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La Escuela
Asamblea y Congresos Ordinarios

XXXI Asamblea Ordinaria de la EOL

Discurso del Director saliente, Fernando Vitale
10 de diciembre 2021

Estimados colegas, como ya dije en mi discurso como Director entrante y como no podría ser de otro modo, este es también por supuesto, mi primer discurso como Director saliente. Sepan, por lo tanto, nuevamente disculpar, mi falta de oficio al respecto.

El primer afecto que me embargó al ponerme a escribir estas líneas de despedida, es el de una profunda ambivalencia.

Por un lado, tengo la certeza absoluta de que este Directorio ha hecho un trabajo de tal magnitud que sin lugar a dudas lo ha convertido en el mejor Directorio del que se tenga memoria en nuestra Escuela… en tiempos de pandemia por supuesto. Aspiro, además, Dios lo quiera, a que no sea tarea fácil arrebatarnos tamaña hazaña.

Eso, por un lado, y sin embargo por otro, si tengo en cuenta lo que anhelaba hace dos años, el saldo en cuestión es el de un fracaso verdaderamente rotundo.

Dije entonces:

"Hemos pensado proponer reintroducir en las Noches del Directorio las noches clínicas siguiendo un tema a lo largo de cada uno de estos dos años. Pensamos dedicar un año al tema de la actualidad de la cuestión de la interpretación y otro al de la transferencia.

Por otra parte, para ir en contra de lo que Miller llamó el olvido de la interpretación, pensamos proponer también dedicar las Noches de la Orientación Lacaniana a trabajar algunos textos de Miller que constituyeron verdaderas interpretaciones en la vida política de nuestras Escuelas."

A pesar de que nadie se enteró, ni siquiera los colegas que los habían escrito, ya teníamos seleccionados los casos y hasta una idea del orden en que los íbamos a trabajar. Sin embargo, nada de eso fue posible y no solo por razones atribuibles a la pandemia.

No voy a repetir ahora lo que mis colegas han transmitido en los informes presentados ante esta asamblea. Lo central de lo que se hizo está allí, junto con el agradecimiento a todos los que lo hicieron posible. Las vicisitudes que tuvimos que enfrentar en el camino quedarán para el recuerdo de cada uno de nosotros.

Lo único que agregaría hoy, porque no ha entrado en ningún informe, es el orgullo que guardamos por la única tarea epistémica que organizamos como Directorio y que fue el boletín Discontinuidad.

Lo que voy a decir de aquí en más corre a título personal y lo considero mi humilde contribución al trabajo por venir. Lo hago en tanto comprometido con el futuro de nuestra Escuela a partir de la experiencia que me dio no solo lo realizado en estos dos últimos años -un verdadero curso acelerado de política Lacaniana- sino de mi participación en diferentes espacios de la Escuela desde que entré como adherente en el momento mismo de su fundación. Allá lejos y hace tiempo.

Quisiera comentar hoy que he insistido en la medida de mis posibilidades, junto con otros por supuesto, para que pudiera volverse a abrir la posibilidad de retomar nuestros espacios de discusión clínica. Creo que se logró dar un primer paso en ese sentido -se hizo una noche de la red y luego se retomó la posibilidad de presentar casos en nuestras jornadas anuales. Sería deseable que esa vía continúe abierta ya no solo para las posibles actividades virtuales por venir, sino también para nuestras publicaciones. Siempre me impactó -aunque se sostuviera en nombre de las mejores razones del mundo- el contrapunto existente entre nuestro decidido compromiso para incidir en el campo del llamado malestar en la civilización, y cierta docilidad con que aceptamos a veces nos sea arrebatado un espacio precioso y que resulta crucial para el intercambio de nuestra experiencia. Pienso que esa es también una pelea que vale la pena sostener.

Van entonces algunas consideraciones que quisiera plantear en esta última escena como director, no sin antes subrayar que el modo fecundo de localizar los síntomas que habitan nuestra vida de Escuela, es el de no reducirlos a cuestiones personales, sino considerarlos como inherentes a la particular lógica colectiva que aspiramos a instaurar.

