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La serie, lo serio
Troumanos: invenciones y arreglos singulares
El trauma y sus barreras[1]
Luis Darío Salamone
Me sorprendió, una vez más, mi ignorancia. Como esa que procura apagar los recuerdos de un acontecimiento traumático. Esta semana escuché una vieja canción de La oreja de Van Gogh donde la contingencia de un viaje en tren da lugar al amor. Una joven narra el momento donde las miradas se cruzan y generan un estremecimiento. Tímidamente el amor se abre camino en un vagón, lo tan esperado sucede. Se llega a un túnel donde la luz se apaga y ella le regala el último soplo de su corazón. El coro, con aliento de melotrón, nos introduce en una dimensión de tristeza, aún más profunda que la que servía de preámbulo. Una sensación extraña me invadió, me empujaron a querer saber las razones que habían llevado a la creación de ese tema. “Una historia de amor sobre la que nunca hubiéramos querido escribir”.
La canción se llama “Jueves” [2]. La clave está en la fecha: 11 de marzo de 2004, cuando varios trenes en las cercanías Madrid sufrieron atentados en los cuales fallecieron 198 personas.
¿Cómo un tema tan bello podía remitir a una tragedia histórica que ha devenido en traumática para tantas almas?
En principio se juega una barrera que al sujeto lo frena ante lo innombrable, ante la rigidez criminal. Lo bello en su irradiación deslumbrante remite a lo verdadero. A una verdad que no resulta agradable. Se convierte en barrera. Nos detiene, pero tras eso se encuentra “el campo de la destrucción absoluta” [3]. Así como el dolor es el partenaire del bien, lo bello lo es del mal.
La canción es un homenaje, y tras su belleza recuerda el trauma. Pero esto no implica un tratamiento del mismo. Sólo es el recordatorio de un amor que remite a otros amores truncados, a los destinos sesgados, al odio desatado, a una pulsión de muerte que la sociedad no logra regular.
Lo traumático no deja de quemar, solo está presente tras las barreras que no son las de las vías de un tren. El tratamiento de lo traumático sólo será posible en cada caso, siempre y cuando se esté dispuesto a enfrentar el horror al saber, a soportar el encuentro con un agujero insondable.
En el trabajo del cartel recorrimos la topología del trauma, su carácter éxtimo: el sinsentido que lo determina[4], la urgencia que implica [5]el equívoco capaz de convertirlo en otra cosa[6], y la posibilidad de que pueda ser leído de otra manera[7].
El tratamiento analítico permite que eso no queme tanto, aunque sepamos que las golondrinas de Bécquer, a las cuales se refieren nuestra canción, ya no volverán.
Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre
NOTAS