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La serie, lo serio
Troumanos: invenciones y arreglos singulares
Del trauma a un “saber hacer” surrealista [1]
Adriana Tyrkiel
“La mujer blanca se vistió de negro… todo era negro incluso sus pijamas y su jabón pero cuando lloraba… sus lágrimas eran azules y verdes… lloraba mucho aquella mujer y tocaba la flauta”.[2]
El arte es un modo de tratamiento de lo oscuro, lo impensable y lo indecible. Un tratamiento singular del vacío a través de una invención. Tanto el vacío como lo oscuro son maneras de nombrar lo traumático e intentar atraparlo.
No hay una verdad sobre el trauma, hay ese real inasimilable imposible de simbolizar.
Es lo disruptivo que aparece sin sentido y perfora. Es lo que concierne a un sujeto.
Como no hay relación sexual, frente a lo traumático existen invenciones propias.
El artista tiene la ventaja de inventar un saber hacer singular que le lleva la delantera al psicoanalista, al decir de Lacan.
Leonora Carrington, la última surrealista, elaboró con sus propios desechos una invención. Pudo crear en ese abismo que la consumió un sentido. André Bretón, creador del surrealismo la consideraba una embajadora de otro mundo, una bruja y una profetisa, alguien que había estado al otro lado y regresaba para develar paisajes secretos y criaturas terribles.
A través de sus pinturas logró mostrar su lado oscuro, reinventando esa situación traumática, surrealista y contingente que le tocó vivir en tiempos del nazismo.
Su pintura “Autorretrato…”[3], que es una ficción de su historia, fue realizada al mismo tiempo que el cuento “La debutante”[4] donde muestran su lado oscuro representado en una hiena.
Ella creó su mundo de sueño con seres extraordinarios. Sus obras son oníricas. Sus cuadros oscuros, enigmáticos y atemporales, parecen una formación del inconsciente.
Sus figuras misteriosas, sus rostros expresivos, su oscuridad, muestran las marcas de su historia, la pesadilla del nazismo y su estadía en el psiquiátrico Santander.
Ese infierno permaneció en su memoria como ese “otro lado” que plasmó en sus pinturas y en su libro “Memorias de Abajo”, en donde habla de abusos sexuales, condiciones insalubres y drogas. Esta ficción le permitió anudar algo del agujero del trauma.
Lo vivido pareciera quedar inscripto como un mal encuentro que ha modificado radicalmente el curso de su vida. Su mirada nunca volvió a ser la misma.
Esta artista nos enseña que las obras que tocan lo real son las que más despiertan nuestras propias chispas, nos interrogan y nos conmueven. Como dice Miller respecto al surrealismo “son estas obras las que nos aportan algunas gotas de poesía”.[5]
Agradecemos la imagen a la artista Alicia Leloutre
BIBLIOGRAFÍA
NOTAS