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Boletín AMP-2010 N° 12
 

La Consagración del Congreso y su silencio
Éric Laurent

Desde el momento en que abrimos el Congreso de la AMP a los no miembros, las demandas no han cesado de llegar. Hemos solicitado todas las salas disponibles del Palacio del Congreso hasta chocarnos con los muros. La insistencia de tales demandas indica el interés renovado por el Congreso una vez que éste se ha inscrito resueltamente en la línea de las Jornadas de la ECF. El movimiento ha sido doble; una selección de casos clínicos, concentrando la clásica jornada para una mañana, y un llamado a nuevas contribuciones para la tarde del mismo Día de las múltiples.

Desde el 14 de enero, en el No. 83 [del JJ], hemos publicado la lista de los 33 casos aceptados, a los cuales se han agregado 3 más para llegar así a 36. De otra parte, el llamado a contribuir ha sido escuchado. El 17 de febrero hemos publicado, siempre en el JJ, la lista de las 163 proposiciones de intervención que nos han llegado. Entre estos textos, alrededor de un cuarto serán leídos durante el Congreso; los otros serán publicados. Las inscripciones han sido como una ola que, desde el final de las vacaciones australes (a finales de febrero), relevando el fin de las vacaciones boreales (a comienzos de enero), estuvieron a punto de tener pleno éxito ante su entusiasmo. Retomo de inmediato la metáfora de la ola, para deplorar los efectos deletéreos de la deterioración climática que nos ha valido un tsunami en Chile y un fenómeno extraño en Francia que ha barrido nuestras costas atlánticas. Digamos más bien que hemos estado tomados en un ritmo trepidante del tipo de “La consagración de la primavera” de Stravinsky, que se impuso en nuestro campo. Este tempo permite revelar que, luego de la publicación del volumen Scilicet, hemos avanzado. Nos hemos adelantado en este régimen de la disyunción “entre verdad y real”, que el artículo de Pierre Malengreau, en Papers No. 6, sitúa como un giro en la lectura de Lacan por Jacques-Alain Miller.

El semblante desafía la oposición entre el ver y lo visto, entre el objeto y su representación. Para desplazar la evidencia del falo que falta en su lugar, en el campo de la visión, Lacan subraya que el sujeto puede soñar verse viendo. Aunque él no pueda verse viendo, puede soñarlo. Lacan hace referencia al poema de Paul Valérie de la “Joven parca”, quien se ve viendo. Ella intenta esta experiencia, de una conciencia que podría soñarse consciente de sí misma. Sartre también había soñado de tiempo atrás historias de conciencia tética y no tética de sí mismas; son toda una confusión los laberintos del sueño sartreano.

Lacan opone este sueño de la conciencia al mundo del sueño propiamente dicho, y anota que en el sueño, sea cual sea la vivacidad de las percepciones o la causa misma de la intensidad de éstas o de su deformación, se puede decir a la vez que el soñante está en todos los lugares, y aun notar que el soñante puede decir en el sueño “esto no es sino un sueño”. En los momentos de angustia puede soñar un poquito más, un momento corto, aun diciendo “esto no es sino un sueño”. “Es un sueño” no implica “soy la conciencia de este sueño”. Puesto que el soñante está en todos los lugares, él no puede enunciar un “yo soy” pues el sueño mismo es un “soy, soy el sueño”. La experiencia del sueño, por su articulación entre visible e invisible, por la imposibilidad de esta conciencia de ser allí, es justamente próxima de lo que se produce en el encuentro sexual.

Lacan dirá más tarde que los muchachos no tendrían ninguna relación con las muchachas si no tuvieran sueños para guiarlos. Es una ironía de Lacan respecto a la posición masculina denunciando el mundo de los semblantes. Es necesario osar enunciar una tal proposición en la época de la llamada “liberación sexual” y repetirlas en la época de la hipermodernidad, en la cual los niños miran películas pornográficas a los 12 años. Éstos tienen todas las informaciones. Y sin embargo Lacan tiene la idea de que sea cual sea la democratización de la pornografía, el hecho de poner los cuerpos femeninos en toda clase de vestimentas y posiciones a disposición general de la población, eso no corresponde a la experiencia de la sexualidad, si no existiera el sueño, el sueño de la conciencia de verse, de verse teniendo una relación sexual, la joven parca pornográfica. El sueño al abolir la distancia entre la percepción y el soñante, introduce un mundo el cual podría aproximarse a lo que sería la confusión de los cuerpos. En el sueño toma forma lo que es un modo de articulación entre “el goce es invisible” y el mundo de la representación –imagen y significante–.

