Judith ¿Cómo encontrar las palabras para decir lo que representa la desaparición de Judith Miller ̶ para nosotros, para el movimiento impulsado por Jacques Lacan, su padre, que nos unió al psicoanálisis, a la causa analítica? Inclusive si, frente a la muerte, las palabras son insuficientes, no es posible no tratar de decir, de manifestar una presencia, de reaccionar a la pérdida. Judith no está más. Es para mí una pérdida múltiple. Porque Judith era múltiple: una hija, la de Lacan; una mujer, la de Jacques-Alain Miller; una madre, la de Luc y de Eve; un ser comprometido con la causa analítica, con el Campo Freudiano, con "la reconquista del Campo Freudiano", como ella lo anunciaba a menudo. La hija de Lacan no está más. Es como si una nueva generación se constituyera, cavara una separación más con Lacan: ¿se necesitará partir a la reconquista del Campo Freudiano? ¡No! Porque Jacques-Alain Miller ha sabido sostenerla permitiendo una relación con Lacan, también para los que no lo conocieron, a través de su enseñanza, a través de la edición del Seminario, permitiendo una transferencia a una obra, más allá de aquellos que han tenido una transferencia directa con él. Una transferencia que pasa ahora también por el texto: razón por la cual he realizado, hace ya mucho tiempo, una entrevista a Jacques-Alain Miller a propósito del establecimiento del Seminario. Pero la desaparición de Judith Miller está también plena de recuerdos que me sobrevienen, plena de intercambios en el Campo Freudiano, de demandas urgentes, de preparación de coloquios, del CEREDA, del CIEN y de múltiples dispositivos, marcados por las expectativas que tenía, puntuados por sus intervenciones, por sus devoluciones críticas en los debates, siempre habitada por una visión muy política, exigente. Recuerdo también su venida a Suiza para encontrarse con los búlgaros que yo recibía en mi hospital, en el marco de un proyecto de la Cruz Roja en Sofía y alrededores: descubrí ahí su pasión por los países del Este, que no es probablemente ajena al origen rumano de su madre. Judith tenía, en efecto, también una madre y no solamente un padre ̶una madre que no se debería olvidar cuando se habla de ella como la hija de Lacan. He aquí, en todo caso, los acontecimientos marcados por la pérdida que entran en resonancia con esta triste novedad que me aflige. Pienso en el Campo Freudiano en estas circunstancias dolorosas. Quiero manifestar, sobre todo a sus más allegados, toda mi amistad y mis condolencias… |
Traduccción: Estela Schussler Revisión de la traducción: Mirta Nakkache |