En primer lugar, considero que el modo de articulación entre el Consejo Estatutario y el Directorio de la Escuela merecería ser revisado. En mi opinión, opinión que por supuesto no todos mis compañeros del Consejo comparten, en dicha articulación, el funcionamiento del Consejo corre el riesgo de transformarse insensiblemente en una instancia que se considera a sí misma en la función de velar con mucho celo por una política de nombres que de mediar algún descuido, podría poner en serio peligro la convivencia del conjunto.

Debo decir que no es esa mi opinión.

Se encuentra agazapado allí el famoso problema de los grupos. Es un debate pendiente que pienso que algún día debería ser revisado entre nosotros. Cuando lo planteé, se me contestó que quizás todavía la Escuela no estaba preparada para ello.

Voy a hacer entonces mi pequeño aporte herético, al que voy a llamar, la apología de los grupos.

La cuestión me hace acordar a un viejo texto que Levi Strauss presentó a pedido de la Unesco y que se llama "Raza e historia". Dice allí que escribir un texto hablando de la contribución de las razas a la civilización mundial, podría tener algo de sorprendente y paradójico en un contexto destinado justamente a luchar contra el prejuicio racista. Se preguntaba entonces: "¿No se corre el riesgo de restituir así subrepticiamente su consistencia a la noción misma que se trataba de poner en cuestión?"

Por supuesto no era esa su idea.

Si sustituimos la palabra razas por grupos y civilización mundial por nuestra humilde Escuela, creo que podríamos encontrarnos ante la misma coyuntura.

El problema es qué entendemos por grupo.

Recuerdo que en un viejo texto publicado en el Uno por uno 27/28 de junio del 92, apenas se fundó la Escuela, que tenía por título Temas de escuela, (que para quienes les interese se encuentra por supuesto en la Biblioteca de la Escuela), Miller advertía que con el paso del tiempo, lamentablemente, la riqueza de los aportes que los distintos grupos que confluyeron y dieron origen al nacimiento de la EOL , con sus trayectorias diferentes, sus diferentes aproximaciones a la lectura de los textos e inclusive su manera diversa de abordar el trabajo clínico, corría el riesgo de ser arrastrada en un lento pero inexorable proceso de homogeneización. Nos advertía ya desde el inicio, del trabajo de la entropía que siempre está en obra en el grupo analítico y que, de no inventarse los recursos para contrariarla, podía conducir insensiblemente a la uniformidad y a la nivelación.

Es por eso que pienso que, si la Escuela estuvo y está siempre bajo la amenaza del grupo, no es a causa de esa fecunda diversidad. El discurso analítico se encuentra amenazado cuando el conjunto se constituye bajo la lógica del Todo y que como Lacan estableció al final de su enseñanza, aquello que nombramos con esa palabra, no es otra cosa que una noción de valor solo definible en los términos que establece el patrón de medida fálico.

Ese es el verdadero problema y no la referencia a lo ineliminable de la fecunda pluralización de las transferencias de trabajo.

En lo personal, nunca sentí que debiera esconder mi transferencia de trabajo y me presenté al pase dando cuenta del modo singular en que se produjo en mi su separación del trabajo de la transferencia.

No pienso en absoluto que sean lo mismo.

Siempre me impactó lo que Lacan plantea en Situación del Psicoanálisis en 1956, cuando dice que su experiencia en la lPA le hizo ver algo en lo que Freud no se había interrogado y que es lo que llama: "la cuestión de las vías particulares que la transmisión de su doctrina exigía de la institución que debía asegurarla".

¿Por qué habría de tener relación la transmisión de la doctrina psicoanalítica, con el modo de organización que se dan los analistas para cumplir la función en la que se han comprometido?

La pregunta no es obvia en absoluto.

Recordemos que en la Proposición, Lacan afirma que con el concepto de Escuela, piensa que instituyó una sola novedad, la distinción de la jerarquía y los grados y que esa sola novedad implicaba nada más ni nada menos que la solución del problema de las Sociedades analíticas.

Dice entonces que él ve una relación no circunstancial sino intrínseca entre el atascamiento y las desviaciones que sufría el psicoanálisis, con la jerarquía que reinaba en esas sociedades.

Pero ¿por qué eso podría convertirse en un veneno para la supervivencia del psicoanálisis?

La respuesta que da Lacan, es que el saber en esa lógica no puede funcionar sino como puro valor de cambio y quedar inserto entonces en el despliegue incesante del juego de prestancia y astucia competitiva inherentes a ella.

