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Entrevista de actualidad 35

Pierre-Gilles Guéguen: El gusto de la verdad vuelve
Marcus André Vieira: Una experiencia en Río
Jueves 18 de diciembre de 2008
Difundido en ecf-messager & archivado en forumpsy.org

PIERRE GILLES GUÉGUEN: El gusto de la verdad vuelve.
Estimado Jacques-Alain Miller,

En su "Teoría de Turín", usted indica que la vida de una Escuela debe ser interpretada, que esta es interpretable. Que una Escuela de psicoanálisis, desde ese punto de vista, es un sujeto.

La rectificación de perspectiva que usted acaba de operar desde septiembre y que se despliega en su curso es una interpretación de la Escuela.

Aporto la prueba: para Freud, el valor de una interpretación no se mide por su exactitud (también el célebre artículo de Glover), no se mide por el asentimiento del analista, no se mide tampoco por su efecto terapéutico. Se mide por sus consecuencias y, más específicamente, por el hecho de que ella produce en el paciente la aparición de material nuevo.

Constato desde hace muchas semanas que un "material nuevo", bajo la forma de "formaciones del inconsciente" de sueños nuevos y cruciales que sorprenden a los analizantes mismos, aparece en aquellos que siguen de cerca el destino de la Escuela. El horizonte fijado demasiado tiempo sobre la investigación del efecto terapéutico en los analizantes, sobre la anticipación del momento de concluir por un saber-hacer, se terminó.

El gusto de la verdad vuelve, no por decisión sino porque ellos son visitados nuevamente por sus sueños, están interesados por su inconsciente. El sujeto supuesto saber es puesto de nuevo en función. El inconsciente responde e interpreta. Es la única evaluación de la que disponemos, ella conduce hacia el pase.

Muy cordialmente,

MARCUS ANDRÉ VIEIRA: Una experiencia en Río
Estimado Jacques-Alain Miller,

Le escribo a fin de aportar uno de los efectos de las "entrevistas del momento actual" sobre una experiencia de trabajo en una favela de Río.

Hace algunos años, en 2003, en una discusión con Ana Lucia Luttertbach-Holck, tuvimos la idea de dar un paso más en lo que concernía a nuestra presencia en la ciudad de Río. La idea era doble: por un lado, se traba de atravesar ciertos muros sociales, de hacerse presente ahí donde no estábamos, y por otro, ver "si" y "cómo" el discurso analítico podía tomar un lugar ahí.

Después de algunos encuentros con el director de una institución que tenía una larga trayectoria trabajando en una de las favelas más grande de Río, la Maré, él nos preguntó si podíamos atender personas que tenían necesidad de un "psy". Decidimos decepcionar esa demanda. No habría ahí tratamientos, pero sí la apuesta -la llamamos "Digaí" (decilo)- de que pequeños grupos de trabajos inspirados en el cartel pudieran promover en algunos de los participantes la apertura al inconsciente.

Junto a algunos jóvenes –la mayoría alumnos de la Sección clínica de Río (ICO), de la facultad de psicología, donde doy cursos, y algunos colegas miembros de la Escuela y de la Sección, abrimos una puerta a aquellos que estarían dispuestos a hablar en esos pequeños grupos de sus problemas. Sin subvenciones, en locales cuyo alquiler era pagado por la ONG que nos sostenía.

El trabajo continuó por dos años durante los cuales expusimos nuestra experiencia a nuestros colegas de la Escuela en las Jornadas brasileras, así como en el Encuentro Americano.

Porque queríamos que el discurso analítico se diera a conocer más allá de los muros donde éste se encuentra en nuestra ciudad, nos pareció importante reunir las situaciones vividas en esos pequeños grupos en un libro (aparecido al inicio de este año, y del cual le envié un ejemplar). Este libro dejó abierta la cuestión de saber si es posible hablar de ese uso "clínico" de los carteles, si es posible que alguien que hace la experiencia del inconsciente en su análisis personal pueda funcionar como más uno en esos carteles y, finalmente, si había un efecto de apertura del inconsciente.

