Judith Judith me trataba de usted. Yo la trataba de usted desde siempre y no sé bien por qué. En una carta suya que por casualidad encontré poco tiempo antes de su muerte, me comentaba que se regocijaba de ello como de un privilegio singular, comparado con aquellos a los que ella trataba de tú naturalmente, o con aquellos que trataba de usted naturalmente. Es "el verdadero 'trato de usted'", me escribió. Tengo tantos recuerdos de Judith como si hubiera vivido mil años. Pero mi discurso fúnebre será corto, solo diré siete recuerdos: 1.- Sala Dussane, en la calle Ulm, ella está ahí, durante los seminarios de Lacan a los que yo iba. Jacques-Alain Miller me presenta a la hija de Lacan. 2. El casamiento, en la calle Guitrancourt el 12 de Noviembre de 1966, Michel Leiris es su testigo. El desayuno. Primera conversación con Lacan en el jardín. Lacan me dedica los Escritos, y agrega, en voz alta, "el día del casamiento de mi hija". 3. En la playa de Saint-Malo donde me encuentro con ella y Jacques-Alain. Ella, embarazada de quien será Eve, saltando de roca en roca, con una agilidad desconcertante. ¿Se acordará Eve? 4. Después de Besançon, después de 1968, en Vincennes, la militante insaciable, incansable. Ella se había enfrentado también en la universidad, entera, como Judith desafiando a la corte de Holofernes: destruirla, había dicho. Eso le costó caro: una destrucción. Como si hubiera sido más auténtico que el interminable debilitamiento, cuyos poderes no fueron percatados. 5. Vacaciones en Guitrancourt al comienzo de los años setenta. Lacan, Judith, Jacques-Alain, Gérard, Jocelyne, Brigitte, Catherine, a veces, Jean-Claude y otros. Eve y Luc eran pequeños. Jugábamos algunos juegos: ¿Cadáver exquisito, ¿los Embajadores, y a un juego que llamábamos «Mais ou est donc ornicar?» (pero donde está por fin Ornicar). Un alegre cierre del verano, antes de algunas dispersiones. 6. La directora de L'Âne, la revista analítica y cultural; la revista más inteligente que hayamos tenido en mucho tiempo. De su propia inteligencia. La figura de Athena en persona. 7. La mensajera del Campo Freudiano. Así me la encuentro en Moscú, en Atenas, combinando constantemente audacia y prudencia en el país anfitrión. ¿Y ahora? El creyente que les habla no se inquieta de que ustedes no tengan, en este día infinitamente triste y según el caso, ni la fe ni la esperanza ya que no duda que tengan esta dádiva que llamamos amor hacia ella. El amor de Judith: lo que constantemente nos ha propuesto su padre y a ustedes de preguntarse sobre de cuál genitivo se trata. El amor con el que ella los hubiera amado. El amor con el que ustedes la hubieran amado, si nunca lo coartaron. Para nosotros, que la hemos amado, que la recordaremos siempre, nosotros la amaremos siempre. Hermanos humanos que viviremos luego de ella, ¿nos atreveremos a decir que está a nuestro alcance celebrar su condición de viviente? ¡Una muy grande viviente! Y si la tristeza, el duelo, el dolor, interminables, nos sugieren callarnos porque "el resto es silencio", y bien, si el resto es silencio, como parlêtres que somos frente al silencio eterno, se hará entonces palabra. Guitrancourt, 12 de diciembre de 2017 |
Traducción: Catery Tato |