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La serie, lo serio
Troumanos: invenciones y arreglos singulares
“Atravesando la noche” [1]
Ana Simonetti
En su libro “Atravesando la Noche”[2] Andrea Suárez Corica da testimonio y escribe 79 sueños que la acompañaron durante 9 años; de los que dice no sólo recordarlos, sino tener la necesidad de escribirlos “sueltos en papelitos”. Sueños en su mayoría de angustia, escenas crudas, horror y repetición.
En las palabras que prologan el libro, Andrea agradece a algunos otros por sus detalles únicos, por lo que se puede hacer juntos y “por ayudar a parir lo indecible”, decir propio que -entiendo- alude a cierta elaboración posible, sobre la existencia de lo imposible de decir.
Decide reunir esas escrituras y hacer de eso un libro a publicar no en cualquier momento. En un momento que ubica como “clave, bisagra, me pasó de todo pero ese era un temor concreto, yo me moría.” Momento en que estaba por cumplir la misma edad que tenía su madre cuando fue asesinada, victima del terrorismo de estado. Dirá: “No sé porqué ese y no otro, pero estaba segura que me iba a agarrar algo en el cuerpo y no llegaba”, pudiendo ubicarse, tal vez, una diferencia entre la trama lineal de la historia como continuidad simbólico- imaginaria, en oposición a los fragmentos con los que lo traumático agujerea dicho entramado.
Durante el tiempo que el libro estuvo en la imprenta, dejó de recordar los sueños y una vez publicado y presentado en diferentes lugares, afirma “empecé nuevamente a recordar los sueños pero sin angustia, me cambiaron, empecé a tener sueños de vida, nadie me persigue”. Agregará: “fue como un dejar que eso se escriba en otro lado”. Me pregunto si esta escritura de los sueños posibilitó, tal como dice Fabián Naparstek[3], alguna escritura de ese horror de lo real en el campo del Otro, tal como dice Andrea, quien nombra a este trabajo de escritura como “salvavidas” y “red” donde pudo tirar su cuerpo. Efecto que ubica en el cuerpo y describe como un lugar.
No dejó de soñar, me dice[4], tampoco de escribirlos, pero ya no con la urgencia de registrarlos y, sobre todo, sin la necesidad de compartirlos.
Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre
NOTAS