La serie, lo serio

Troumanos: invenciones y arreglos singulares

Cuerpo-trauma[1]
Paula Szabo

El rasgo decantó luego del primer encuentro del Cartel en el que la propuesta de pensar el trauma en una dimensión espacial y sincrónica, como una zona a balizar, imantó mi elaboración sobre el tema.

La espacialidad resuena para mí en el cuerpo, la temporalidad en el pensamiento lógico. Me dejo llevar por la zona.

Cuerpo-trauma, sumergida en una lectura de textos sobre el tema, uno cobra relieve. Laurent en El reverso de la biopolítica retoma el estadio del espejo y dirá: “Luego, en Radiofonía, [Lacan] propone un dispositivo en el que el cuerpo le adviene al sujeto sin la acción de ningún agente.Ya no hay ningún padre que garantice la operación mediante la cual la carne, con la impresión del signo, deja al desnudo por un lado, el cuerpo como muerto o conjunto vacío y, por otro lado,  lo incorporal y fuera-del-cuerpo del objeto a en tanto que objeto o subconjunto de goce (...)”.[2]

Este párrafo revoloteando se deslizó, ¿no hay ningún padre que garantice la operación, no ya la del estadio del espejo sino la operación-trauma?, ¿el trauma es sin padre? Marie-Helene Brousse en la Conferencia ¿Qué es lo traumático?[3] lo formula de otro modo, dice que en la ficción del fantasma se atribuye en un escenario un autor, a aquello que no lo tenía, para dar cuenta del efecto de goce en el cuerpo que cortocircuita. Armándose un nuevo circuito en torno al cual se organizará de ahí en más la vida de un sujeto. El trauma como lo que no pudo ser realmente nombrado, simbolizado en la vida de un sujeto, es un enigma en relación con fenómenos de cuerpo, impensable, oscuro. La primera interpretación que viene, es una interpretación en términos de fantasma, el Otro me …  con ese acontecimiento se arma una relación al Otro, la significación sexual cópula.

Así el sintagma zona-trauma es para mí un modo de inconsistir al Otro, por un lado, y consistir al cuerpo por el otro.

El cuerpo, entonces, le adviene al sujeto sin la acción de ningún agente, le adviene en un acontecimiento de cuerpo “traumático” donde un goce imposible de negativizar irrumpe contingentemente. En el análisis la construcción del fantasma monta una escena, recuerdo encubridor mediante y le adjudica un autor, un agente. El desmontaje de esa escena permitirá disipar al partenaire imaginario. Tal como lo propone Miller en Sutilezas analíticas[4] borra el o los partenaires, permitiendo el acceso al goce como imposible de negativizar, y así el sujeto -encarnado- ya no estará obligado a robar el goce a escondidas, sino que podrá hacer con él una nueva alianza.

Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre