lugar del a, o bien para conmover, perturbar la defensa, o bien para ofrecer un borde posible a la irrupción de lo real. Irá calculando, como es sabido, uno por uno.
Así, análisis y análisis de control son, para el analista practicante, un movimiento íntimo y éxtimo. Palomera, en El pase y el control, nos habla sobre la extimidad del control, una experiencia de afuera que se debe saber retomar desde el interior.[4]
La responsabilidad de su posición lo llevará a buscar en el control la orientación que, por los vientos identificatorios o los cimbronazos del encuentro con el real, puede perderse. Cuando el analista decide llevar un caso a control, si se trata de una práctica sostenida con cierta regularidad y no solo demandada ante la urgencia, estará en mejores condiciones de ubicar la resonancia del caso en el caso que es él en tanto analizante. Así, gracias al análisis de control, puede establecerse la posición del analista. De ese modo, análisis y análisis de control funcionan con un movimiento posible de ser pensado como banda de moebius.
“El deseo del psicoanalista es su enunciación”, dice Lacan en la Proposición[5]. No hay saber universitario que pueda dar cuenta de ello. El control de su posición y su acto, el del analista en tanto analizante, y el de los análisis que dirige, es fundamental para soportar, de la buena manera, esa experiencia insensata que llamamos trauma, en una apuesta a arreglárselas con ello. Finalmente, la orientación lacaniana y su orientación por lo real es una apuesta a la posibilidad de inventar algo que le permita a cada sujeto sentirse mejor, entrando en relación a los puntos vivos que lo habitan.
Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre
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