Judith Algunos me confiaban que ella les impresionaba y que su carácter no era fácil. Felizmente. Como mujer, mejor ser fuerte. Por mi parte, es sin duda el respeto y admiración que yo le testimoniaba, que tenía naturalmente por la hija de Lacan, los que dieron a nuestros encuentros, que no fueron tan numerosos, debo reconocer, una tonalidad serena. De ahí tomé el apoyo para afirmar mi compromiso ostensible con el psicoanálisis. Judith apreciaba la audacia intelectual y el coraje moral. Ella no retrocedía ante la adversidad y sabía actuar en el momento oportuno con tacto y generosidad. Cuando tuvo conocimiento de problemas personales, me invitó espontáneamente a tomar el té. Volví de ese tea time asombrada y encantada por ese gesto de amistad y de sostén. Fue un acto, hubo otros. Simplicidad, delicadeza, humanidad. La presencia y la sonrisa de Judith me han marcado. |
Traducción: Graciana Rossiter Revisión de la traducción: Verónica Berenstein |