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La Escuela
Escuela de la Orientación Lacaniana

A Judith
Jean-Daniel Matet

Es en la tarea de la edición de los textos de l'Âne que comencé a trabajar con Judith. Ella me había enseñado la pausa, el corte, la reformulación, la puntuación de un texto original para poner en valor la enunciación de un autor, inclusive si este fuese psicoanalista. Sin embargo, respetar el texto de un autor le parecía, al joven analizante que yo era, ineludible, a la altura del bla, bla, bla sobre el diván. Pero Judith me enseñó que el trabajo de edición pone en valor el pensamiento que busca articularse. Algunos autores no lo aceptan, sacralizando su estilo o su escritura sin percibir que es de la relación al inconsciente mismo de lo que se trata. En el encuentro con los efectos de mi análisis, eso se inscribió en el corazón de mi práctica.

La revista l'Âne, con Ornicar? y la Sección clínica han constituido, para mí, viniendo del campo de la clínica médica y psiquiátrica, una verdadera apertura al mundo del espíritu. Judith, desde su lugar, ha defendido siempre el psicoanálisis. Denunciando la perversión del discurso universitario o la tentación de infatuación de los analistas, Judith ha sostenido que el mejor remedio a ello es la conexión a una realidad social donde las formas de lo imposible dejan entrever aspectos de lo real.

Los grupos del Campo Freudiano tenían esta función y Judith no ignoraba a ninguno, sabiendo delegar, pero también criticar cuando constataba tal o cual impasse. No dudaba en interpelar a los médicos o a todos aquellos que practican con niños o incluso a aquellos que sostenían el campo de la toxicomanía. Judith proponía, como lo hizo con los laboratorios del CIEN, abrir las puertas a aquellos que se topaban con los síntomas, tanto de los niños como de los adultos, siempre del lado del sujeto, contra todas las formas de voluntad de poder.

Judith trabajaba sin cesar, pero sabía demostrar su afecto a sus hijos y a sus nietos, como también a sus allegados en los momentos difíciles de la vida. Su discreción sobre su propia historia estaba a la medida del rol que ella jugaba para el psicoanálisis, convencida de que el aporte de Jacques Lacan volvía legible el mensaje freudiano para nuestra época. Es también aquello que reconoció en el trabajo de Jacques-Alain, respetándolo y protegiéndolo en su originalidad.

Tengo el recuerdo de Judith viajando con aquellos que la acompañaban por Europa o aún más lejos, saliendo a fumar a las puertas de los aeropuertos y retomando la larga conversación concerniente a los diferentes proyectos que animaba.

¿Cómo no ser sensible a la atención que ella daba a cada una y cada uno de esos a quienes les confiaba una tarea- como lo hizo conmigo para PIPOL - siempre dispuesta a brindarse? Todos guardamos el recuerdo de Judith transportando libros y documentos para los eventos a los cuales se dirigía, casi todos los Congresos, Jornadas de Escuela y grupos del Campo Freudiano.

La reconquista del Campo Freudiano deseada por Lacan, de la que Judith ha sabido dar una preciosa redefinición, ha encontrado un acento muy especial en su entusiasmo por el surgimiento de las bibliotecas del Campo Freudiano y luego a través de su apoyo para el desarrollo del psicoanálisis en los países de la ex Unión Soviética. Ponía su energía para que esa apuesta alcanzara su realización e innovaba proponiendo pasantías a los analistas en formación en algunos servicios hospitalarios donde trabajaban analistas lacanianos, constituyendo una verdadera colaboración y una red para la formación de estos nuevos colegas, abriéndoles la vía a la posibilidad de que comiencen un psicoanálisis en las Escuelas del Oeste Europeo.

Uno de sus últimos combates ̶ intentar que los autistas no sean privados del aporte del psicoanálisis, muchas veces único recurso a las prácticas de la palabra, cuando el comportamentalismo busca imponerse como amo ̶ encontraba su expresión en la investigación de formas originales para hacer escuchar a quienes están trabajando con los autistas. Eso se manifestó en el apoyo que ofreció Judith a los filmes que se ocupaban del tema, apoyo concreto y minucioso; en su aporte preciso a la creación de la asociación "La mano en la oreja" que sostuvo hasta el final de sus fuerzas.

Estas no son más que algunas de las acciones compartidas con Judith. La exigencia que tenía, primero con ella misma, la transmitía para servir siempre al psicoanálisis. Cuando dio cuenta públicamente de su encuentro con un psicoanalista, llevó aún más alta esta exigencia, pero sabía contabilizar los recursos cuando los síntomas vienen a trastornar desmesuradamente lo que está establecido.

Una verdadera generosidad en el intercambio se dirigía particularmente a los debutantes, a esos que querían saber, para los que Judith tenía siempre un recurso atento. Es a esta amiga, nuestra colega, a quien yo deseaba rendir homenaje.

 
Traducción: Estela Schussler
Revisión de la traducción: Mirta Nakkache