El tiempo dio las respuestas siguientes. El éxito relativo del libro nos permitió conocer a los responsables de algunas iniciativas sociales y a algunos políticos (acá como en otros lugares la presencia entre nosotros de Romildo do Rêgo Barros fue esencial). Ellos quieren ahora que participemos en sus proyectos. Siendo así, su demanda ya no es de pequeños grupos sino más bien de tratar grandes grupos bajo la forma de conferencias, grupos de palabra, etc. En efecto, acaban de ofrecernos dinero para hacer este trabajo a una escala que se anuncia cada vez más mayor.

Me parece que un primer ciclo se acaba de cerrar y, leyendo atentamente las "entrevistas", descubrimos hasta qué punto no sería sin riesgos abrir un segundo ciclo. Hasta aquí, no fuimos muy numerosos: más o menos diez jóvenes trabajando y otros diez entre miembros de la Escuela y adherentes en los "carteles de control".

Ese segundo ciclo se abriría por el hecho de que tendríamos de ahora en más el dinero y la necesidad de contratar a nuevos participantes, desde el momento en que los que están desde el inicio comenzarían a formar a los nuevos. En qué? Todo transcurre como si la cuestión planteada en el libro sobre la utilidad del cartel se transformara en una respuesta: ya que habrá quien quiera pagar para tener nuestra herramienta, se deduce que la tendremos. Incluso no creyendo en eso, no sería menor que esa herramienta entrara en el mercado.

Me parece más prudente que el Digaí continúe su experiencia tal como fue llevada hasta ahora –con gente que pueda asegurar el trabajo sin ser pagada, incluso si eso va al encuentro de sueños de grandeza, de los que por momentos estuvimos tomados. Es esto lo que sostendría en nuestras próximas reuniones.

Quedan algunas certezas adquiridas a lo largo de este periodo. Romper las barreras de una ciudad enclaustrada fue para cada uno una apertura inolvidable. Y esto, en el contexto brasilero, o al menos carioca, no habría sido posible si nuestra puerta no hubiese estado abierta en los lugares más alejados de aquel donde se sitúa la Escuela. En Brasil y en otros países de América Latina, este tipo de iniciativas suficientemente heterodoxas abunda (son más de setenta y muy diversas unas de otras). Creo que estas responden a las necesidades particulares de cada contexto local y en ese sentido no pueden estar unificadas sin perder su originalidad y su valor propio.

Ese tipo de trabajo "social" toma cada vez más lugar al costado de lo que se hace en el seno de los poderes públicos, en lo que concierne a un trabajo que puede ser enriquecedor para las nuevas generaciones. Los jóvenes que están con nosotros continúan su formación; muchos devinieron corresponsales de la Sección y trabajan en sus actividades, pero tuvieron acceso a todo un campo del cual no pueden desconocer la importancia en nuestro país.

Sería importante prolongar las discusiones con los políticos ya que, sin ese proyecto, estas habrían sido imposibles, porque es por el hecho de haber creado un lugar de "acción concreta" que somos invitados a tener un lugar ahí. Sería necesario encontrar un medio de hacerlo, uno por uno, incluso si la carta de presentación está dada por una experiencia colectiva como la de Digaí.

La frontera ente lo social y la clínica es algunas veces muy imprecisa, sobre todo en contextos límites como el nuestro. Ella merece ser explorada y eso es lo que el Campo freudiano hizo de manera decidida estos últimos años. Hay que hacer el balance calculando los excesos, pero también suponiendo que hubo adquisiciones desde el punto de vista del lugar del psicoanálisis en la ciudad. ¿Es que el psicoanálisis ganó en visibilidad con ese tipo de exploración? Me parece que no habría que ir demasiado rápido hacia el "no".

Gracias una vez más por este debate esencial que usted sostiene.

Marcus.

Publicado en 74 Rue D´Assas en París 6è por JAM

 
Traducción: Damasia Amadeo de Freda