El término semblante que Lacan va a proponer, está hecho para decirnos que allí toda la filosofía de la representación encuentra un impasse. El “semblante” es lo que viene a nombrar la forma posible del goce. Designa un pasaje de lo invisible a lo es enforma, para que eso no sea justamente “la” forma del cuerpo.

Lacan se sirve del esquema de la pulsión para ilustrar la distinción en Freud entre el borde, la zona erógena de la pulsión, y la dirección del movimiento pulsional, para hacer valer el trayecto pulsional donde el borde se alcanza él mismo. El trayecto de la pulsión, sea la que sea, tiene un lado surrealista como el paraguas sobre la sal de disección, u otros elementos allí ajenos. Este circuito pulsional pasa por un cierto número de significantes que permiten al sujeto encontrar, reencontrar su goce. Este circuito, sin embargo, no es el objeto oral mismo que no está sobre ninguno de los puntos de la línea; no está sino en el recorrido, no es sino el aleteo que va a permitir que el borde se satisfaga a sí mismo, que la boca se satisfaga ella misma, y que ella desprenda un enforma que viene allí a marcar la separación, el aleteo, el recorrido entre el tiempo necesario para que el sujeto se golpeé a sí mismo y encuentre su goce. Este enforma exactamente debe distinguirse del trayecto pulsional como tal; no es de ninguna manera del mismo orden que la forma de la forma del cuerpo, de lo que se ve en la imagen. Es eso mixto imaginario-simbólico articulado al goce real que se produce.

Lacan dirá enseguida, tomando las tres consistencias RSI, que el objeto a está en el entrecruzamiento de los tres –los representa en un triángulo–. El objeto (a), que es este enforma es igualmente lo que está sostenido entre las consistencia RSI. Pueden ponerlas bajo la forma de un triángulo o bajo la forma de nudos. Objeto atrapado en el centro, como este enforma encerrado que está allí antes de toda forma posible, para marcar un semblante. El objeto a es un semblante de goce, es aquello que nos da acceso al mundo de los sueños, es lo que viene a responder a la vez al carácter facticio del objeto que escapa a toda empatía, el falo, que viene a faltar en su lugar, que es mancha, que no tendrá representación y sin embargo tendrá justamente sobre este fondo un enforma del goce que viene a tomar el relevo de lo que no puede tener otra forma visible que el velo que viene a recubrir esta mancha.

En tanto pensemos que los semblantes son significantes, en tanto teníamos en 2008 la oposición de los semblantes lado significante y lo mismo del lado objeto a, por el contrario aquí nos es necesario considerar que el objeto a es semblante. El objeto a es el semblante del goce que viene a contaminar los significantes. Todo lo que puede ser del orden de los semblantes como significantes amos, semblantes a respetar, niñerías de ceremonia, todo lo que Voltaire ha denunciado, todo por lo que se sostiene el mundo, lo pensamos espontáneamente en términos de significantes o de objetos, como el espectro del juez inglés que soñaba con su peluca y su toga y puede enviar a la muerte a un cierto número de gentes. “He vestido los semblantes que me permiten cumplir un acto que está prohibido de ordinario, como condenar alguien a muerte”.

Es un aspecto superficial del semblante; su acceso  más profundo reside en que el objeto mismo, el objeto a, el enforma del goce es un semblante. Y no un semblante de ser. Él arruina toda la perspectiva del ser. El objeto a es una experiencia que no tiene esencia. Aquel que ha tenido la experiencia del mismo es un sujeto que, como en el sueño, está en todos los lugares. La imposibilidad de marcar su lugar como conciencia del sueño, hace del soñante un sujeto que está en el lugar de la persona. Es el revés de la fijación del ceremonial perverso cuando el sujeto intenta por todos los medios mantener la consciencia del goce, mantener un libreto y seguirlo, teniéndolo escrito hasta la última línea, intentando evitar encontrarse en la zona del “plus personne”[1].

Con el Congreso nos encontraremos en una zona en la cual interrogaremos la experiencia de esta zona, luego la experiencia del pase, pasando por la clínica en la “primera persona”, hasta la clínica de los casos paradigmáticos de una experiencia singular. Será el Congreso de la “Consagración del sujeto”. ¡Shh...!

Marzo 15 del 2010

Traducción: Juan Fernando Pérez

 
Notas
1- La expresión “plus personne” es polisémica. Puede aquí traducirse por “nadie”, pero igualmente por “alguien más”. (N. del T.)