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El Debate de la Escuela Una N° 4
 

El pase: otra cara de la espera
Lizbeth Ahumada

En efecto, en la NEL no hay Analistas de la Escuela, no tenemos de primera mano, “en primera persona”, el testimonio del que llevó al extremo su experiencia como analizante y vio emerger la flama del deseo del analista ocupando el lugar vaciado de un goce singular. Podemos preguntarnos por qué no los hay. De hecho, es una pregunta que nos hacemos de tanto en tanto, al menos en conversaciones informales de café, entre nosotros. Hoy me interesa más que la pregunta por el hecho mismo de esta inexistencia, la pregunta por el resorte que animaría esta posibilidad: la pregunta por el deseo del pase, bien como dispositivo cercano a la realidad de la Escuela, bien como lugar que formaliza el final de una cura para alguien. Va de suyo, lo uno no es sin lo otro. Me pregunto entonces: ¿Anima a nuestra comunidad el deseo de pase? Es una pregunta que implica, al menos, dos consideraciones: Primero, hay que asegurar una comunidad consolidada como tal, que pueda alojar en su seno, un cierto empuje animoso hacia el pase. Segundo, el análisis personal se lleva tan lejos como para abonar ese deseo. No parece segura la existencia del deseo como tal, pero tampoco parece segura la existencia de una vivencia de comunidad, específicamente alrededor del pase.

Bueno, es verdad, podemos hacer de ello una consigna (tal vez la hemos hecho): pobre Escuela, mientras no tenga un AE en sus filas, no sabrá de lo que se trata, no podrá hablar, no podrá estar a la altura del importante debate que se gesta en la AMP ¡La pobre muda parca!

Pero resulta más interesante, al menos a mí, saber por qué no ha habido una producción formal, seria y regular, sobre la experiencia que sí está a la mano: la experiencia de los pasadores, la experiencia de quienes se han acercado al procedimiento, los que han tenido en algún momento alguna implicación directa con el procedimiento a través de los carteles del pase de la EOL, por ejemplo. De otra parte, hay una falta con relación a la producción epistémica y clínica que el tema puede causar; tal vez, se piensa que no es asunto nuestro porque los predestinados no han llegado y no podemos usurpar ese lugar. Es decir, creo que en la NEL nos hemos hecho un nombre alrededor de esta inexistencia, todo un semblante funcional por cierto, que llega a obturar la pregunta por el saber humilde que se puede extraer de los elementos en juego que, para nosotros, surgen de la experiencia. De hecho, como lo testimonian otras Escuelas, tenemos una historia cercana al pase como dispositivo antes de la NEL; claro, no de mucho tiempo. Solo para recordarlo, en su momento lo que Jacques-Alain Miller llamó el Colegio Colombiano de Psicoanálisis, contaba con pasadores ciertamente ratificados por la AMP para la ocasión, y de hecho tenía un secretariado del pase, simple e incipiente, poco funcional: se centraba en mi persona. Pero lo que sí tenemos desde esa fecha (finales de la década de los 90, principios del 2000), es la posibilidad de contar con los carteles del pase de la EOL (por supuesto, se entiende que con los carteles del pase de cualquier otra Escuela, pero la EOL está presente como primera posibilidad para la NEL y esto desde la experiencia de la entrada a la Escuela por el pase). Así, ahora desde la NEL, los avatares por los que ha atravesado el pase en la EOL nos conciernen, es una discusión que nos ha costado (sigue costando) hacer propia aún si se trata de un dispositivo que se pone en marcha para la NEL, que está a nuestro alcance. En este sentido es extraterritorial.

Si vuelvo a la idea de esa vivencia de desconocimiento y lejanía del pase para la NEL, pienso que esta promesa –legítima por demás– por venir de un AE, ha mostrado otra cara, la cara de la espera de aquel que sabe y del que salva; sabemos lo que es la otra cara: encapsulamiento del deseo, inercia y esterilidad. Así entonces, es fundamental preguntarnos por lo que está en nuestras manos como una posibilidad fecunda: hay un saber a producir que haga las veces de marco de la contingencia de una nominación como AE, no lo contrario. Es decir, no podemos seguir pensando que el hecho de que no haya un AE nos dispensa del movimiento que causa el pase en el corazón del psicoanálisis lacaniano. No podemos seguir haciendo de nuestra Escuela la tabula rasa del pase, ni podemos ignorar que este tema nos divide en cuanto analistas y analizantes. Desde luego es una división que debe ser puesta a trabajar. Es hora de preguntarnos si de verdad creemos en los ángeles...

24 de enero de 2010.