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El Debate de la Escuela Una N° 2
 

La Cuestión del pase después de la Asamblea General
Sophie Gayard

Desde el sábado por la noche, en el intermedio de las formidables Jornadas que acaban de producirse, tengo que arreglármelas conmigo misma por un algo que no va. Desde el sábado por la noche, es decir, desde la asamblea general de la École. Se inició una discusión respecto al pase después de que Gil Caroz, muy juiciosamente, no dejara pasar la observación de Bernard Seynhaeve sobre –decir poca sería decir demasiado– la ausencia de nominación de AEs desde hace más de un año. No tomé la palabra pese a que no estaba de acuerdo con una parte de lo que escuché. Esto es lo que produce mi descontento conmigo misma.

Hice el pase no hace mucho tiempo y no fui nominada AE. ¡Es un contexto que no pone demasiado fácil tomar la palabra sobre ese asunto! Toda crítica podría ser achacada a mi despecho. Todo desacuerdo correría el riesgo de ser escuchado como queja, incluso. ¡Y si me defendiese demasiado, sin duda, se me replicaría que es denegación!

Si bien por un lado debo sacar por mí misma y sin que interese a nadie las consecuencias de esta aventura en mi relación a mi análisis y a la causa analítica en general, por otro lado quizá pueda también extraer algunas enseñanzas más generales de esta formidable experiencia de la que, estimo, deberíamos decir más sobre la oportunidad que representa para cada uno de nosotros, hagamos o no la experiencia, y sea cual sea el resultado.

Me asombra que, cuando hablamos del pase, esencialmente hablamos de los AE y, más particularmente la otra tarde, de su devenir. Por supuesto, eso tiene su lógica y también su pertinencia. Pero, en el momento actual, para reconsiderar la cuestión del pase en su conjunto, ¿no convendría tomar las cosas por otro lado? Lo que está en juego es el lugar del pase en la Escuela más allá de los discursos acordados sobre esta cuestión. Veo una homología con la batalla concerniente al lugar del psicoanálisis en el mundo. Es una batalla de cada instante, quizás siempre a punto de ser perdida, imposible sin duda, sin victoria garantizada, siempre a recomenzar. ¿Cómo nos ocupamos en la Escuela del pase? ¿Nos ocupamos bien? ¿Como podemos ocuparnos mejor?

Ciertamente, podemos sentirnos desolados porque el buzón del secretariado del pase esté vacío (¿es tanto así?), pero diciendo eso, ¿no nos damos cuenta de que estamos, no sé como decirlo mejor, poniendo «la falta del lado del otro»? Es esto lo que me resonó de manera desagradable el sábado por la noche. Porque el dispositivo implica a cada uno en la Escuela. ¿Qué dicen los pasadores? ¿Qué dicen los analistas que los nombran? ¿Qué dicen los pasantes que no son nombrados? ¿Qué dicen los analizantes que dudan en presentarse? ¿Una cierta recopilación de esas múltiples experiencias, pese al uno por uno que las singulariza no podría aclarar también la reflexión que se impone? Ya que el pase no existe sin todos ellos. Ciertamente, lo esencial del asunto, lo que está en juego es el AE. Es de él de quien esperamos los esclarecimientos sobre el pasaje de analizante a analista, sobre el misterio del deseo del analista, sobre lo que se puede analizar de la experiencia misma de la Escuela. Pero, para que haya AE, por lo menos uno de vez en cuando, se requiere muchos uno por uno que, cada cual desde su lugar, contribuya a mantener vivo este dispositivo sintiéndose concernido por él. Es entonces la relación al pase de cada uno, uno por uno, lo que está en juego pero en la medida en que cada cual consienta a sacar las consecuencias en acto sobre la política misma de la Escuela que aloja el procedimiento.

Traducción: Alicia Calderón de la Barca
[JJ Nº 56, 12/11/09]