Para suscribirse a EOL postal escribir a equipoeolpostal@gmail.com
La Escuela
Escuela de la Orientación Lacaniana

Chau Judith!!
Mauricio Tarrab

En 1987 en mi primer viaje a París, que fue el último que sería un viaje de vacaciones durante los siguientes 30 años, llevaba una misión encomendada por Nepo y un sobre para entregar a Judith Miller a quien no conocía. La misión era conseguir a toda costa la desgrabación del curso que Jacques-Alain Miller estaba dando ese año: C'est qui fait insigne, aquel curso que tardaría muchos años en ser "Los signos del goce". Tenía algunos nombres a quienes dirigirme, pero como yo no era alguien conocido o me faltaban ciertas contraseñas al parecer imprescindibles se me tornó una misión imposible. El último día del viaje luego de tomar coraje llamé a Judith solo para dejarle el sobre que le llevaba y cuando me disponía a dejarlo en el buzón de la entrada ya me encontraba sentado en su living conversando con una naturalidad inesperada con la hija de Lacan. Antes de irme le conté de aquella misión inconclusa, lo que provocó que ella diera un salto con una energía que no era adecuada a su figura, tomara el teléfono, hablara enérgicamente con alguien, me diera algunas indicaciones y me despidiera no sin antes entregarme un paquete con libros que debía entregar a no sé quien en no sé que país… Volví con mi misión cumplida y con la idea, que comprobaría durante todos los años siguientes, de que Judith no necesitaba currículums ni contraseñas para abrir la puerta a un "recién llegado". Luego la vi hacerlo con colegas de todo el mundo, lo que no es una exageración.

Poco después vinieron los años del TYA, esa iniciativa nacida en Buenos Aires que apoyó con decisión y que le debe a ella haberse convertido en una Red internacional. Como en otras cuestiones en la enorme construcción del Campo Freudiano cada uno hizo lo suyo pero Judith estaba siempre allí. Ya casi imposibilitada por su enfermedad supo hacerme llegar una precisa indicación sobre un detalle de un temario que cambiaría la orientación de toda una Jornada y que se había pasado por alto.

Escucharla por años explicarnos en el Consejo de la AMP, con tenacidad y sin pausa, la importancia de su apuesta en lugares tan disímiles como Centroamérica o Europa Oriental, me hizo comprender que Judith era una sembradora que llevaba a todas partes consigo semillas que sabía valiosísimas y subversivas que era capaz de sembrar en tierras fértiles y aún en páramos yermos.

Atesoro para mi haberla acompañado un poquito en su enorme y apasionada tarea; así como algunos momentos, entre mis sesiones de análisis, en que podía tomar un café con ella en Le Vavin y compartir fugazmente la intensidad de su compañía, antes de que se fuera, como ahora ¡muy rápido!.