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El Debate de la Escuela Una N° 2
 

Mirada atrás
Jacques-Alain Miller
El debate sobre el pase en el Journal des Journées se encamina hacia su primera escansión suspensiva: mañana a las 20.00h, el Journal cesará de aceptar nuevas contribuciones sobre el tema. Su editor tiene ganas de echar una mirada atrás, como para ver la anamorfosis de los Embajadores. ¿Cómo diablos ha empezado todo esto?

1
Apenas conozco a Sophie Gayard. Recuerdo haber tomado una copa con ella en la terraza de La Marquise, en la esquina de Vaugirard con boulevard de Montparnasse, en compañia del equipo que salía de corregir un número del Nouvel Âne.

La volví a ver otra vez, el año pasado, en mi despacho, a demanda mía, para evocar las entrevistas que había tenido con los candidatos a entrar en la École.

Es de Sophie que, el miércoles siguiente a las Jornadas de noviembre, recibí una carta que publiqué inmediatamente, casi tal cual: creo recordar haberle pedido autorización para quitar un signo de exclamación.

Releo esa carta. Candidata rechazada en el procedimiento del pase, Sophie había debido hacer un esfuerzo para escribirla, franquear una reserva que se adivina serle, si puedo decirlo, natural. Una voz se eleva, dulce, modesta, que no acusa a nadie sino a la que habla:
"Desde el sábado por la noche, en el intermedio de las formidables Jornadas que acaban de producirse, tengo que arreglármelas conmigo misma por un algo que no va. Desde el sábado por la noche, es decir, desde la asamblea general de la École. Se inició una discusión respecto al pase después de que Gil Caroz, muy juiciosamente, no dejara pasar la observación de Bernard Seynhaeve sobre –decir poca sería decir demasiado– la ausencia de nominación de AEs desde hace más de un año. No tomé la palabra pese a que no estaba de acuerdo con una parte de lo que escuché. Esto es lo que produce mi descontento conmigo misma."

Dice entonces algo simple y audaz a la vez, y perfectamente original: que la cuestión del pase no se reduce al AE, que conviene "tomar las cosas por otro lado"; que "es el lugar del pase en la École lo que está en juego", que es "una batalla de cada instante" homóloga de "la batalla sobre el lugar del psicoanálisis en el mundo".

Y he aquí que, al final del texto, la voz, voz de escritura, pequeña voz de una mujer descontenta consigo misma, desplaza su punto de emisión para convertirse en la voz de algo así como el espíritu del psicoanálisis –desechando los discursos afectados, interpelando, interrogando a cada uno de nosotros–.

Ciertamente, podemos sentirnos desolados porque el buzón del secretariado del pase esté vacío (¿es tanto así?), pero diciendo eso, ¿no nos damos cuenta de que estamos, no sé como decirlo mejor, poniendo "la falta del lado del otro"? Es esto lo que me resonó de manera desagradable el sábado por la noche. Porque el dispositivo implica a cada uno en la Escuela. ¿Qué dicen los pasadores? ¿Qué dicen los analistas que los nombran? ¿Qué dicen los pasantes que no son nombrados? ¿Qué dicen los analizantes que dudan en presentarse? ¿Una cierta recopilación de esas múltiples experiencias, pese al uno por uno que las singulariza no podría aclarar también la reflexión que se impone? Ya que el pase no existe sin todos ellos.

2
¿De dónde hablaba esa voz? Y ¿con qué derecho hablaba? Pues bien, con el derecho a hablar, simplemente –derecho por suerte preservado en esta École–, derecho a hablar sin tener título para hacerlo, derecho a hablar a tontas y a locas, sí, a veces y sobre todo cuando las bocas autorizadas están mudas, y toman como una decisión de alta política mantenerse missing.

Total, que una Sophie descontenta de si misma supo hacer lo que un Colegio del pase no ha sabido, podido, querido hacer: autorizarse de si mismo; invitar a la Escuela a hablar; interpretar el deseo de esa Escuela, más allá de sus miembros legales; e inscribir la cuestión del pase en la política del psicoanálisis.

Yo soy el primero en sufrir de la insuficiencia de ese Colegio, precisamente porque me debe su nombre, su existencia y su función estatutaria.

3
Ese Colegio se ha puesto fuera de juego él mismo. "No estoy para nadie".

Sus miembros no están en tela de juicio, son excelentes colegas, y tan pronto se han liberado de sus imposiciones, han tomado con premura su lugar en el debate. Pero ese debate, la gran compuerta que se abre, no se la debemos ni a ellos, ni a mí, se la debemos al coraje de una voz menuda.

Un Colegio reunido a puerta cerrada, y librando sus recomendaciones a un Consejo, él mismo impenetrable, eso era necesario en 1982 para reanudar la experiencia del pase, cuando Lacan ya no estaba. Sus alumnos – alumnos supuestos, ex-listillos que habían entendido que el medio más seguro para llenar sus consultas, consistía en pegarse a Lacan lo suficiente como para que se desviara sobre ellos alguna lentejuela de su traje de luces- sus alumnos se habían afanado en renegar del pase, calumniarlo, ridiculizarlo, pisotearlo.

Y bien, ese Collège modelo 1982, revisado en 2007, ha implosionado bajo nuestros ojos. Los supervivientes se han precipitado al Journal des Journées, donde se han reunido, uno por uno, con todo el mundo. Han hecho muy bien. Eso significa algo: que desde ahora los fundamentos del pase serán discutidos por todos, a cielo abierto.

