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La serie, lo serio
Troumanos: invenciones y arreglos singulares
El cuerpo entre el trauma y la vida [1]
Griselda Enrico
Un monstruo viene a verme[2]
Un monstruo que busca la verdad más íntima del sujeto que en la encrucijada de la enfermedad de su madre, aparece en el final de una pesadilla, que desvela y devela lo traumático, como lo que lo excede, lo que sabe que vendrá y que no se podrá detener, lo irreversible y su posición frente a eso: “que termine”.
“Tengo miedo” es el decir, allí confrontado a la separación con su madre, “va a ser difícil” dice el monstruo. Lacan en La Tercera, dice “¿De qué tenemos miedo? (…) De nuestro cuerpo”[3]. Allí Lacan define a la angustia como “el sentimiento que surge de esa sospecha que nos asalta de que nos reducimos a nuestro cuerpo (…) un miedo al miedo”.
Dolerá sí dolerá, pero no queda otra cosa que hacer. Frente a lo que excede, lo que resta es qué hacer con eso. Ahí se jugará la singularidad radical [4] de cada quien, en su modo de respuesta, de afrontar esos acontecimientos, al modo de la elección forzada. Lo que este relato cinematográfico nos enseña, es que se trata del duelo ante la pérdida, ante la separación y cómo pasar por ello.
“No quiero que te vayas -dijo, con las lágrimas cayéndole por las mejillas. -Ya lo sé, mi amor -dijo su madre con su voz pastosa-. Ya lo sé. (...) Conor sujetaba a su madre con fuerza. Y al hacerlo, pudo por fin dejar que ella se fuera”.
“Las historias son criaturas salvajes -dijo el monstruo-. Cuando las sueltas, ¿Quién sabe los desastres que pueden causar?”
He allí, en ese enunciado el fundamento de la metáfora de la que el cine se sirve, un monstruo amigo, que sitúa lo desconocido, extraño y familiar a la vez que el sujeto niño debe atravesar. Un monstruo que interviene allí en el encuentro con eso que excede (tropmatisme) y agujerea (troumatisme). ¿Podemos equiparar ese monstruo, al lugar del analista como “el que sigue”[5] al que sabe, acompañándolo hasta el lugar del consentimiento?
Momento de concluir, el umbral a atravesar es el de esa singularidad radical, donde no hay Otro, y eso requiere del consentimiento. El cine nos enseña sobre el duelo del Otro que no hay; instancia que se abre, ya no como la (madre) tierra que traga, sino como un camino a andar y que plantea vía elección forzada, un nuevo lazo con la vida.
Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre
BIBLIOGRAFÍA
NOTAS