Ese no era para Lacan el funcionamiento del saber necesario para hacer avanzar al discurso analítico. Al saber al que aspiraba, lo llamó en cambio saber alegre.

La salida inventada por Lacan y que Miller ha subrayado en innumerables ocasiones, no es otra que centrar la Escuela alrededor del saber y no del poder.

Nunca se está seguro por supuesto de no resbalar por esa pendiente.

Un riesgo posible es el subrepticio retorno de las ortodoxias.

No hay que olvidar que para Lacan la investidura que hizo el mismo Freud de un sujeto supuesto saber colectivo fue lo que transformó a la IPA en una iglesia.

Esa es para mi una preocupación actual que no puedo dejar de transmitir. He escuchado últimamente de parte de ciertos colegas que habría que someter a cada uno a decidir si se es milleriano o lacaniano, como así también que explorar nociones de la ultima enseñanza de Lacan que no están especialmente desarrolladas en los cursos de Miller constituiría una especie de disancia sacrílega que amenazaría al conjunto con el inexorable retorno al oscurantismo mas extremo.

Lo mismo podría decir de lo que ha ocurrido en ciertas oportunidades cuando se ha intentado reflexionar ya sea acerca de las advertencias dejadas por Lacan acerca de las posibles consecuencias que podría traer aparejada la inmersión del psicoanálisis en el discurso universitario como así también de sus ultimas elaboraciones acerca de la relación del psicoanálisis con la ciencia.

¿Pero como entendemos si no la transferencia de trabajo?

La transferencia de trabajo -como lo explicitó tantas veces Miller- no es acreditarse el saldo del trabajo del otro en la cuenta propia, sino transmitir el deseo de proseguir con el trabajo de hacer avanzar el saber ejerciéndolo.

La experiencia de Escuela no se reduce al Uno por Uno, sino que apunta a poder conjugar el Uno por Uno en un espacio colectivo que permita que lo que cada uno logre obtener en soledad respecto de las cuestiones que nos proponemos poner al trabajo en cada ocasión, no quede por ello en una pura dispersión, sino que se abra una vía de anudamiento para que el trabajo de cada uno pueda contribuir a hacer avanzar el trabajo del conjunto.

El verdadero desafío de lógica colectiva que encarnamos como Escuela, es el de como hacer para que el Uno al que aspiramos, no sea el Uno constituido de una vez y para siempre, sino que sea el tipo de Uno que se reconstituye en su contingencia cuando algo logra hacer resonar el agujero real que siempre lo desborda.

Es eso lo que sostiene el amor de transferencia -que como sabemos- ningún automatismo garantiza.

Cuando eso no ocurre, el saber se va transformando poco a poco en un saber seco solo apto para alimentar los semblantes del sujeto supuesto saber.

El saber supuesto, como nos ha advertido también Miller innumerables veces, es lo mas destructivo que hay y contiene en germen la destrucción misma del psicoanálisis.

No hay que confundirse entonces , el real que amenaza al grupo analítico desde adentro- no es el de conspiradores agazapados, sino que no es otro que la pulsión de muerte escondida detrás de los ropajes del S.s.S.

Muy bien, ya está, es eso lo que quería transmitir.

Antes de dejar mi función, quiero agradecer públicamente muy pero muy especialmente a mis compañeros del directorio, a Mónica Gurevicz, a Alejandra Loray, a Vivi Mozzi y a Esteban Stringa. Ocurrió entre nosotros algo que no esta garantizado por supuesto y es justamente el hecho de que a pesar de no haber compartido espacios de trabajo anteriormente, se generó un clima en el que el affectio societatis hizo que cada viernes saliera de nuestras reuniones con un poco mas de goce en el cuerpo. Perdón por la disancia, pero fue así. Han sido para mi un sostén que me permitió sobrellevar situaciones difíciles. A ellos entonces mi infinito agradecimiento.

Me despido entonces agradeciendo nuevamente la confianza que me fuera otorgada en su momento y le deseo a Gaby Camaly y a los colegas del directorio entrante, muy buena suerte y que -Dios no lo permita- por favor no nos tengan que quitar el récord obtenido.

Muchas gracias