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La Escuela
Escuela de la Orientación Lacaniana

Querida Judith
Danièle Silvestre

Te hablo hoy como en otro tiempo, antes de que la enfermedad inevitable te aleje de nosotros, antes de que te lleve. Para conjurar esta ausencia que me resulta intolerable me traslado al pasado, a menudo alegre, que fue el nuestro y que evoco aquí:

La primera vez que nos vimos fue en la calle Lille, en tu casa, en 1962, creo, cuando militábamos con pasión para ayudar a los argelinos a construir su país -era hace más de cincuenta años. Fue el compromiso político el que hizo que nos encontráramos. No nos abandonamos desde entonces, con la creación de la Escuela de la Causa freudiana en 1980 en la que trabajamos juntas. En efecto, era más bien alegre: con nuestras manos, sin ordenador en aquel momento, sobre la mesa de tu cocina o de la mía, preparábamos las reuniones, las listas de nombres, los correos que había que hacer, la intendencia como se dice, bajo la mirada amigable y valiosa de Jacques-Alain.

En verano, el domingo con los niños, cuando íbamos a Guitrancourt corregíamos las pruebas de L'Âne o de Ornicar? al borde de la piscina. Cuántos hermosos y buenos recuerdos de amistad y de trabajo, incluso cuando no estábamos de acuerdo en todo -pero era raro.

Me acuerdo de haberte obligado a comprarte botas forradas cuando te fuiste en pleno invierno a Rusia a intentar convertir a los allá abajo en un poco lacanianos –¡me parecía en aquel momento que no valía la pena congelarse! Valiente Judith que no escatimaba su tiempo.

Imposible decir en pocas palabras lo que fue nuestra amistad, nuestra proximidad, nuestra complicidad. Renuncio a decir algo más sobre ello, tengo demasiada pena. Quedarán los recuerdos y hay muchos. Te abrazo muy fuerte.

D., 9 de diciembre de 2017

 
Traducción: Fe Lacruz