¿Oportunismo? ¿Populismo? ¿Adaptación à la "modernidad", quizás a la "postmodernidad"? Simplemente es un retorno a las fuentes. Si el pase ha echado raíces en la École de la Cause freudienne, es por tres razones:
1. Porque yo había demostrado, ya durante la disolución de la École freudienne de Paris, que esa no era una parte desechable de la enseñanza de Lacan, sino un punto neurálgico cuya ablación era imposible, salvo abandonando el campo freudiano propiamente dicho;
2. Porque yo le había dado forma operatoria mediante la redacción de dos textos reglamentarios, en los que cada palabra había sido colocada, sopesada, escrutada, argumentada, en el curso de largos, de interminables debates, durante un año entero;
3. Porque obtuve respecto de esos textos la aprobación casi unánime de los miembros de esta École, expresados por un voto durante una Asamblea general extraordinaria.

El crédito que este procedimiento a cielo abierto le dio al pase, fue incrementado por la pertinencia de ciertas nominaciones (no todas) que se revelaron convincentes. Ese crédito ha sido dilapidado. La futilidad del último Colegio del pase ha acabado de agotarlo. En adelante, el capital-confianza está vacío. Por consiguiente, conviene reconstituirlo.

No bastarán algunos retoques, dos o tres parches, para que la economía libidinal del pase se reactive. La primera condición para superar la crisis del pase en la ECF consiste en reconocer sin ambages que el pase de papá está muerto.

Se tratara de refundarlo en 2010, como supimos hacerlo en 1982.

4
El Consejo de administración que, en 2007, tomo a su cargo modificar un texto votado por la casi unanimidad de los miembros, cometió sin duda alguna lo que se llama en buen francés un abuso de poder.

¡Oh! No acuso a sus miembros: supe el procedimiento elegido, enuncié mi desaprobación, pero no me sublevé, dejé hacer; pese a estar todo patas arriba, la afirmación repetida de la supremacía del "Bureau" parecía prometer un resuelto esfuerzo para reanimar el pase.

El hecho es, a decir verdad, de poca importancia, al lado de la deconstrucción metódica de que ha sido objeto el sistema del pase que yo había montado.

Un ejemplo. Durante una reciente reunión del Consejo a la que asistía a título de invitado –la primera en la que he aceptado participar después de numerosos años– Esthela Solano me dijo, sin ser desmentida, que, desde hace siete años, no se hacían más enseñanzas de los Carteles del pase. "Considere usted que me he caído de la silla" le dije. En efecto, la obligación de enseñanza de los Carteles del pase figura, o figuraba, como es debido en los estatutos.

Los estatutos no son nada si el deseo no está.

5
En definitiva, esto permite la esperanza. El pase fue, si puedo decirlo, construido por la mano del hombre, fue destruido por la mano del hombre, puede ser reconstruido por la mano del hombre.

La atonía, o incluso la asfixia del pase en la ECF, tiene razones precisas. No todas son tan evidentes como las que he evocado, ciertamente, pero pueden ser cernidas. No hay ningún misterio. Hay causas, hay efectos.

El instante de ver de Sophie Gayard fue el punto de partida para todos nosotros, le siguió una cascada de "testimonios" que repercutieron la sorpresa.

La próxima "Conferencia sobre el pase", inaugurará formalmente el tiempo para comprender, que se instala ya prudente pero de forma decidida en estas páginas.

El momento de concluir llegará a su hora y en su lugar.

6
Hasta el momento, el pasador ha sido curiosamente ubicado como el centro de interés. El batallón de contribuciones provenientes del Colegio del pase ha influido en este sentido. Resulta que lo más sustancial de su primera reunión (el secretariado me ha hecho llegar el acta), una "ronda de palabras" que tomo tres horas, consistió en el cautivante testimonio sobre ese tema.Y todos, o casi todos, hicieron lo mismo. Sin embargo, ¿era ese el buen hilo del que tirar? ¿El único?

Se hubiera podido centrar el interés, por ejemplo, en los jurados. Entonces, se habría percibido la desaparición de las enseñanzas. Se habría sabido que los informes de los Carteles del pase habían cesado de ser publicados en la revista desde 2002, según me han dicho. Se habría llegado a cuestionar el deseo de los Carteles de estos seis últimos años y la interpretación del deseo de la École por esos Carteles. Se habría tematizado el deseo de nombrar y el deseo de no nombrar, el deseo de alentar y el de desalentar.

Los Carteles del pase, durante su tiempo de función, son el Otro al que nos dirigimos. ¿Cuál era, estos seis últimos años, su mensaje, más allá del enunciado?

Sin duda, no se puede nombrar a todo el mundo. La máquina necesita rechazados. Y estos no tienen razón alguna para alegrarse ni para aceptar los argumentos de sus jueces. Pero un afecto recurrente de desánimo parece haber provocado en la École una epidemia. También ha afectado a los Carteles mismos, que se han recluido en el silencio.

Ahora se necesitan las cifras. ¿Cuanto tiempo aún deberemos esperarlas?

7
¿Cómo serán los carteles del pase en la ECF después del uno de enero?

Yo estaré en uno. Éric Laurent en el otro. Miquel Bassols y Serge Cottet, ex-más unos, también se repartirán, así como los AE, Bernard Seynhaeve et Antoni Vicens. He aquí lo que resulta de los últimos seis años. Dos pasadores serán elegidos por sorteo. Dos más-Uno serán elegidos.

Por mi parte, quisiera dedicarme desde ese lugar a mantener en la École el espíritu de las Jornadas. Con el conjunto de los miembros, y los famosos "recién llegados" trabajaré gustosamente en repensar y refundar para el siglo XXI la preciosa invención de Jacques Lacan, la de un procedimiento que permite verificar el final de un análisis, desbaratando la cooptación y cierre ("Serrata del Maggior Consiglio" de Venecia que prefieren naturalmente las personas bien instaladas.

Traducción: Marta Serra
[JJ Nº 69, 9/12/09]